Los demonios de Eva

Eva está despierta desde algo más de las 5 de la madrugada. Está angustiada y no puede conciliar el sueño porque en unos días dejará su lujoso apartamento en la zona más codiciada de la ciudad.


Dentro de una semana ingresará en una residencia que ella misma ha elegido, para volver salir de allí en una hornacina, convertida en cenizas, y esparcirlas en cualquier lugar donde solo haya naturaleza, como es su deseo.

Tiene 82 años y necesita alguien a su lado para que le ayude a hacer cualquier cosa, como ir al baño, vestirse, llevarse los alimentos a la boca, caminar del salón al dormitorio, llamar a alguien por teléfono, levantarse de mullido sofá del salón, peinarse, ducharse, incluso, en el colmo de las vanidades, pintarse sus ajados labios, y ponerse un poco de rimel en sus caídos parpados.

Eva fue una bellísima modelo, que se disputaban modistos y pasarelas de todo el mundo donde se cotizaba la ropa de alta costura. Tenía el salón de su casa convertido en un museo de sí misma. Tal vez un centenar de fotografías, la mayoría en blanco y negro o ese color velado imperceptible de las primeras fotos en color de Kodachrome. Las que tenían vivos colores le disgustaban, porque eran actuales y mostraban una Eva envejecida, que ella detestaba. Por eso las fotos recientes estaban amontonadas en un cajón, en el fondo de un armario, en el que no guardaba nada de interés.

Las fotos enmarcadas y colocadas sobre la cómoda y cualquier mueble que pudiera servir de base o colgadas en las paredes, con escasos espacios libres, eran de una Eva admirada por su belleza y estilo inconfundible.

Sus movimientos en las pasarelas no eran estudiados ni ensayados, sino espontáneos y naturales. En su perfecto cuerpo la ropa alcanzaba un impresionante valor, como si fuera necesario comprar sus costosos vestidos para sentirse atractiva y deseada, como era ella.

No había político de la época o actor de moda que no se hubiera fotografiado junto a ella, para sentirse importante y merecedor de su compañía, ni gigoló o play-boy que no deseara ser su amante. Su fotografía favorita, que resaltaba de las demás por su tamaño, y su espléndido marco, con incrustaciones de oro, elaborado para ella en exclusiva, era la que le tomaron junto a los Beatles, a quienes ella admiraba apasionadamente. En la que John Lennon estrechaba calurosamente la mano de una sonriente y emocionada Eva.

Pero el dinero le obsesionaba. Detrás de aquella simpática y bella mujer se ocultaba un corazón insensible, egoísta y calculador. Regateaba hasta el último céntimo en el pago de sus servicios; exigía recibos de lo que compraba, incluso aunque se tratase de una sencilla barra de pan, y, antes de abandonar los comercios, comprobaba que lo que había pagado se correspondía con lo que había comprado y con el precio marcado. Jamás daba propinas, porque consideraba como un abusivo impuesto más, pero encubierto.

De las muchas ofertas de matrimonio que tuvo, solo aceptó la de un multimillonario, ex-traficante de todo lo ilegal y prohibido, del que se aseguró que dada su edad y sus dolencias, no sobreviviría más de 5 ó 6 años. Su desamor y frialdad precipitó la muerte del desgraciado esposo, y falleció tres años después.

De ese lucrativo matrimonio heredó su lujoso apartamento y un sin fin de valores que todavía no había podido conocer. Se limitaba a recibir sus cuantiosos beneficios, y a estampar su temblorosa firma en decenas de documentos que su abogado de confianza le daba a firmar para mantener o incrementar la cuantía de sus elevadas rentas, al mismo tiempo que crecían las del fiel e interesado abogado.

Si antes la acosaban sus pretendientes por su belleza, ahora la acosaban por su riqueza. Se convirtió en la joven viuda más deseada del país. Pero Eva ya tenía lo que deseaba, dinero y libertad, y prefirió la compañía de Cuca, una alegre y gruñona perrita terrier a un nuevo marido.

Ella fue una de las primeras mujeres en presentarse en público vistiendo la provocativa minifalda inventada por Mary Quant, y fue también la modelo que más influyó en la aceptación de la novedosa y colorista moda pop de los años 60.

Combatía el hastío y el aburrimiento de una vida sin ambiciones ni objetivos en la ruleta de los casinos, donde solía perder fabulosas cantidades de dinero, o en los tres clubes sociales a los que pertenecía: uno en su ciudad, exclusivo para VIPs, otro ubicado en un campo de golf, a escasos kilómetros de la ciudad, deporte al que se había aficionado, y un club marítimo en una conocida localidad costera frecuentada por millonarios.

Así pasaron los años sin que tuviera conciencia del paso del tiempo, hasta el nefasto día en que al proponerse subir por una de escaleras automáticas de unos grandes almacenes, alguien comentó a sus espaldas: “Deja pasar a esta anciana”. Solo entonces se hizo cargo del derroche que había hecho de su preciado e irrecuperable tiempo perdido.

Desde ese mismo día empezó a pensar en la muerte, al principio solo como una curiosidad, pero poco tiempo después se convertiría en una obsesión. Como viene sucediendo en las últimas semanas, hoy a vuelto a tener la misma pesadilla, por eso ha deducido que alguien del otro mundo trata de enviarle un mensaje, pero que ella no puede entender

-¡Josefina, Josefina, ven rápido o este hombre me llevará al infierno! ¡No, suélteme; yo no quiero ir al infierno! ¡Josefina líbrame de este odioso hombre! ¡No, no, suéltame y déjame en paz! -gritaba presa del pánico.

Josefina, su enfermera y cuidadora, acudía a su habitación sabiendo que su enferma volvía a tener las alucinaciones como en las últimas semanas, en las que un hombre sin rostro, la cogía por el brazo y con una extraordinaria fuerza la obligaba a seguirle por un angosto y oscuro pasillo, iluminado solo por el resplandor de las de una gigantesca en el fondo del túnel.

Josefina entra en la habitación, enciende la luz y encuentra a Eva tendida sobre la cama, como si alguien la hubieran arrastrado realmente hasta allí, porque sabe que ella no podía por si misma adoptar aquella posición.

-¡Ah, por fin llegas! Mira cómo huye; la luz le molesta. Se vuelve a su infierno, ¡Pero mañana volverá! Y no cejará hasta que no le haga compañía en sut maldito infierno! Pero no se saldrá con la suya. !Ah, no; no lo conseguirás porque yo soy más fuerte que tú y sé cómo defenderme!

Eva solo tenía un amigo de confianza, que incomprensiblemente lo conservaba desde la infancia. Ya era un anciano achacoso y de extrañas aficiones, y la más notable era su afición por los misterios de la cábala y su empeño en descubrir la piedra filosofal, que fransfromase el plomo en oro, porque compartía con Eva su pasión por el dinero, y en especial por el codiciado metal amarillo.

-Otra vez el cabrito de mi ex-marido ha intentado arrastrarme a su maldito infierno, pero yo se lo he impedido! ¿Tú me crees, verdad? ¡No pensarás que estoy loca!

Le comentó Eva a su anciano amigo durante una de sus habituales encuentros para echar una partida de brisca.

- Me cuesta creerlo, pero he leído muchos libros de magia negra y creo que en determinadas situaciones es posible que se aparezca el espíritu de los muertos para vengarse de los vivos a quienes odian.

- ¡Y él me odia! Tú eres un experto en magia negra y apariciones de espíritus malignos. ¿Cómo podría librarme de este diablo de mi ex-marido?

- En los tiempos en que eran frecuentes estas apariciones, se libraban de ellos con conjuros…

- ¡Pues hagamos un conjuro! Tú debes saber cómo hacerlos.

- Mi querida amiga, sabes que haría por ti lo que fuera, pero me pides algo muy delicado y peligroso. Los demonios adquieren grandes poderes y no es fácil librarse de ellos. Sí, he leído en alguno de mis incunables varios conjuros con los malignos, pero no sé…

- No me importa lo peligroso que sea, porque tengo que liberarme de él o acabará arrastrándome al infierno!

Acordaron hacer el conjuro el siguiente domingo, en que Josefina tenía el día libre. De regreso a su apartamento, el fiel amigo se encerró en su valiosa biblioteca y buscó en sus esotéricos libros un conjuro adecuado para el caso. Tras una laboriosa búsqueda encontró uno adecuado y acudió el domingo tal como estaba previsto, a la casa de una excitada Eva.

- Esta noche no me ha molestado -comentó con su amigo-. Debe saber que estamos preparando un conjuro que me librará de su maligna presencia.

El incunable que contenía el conjuro, había sido escrito a mano por los monjes de Cluny, en latín y con impresionantes ilustraciones de las diversas formas en que puede presentarse el maligno, pero estaba muy deteriorado y apenas era legible. Esperaron a la hora crepuscular, tal como indicaba el procedimiento, entraron en dormitorio, carraspeo para asegurar que su voz sonase fuerte y clara , y recito el temido conjuro.

Eva esperaba ver como su maléfico ex-marido era fulminado y arrojado a las tinieblas, de donde no pudiera salir para perseguirla y atemorizarla en lo que le quedara de vida. Pero no sucedía nada extraño ni sobrenatural, porque según el conjuro, se abriría la puerta del infierno y verían caer al endemoniado ex-marido a las tinieblas.

- Amigo mío, creo que ese libro tuyo debe estar desfasado -comentó Eva visiblemente contrariada.-Nunca conseguiré librarme de él!

Pero apenas volvieron al salón, la parez del dormitorio comenzó a vibrar y se abrió de nuevo el túnel que conducía a las llamas del infierno. Como las veces anteriores, surgió el endemoniado ex-marido, y con voz tenebrosa gritó a la asustada Eva:

- Tú me has convocado y ya no podrás librarte de mí. Te arrastraré conmigo al infierno!

En vano Eva trató de zafarse de su ganchudas manos y la arrastró al tunel entre gritos y lamentos de la infortunada Eva.

Atónito el amigo que había hecho el conjuro se preguntó qué había salido mal. Repasó el conjuro y se dió cuenta de que al pie de la página había una anotación que apenas era ilegible:

"Christiani invocatis servare potente diabolo fascinavit dominica die, quia contrarium habebit"

(Guardensé los cristianos de invocar al diablo con este poderoso conjuro en el día del Señor, porque tendrá un efecto contrario)