Ser escritor puede ser peligroso

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El título de mi primera novela seria fue “Tania, vida mía”, extraído de un pasaje de la novela, pero algún tiempo después me pareció desafortunado, porque sugería que se trataba de una novela romántica más, cuando es una triste historia que expone con toda su crudeza un drama de la inmigración.

Apenas fueron 48 horas en compañía de una mujer con la que en muchas ocasiones había soñado, pero fueron suficientes para que me transmitiera su extraordinaria energía, que utilice para crear la historia y darle la fuerza y la credibilidad necesaria en un tema tan sensible, en el que es fácil caer en la demagogia.

Tardó en gestarse y fue un “parto” largo y doloroso (con esta metáfora quiero decir que cada nueva novela es un proceso similar a la gestación femenina, y crecerá y se hará adulta con el paso del tiempo), pero ¡por fin nació!

Con su redacción aprendí lo que significaba en toda su extensión ser un escritor, porque creo que tuve que superar todas las difíciles fases de una creación y cuál debe ser el estado mental y espiritual para escribir.

Si no tienes una preparación adecuada, cuando te encuentres ante una pantalla en blanco no sabrás por dónde comenzar. Lo que escribas deben ser palabras que están esperando que las escribas, pero no se puede comenzar a escribir tratando de buscar las palabras, porque escribirás totalmente desorientado. Sabes el punto de salida pero ni la más remota idea del de llegada. Así, la redacción no puede fluir y será tan pesada y difícil de leer, como ha sido de escribir, descompasada y en muchos pasajes confusa.

Para crear un relato con cierta coherencia es necesario ser “el director” de lo que desees que suceda, pero no un actor, aunque sea el protagonista. Como todo director debes conocer la obra perfectamente e imaginar cómo son y deben comportarse cada uno de los personajes. Lo que quiero decir es que aquello que escribas debe estar ya escrito en algún lugar de la imaginación y conectar con este lugar es lo que llamamos “inspiración”, de donde surgirá la historia.

Pero llegar a ser el director de tu propia obra no es tarea fácil, porque significa salir del escenario donde sucede la acción, de otro modo no puedes tener una visión global de lo que sucede. Dicho en otros términos, debes salir de ti mismo; desarraigarte de tu personalidad para transmigrar al interior de cada personaje.

Si es un carácter femenino debes sentirte cómo se siente una mujer, incluso hasta llegar a sentir que tu cuerpo se ha transformado en el cuerpo de una mujer. Si el personaje es un homosexsual o una lesbiana es necesario entrar en el personaje sintiéndote tú mismo homosexual o lesbiana; si es el de un fascista debes comprender las razones que le inducen a pensar de esa manera ...

Sin esta compenetración física y mental de los personajes, sean virtuosos o depravados, nunca conseguiremos conectar con las fuentes de la inspiración; es decir, lo que escribamos carecerá de realismo, naturalidad, pero sobre todo de humanidad.

Esto quiere decir que la carrera de un escritor consiste en conocer lo más ampliamente posible cómo es la condición humana y el medio en que habita, y la mejor forma de aprenderlo es con la experiencia personal, asumiendo sus innumerables riesgos, y el peor es quedar atrapado en una de estas experiencias que son absolutamente necesarias para ser un escritor.

Si no tienes la experiencia personal de lo que pretendes narrar solo conseguirás escribir lo que han vivido los demás, para lo que solo es tienes que tener buen oído y buena memoria, pero no es necesaria la imaginación ni la creatividad; estoy hablando de esterotipos, de los que rebosan en la literatura actual. La gran mayoría solo son escritores de fin desemana, demasiado ocupados en sus rutinas laborales y personales como para vivir las necesarias experiencias de donde debe surgir la inspiración

Por esta misma razón, pueden darse casos de obras primerizas de gran intensidad que conmuevan a los lectores, como “El diario de Ana Frank”, o “Nada” de la joven Carmen Laforet, que no obstante están basadas en experiencias personales de sus autoras, pero las obras fundamentales no se pueden escribir hasta al menos haber sobrepasado los 40, como es el caso de la mayoría de las obras clásicas.

En resumen, para ser considerado un escritor son necesarias muchas cualidades personales, pero las tres fundamentales son: imaginación para interiorizar la historia, experiencia y conocimiento de la condición humana, y transmigrar dentro de cada personaje para que sean ellos quienes interpreten y, en definitiva, que escriban la novela, pero siguiedo tus indcaciones como director.

Cuando un escritor se sienta frente a su ordenador, tiene que comenzar por estar preparado para dejar a un lado su moralidad y personalidad.

La primera dificulad es reentrar una y otra vez en el personaje de turno. Es como si desde la última vez que actuó en nuestra novela hubiera estado domido y es necesrio despertarlo y meternos nuevamente en su piel.



Esta tarea requiere una gran concentración y nada que le disntraiga, condición que es dificil de alcanzar. Carmen Laforet, desesperada por no conseguir superar su primera novela, se libraba de la familia recluyéndose en un peqeño refugio en ls Sierra. Aún así carecía de nuevas experiencias en que fundamentar su siguiente novela, excepto las de su propia familia. Su marido, que conocía las fuentes de su npiración, le concedió libertad para viajar a Roma a cambio de que no escribir sobre su familia. Ella aceptó, pero ya no escribió más novelas de interés. Le habían cerrado la puerta de su fuentes de inspiración.