La inutilidad de viajar en el tiempo

Teniendo en cuenta los avances de la física, en especial la física cuántica, no parece muy difícil que en un plazo relativamente corto podamos viajar en el tiempo.
Pero, valga la redundancia, ¡sería una pérdida de tiempo! De hecho viajamos cada vez que soñamos, pero se trata de viajes incontrolados y sin lógica, por eso seguimos interesados en viajar en el tiempo “físicamente” y perfectamente despiertos, ¡y ahí está el problema! Lo material o real sólo sucede en el presente, y no contiene “físicamente” el futuro, pero sí el pasado; es decir, sabemos de la existencia del pasado por los “restos” que deja el devenir constante de la experiencia del presente. Para viajar en el tiempo físicamente es preciso determinar el “espacio” donde se encuentran, tanto el tiempo pasado como el futuro. Para ello debemos recurrir en principio a un concepto puramente metafísico, como es la “duración”. El tiempo es aquello que transcurre dentro de una duración, por tanto todo lo que “dura” consta de pasado, presente y futuro. Nuestra particular mente sólo concibe lo que hay en el presente de una duración, y puede recurrir a la “historia” para concebir el tiempo pasado, pero salvo que seamos astrólogos o adivinos, no tenemos elementos “reales” para concebir el futuro, obviamente ¡porque todavía no ha sucedido y carecemos de su experiencia! Las hipótesis, fundamento de la ciencia-ficción, no pueden ser consideradas como “viajar en el tiempo realmente”. Como estamos interesados en viajar en el tiempo “físicamente” y no tan sólo “mentalmente” debemos localizar el “espacio físico donde se encuentra el futuro”. Si resumimos la composición de todo lo físico o aparente tenemos que simplemente consta de energía en dos estados: libre y materializada. La duración total es el resultado de la materialización total de la energía libre. De manera que volviendo al concepto metafísico, tenemos que el pasado es energía consumida y materializada, el presente es el “proceso de materialización”, y el futuro es energía no materializada o potencial; es decir, ¡energía oscura o antimateria! ¡Y ahí es precisamente donde está “físicamente” el futuro”! Este es un argumento aparentemente lógico y nos lleva a la conclusión que para viajar en el tiempo deberemos encontrar la forma de “contactar” y “manipular” la antimateria, algo que no parece ya una utopía. Se trataría de una “máquina” parecida a un extraordinario acelerador de partículas capaz de “vencer la resistencia de la materia” y una vez penetrada la antimateria “interpretar de forma virtual” aquello que contenga, ¡así de fácil! En teoría esta “técnica” sólo nos permitiría viajar hacia el futuro, pero no hacia el pasado, puesto que en el pasado no puede haber antimateria. Sin embargo en toda esta apasionante teoría hay una importante objeción que da sentido al título de este artículo. El concepto de duración nos sugiere que las cosas están “determinadas” desde su nacimiento, pero si no sucediera algo “indeterminado” en el transcurso de su existencia no sería posible la evolución, y la evolución es un hecho probado que no puede ser negado. Por tanto todos nosotros estamos “determinados” a ser de una forma precisa, pero la “circunstancia” contiene accidentalidad, que es lo “indeterminado”, y que termina por configurar nuestro devenir en el transcurso de nuestra duración. Por tanto, si viajáramos por nuestro futuro veríamos una persona tal y como está determinada que sea, pero sería una visión “falsa”, puesto que no tendría en cuenta la influencia física de lo “indeterminado” que sucede en el transcurso del tiempo de nuestra duración, lo que determina las causas mismas de la evolución. De manera que tantos esfuerzos para nada, pues como hemos visto ¡es absolutamente inútil viajar en el tiempo de nuestro futuro!