Nina & Nano
Jaime Despree, escritor y ensayista español residente en Berlín desde 2006.
En
obras de ficción, es autor de relatos, cuentos y novelas, entre las que
destaca una trilogía de novelas históricas sobre tres periodos
decisivos en la historia de España: la II República y la Guerra civil,
1931-1936, «La guerra de Inés», la Transición democrática, «Mi querida
libertad», y el drama sobre la inmigración durante el espectacular
desarrollo económico de los años noventa, y su cultura de nuevos ricos,
«La extraña».
En no-ficción, es autor de varios ensayos, entre los
que destacan los ensayos filosóficos «Filosofando sobre el Ser, Dios y
el Cosmos», con un extenso prólogo sobre la percepción de la realidad y
los contextos del lenguaje y «La vanidad mueve la Historia».
Jaime Despree
Nina&Nano
Historia de dos músicos
NOVELA-MUSICAL
© Jaime Despree
Todos los derechos reservados.
Prohibida la reproducción sin la autorización del autor
http://jaimedespree.com/
ISBN: 9781081414894
Editado por el autor
Primera edición: Julio de 2019
Ilustración de portada: https://pixabay.com/es/
Deseo dedicar esta novela, escrita ya casi por un anciano,
pero que habla de adolescencia, inocencia, amistad y amor,
a mi entrañable y leal amigo y tocayo, Jaime Nubiola,
un querido profesor de filosofía que sabe perfectamente
el significado y el valor de estas emotivas palabras.
«Son los inocentes y no los sabios
los que resuelven las cuestiones difíciles»
Pío Baroja (1872—1956),
PRIMERA PARTE:
EL ENCUENTRO
⦁ El viaje
Nina
no prestaba atención a lo que le decía su madre. Hacía más de una hora
que viajaban en automóvil por la autopista del sur en dirección a una
pequeña localidad costera, donde tenían previsto pasar dos semanas de
las vacaciones de verano. Contemplaba distraída los verdes y extensos
viñedos que iban dejando rápidamente atrás, al otro lado de la
autopista. Le llamaba la atención la perfecta alineación de las plantas,
donde ya deberían crecer grandes racimos de uvas, pero que todavía no
estarían en la madurez necesaria para la vendimia. También llamaban su
atención los grandes caseríos que albergaban las bodegas y las suntuosas
residencias de los propietarios de los extensos viñedos, que envidiaba,
porque a ella le hubiera gustado vivir en uno de aquellos grandes
caseríos. Otras veces levantaba la vista y contemplaba extasiada los
caprichosos cúmulos de nubes blancas que formaban figuras que ella
trataba de identificar, como un gran elefante, un ángel, un ovni o un
gigante de cuerpo blanco y voluminoso.
Su madre intentaba en vano
que le prestara atención porque Nina no deseaba hacer aquel viaje y no
quería escuchar sus argumentos para justificarlo.
Los extensos
viñedos no parecían tener fin. A intervalos, se abrían algunos claros
sembrados con otros cultivos, o surgían frondosas arboledas de pinos
mediterráneos. Otras veces se abrían caminos que conducían a las
mansiones, con los márgenes limitados por estilizados cipreses,
milimétricamente separados unos de otros, que daban acogedora sombra a
los que circulasen o caminasen por ellos.
Hacia el mediodía lucía
un sol radiante y las sombras que causaba el frondoso follaje de los
árboles caían en vertical sobre el suelo. De vez cuando cruzaban el
cielo bandadas de palomas torcaces, perseguidas por algún halcón. Sobre
las copas de los erguidos cipreses se posaban bandadas de ruidosos
cuervos, inquietos, pasando de un ciprés a otro, en una interminable
lucha territorial.
—Nina, hija, estás distraída y no me prestas atención.
—¡Es que no me interesa lo que me estás diciendo!
—Mi madre me hubiera dado una bofetada si le hubiera contestado de ese modo.
Nina
no podía sentir respeto por su madre, porque creía que no se comportaba
como una madre responsable, sino como una niña caprichosa que hacía lo
que le venía en gana, sin tener en cuenta su opinión.
—¡Mi abuela no hubiera hecho este viaje! —respondió Nina con una expresión airada.
—¡Tu abuela vive en otro siglo!
A Nina le pareció que aquella respuesta no tenía sentido, porque en todos los siglos las madres son iguales.
—¡Pues yo me quedo con el siglo de los abuelos!
—Pero ¿qué hay de extraño en que pasemos dos semanas en la playa?
—Nada. Pero no vas por la playa, sino para reunirte con un hombre ¡que está casado!
—Es
muy desgraciado en su matrimonio, pero su mujer no le quiere conceder
el divorcio. Puede decirse que están separados. ¿Qué hay de malo que sea
su amigo?
—¡Di más bien su amante, y además, tu jefe!
—¡Nina,
eres muy cruel con tu madre! Me censuras cosas que tú no puedes
entender! No hay que avergonzarse por tener relaciones con un hombre.
¡Soy una mujer libre y adulta!
—¡Eres una mujer divorciada!
—¿Y cuál es la diferencia?
—¡Creo que todavía le debes un respeto a papá!
Para Nina el divorcio era tan solo una separación, pero no una ruptura.
—¿Entonces, por qué nos divorciamos?
—¿A mí me lo preguntas? ¡Yo no lo sé!
—Nina, ¡tu padre es la persona más aburrida del planeta!
—A mí no me lo parece...
—Ya
sé que tú quieres a tu padre más que a mí. Pero algún día lo
entenderás. Los años pasan volando, ¡y la juventud en un suspiro! Con
tus quince años no tienes ni idea lo que se siente cuando te ves en el
espejo y empiezas a no reconocer la imagen que aparece al otro lado.
Tengo 42 años. Antes de que me dé cuenta habré cumplido los 50 y
entonces ya no tendremos necesidad de hacer estos viajes, porque no
habrá ningún hombre con el que reunirme... Algún día lo entenderás...
Nina
se sentía violenta y triste a la vez. Deseaba mantener una buena
relación con su madre, pero le exasperaba su manera de comportarse,
potque ella, con solo 15 años y poca experiencia de la vida, le parecía
irresponsable.
Nina trató de imaginarse a sí misma veinte o
treinta años más vieja. Posiblemente tendría el mismo aspecto que su
madre: flacidez en los brazos, ligera papada, algo de celulitis en las
caderas, los senos flácidos y caídos, algunos michelines en la cintura.
Sí, su madre llevaba razón, debía ser muy doloroso envejecer con todos
esos síntomas. Pero eso no era suficiente para justificar su
comportamiento. «Todo el mundo envejece —pensó sin apartar la vista del
paisaje que iban dejando atrás—, pero no se comportan como ella».
Los
viñedos habían desaparecido del paisaje y empezaban a verse extensos
campos de naranjos y limoneros. También estos árboles guardaban una
perfecta alineación sobre el terreno. Habían dejado atrás varias de las
ciudades de turismo más populares del país. El paisaje rural de casas de
campo diseminadas se hacía más denso, y desde la autopista se podían
divisar numerosas pequeñas poblaciones rodeadas de campos de naranjos,
pero también de otra clase de árboles frutales adaptados a zonas
cálidas, como aguacates y mangos. Nina estaba cansada y acalorada, pero
no servía de nada abrir la ventanilla porque el aire, procedente del
desierto del norte de África, era tan tórrido y seco que ardía en la
piel.
—¡Estoy cansada, sedienta y hambrienta! —protestó Nina—.
¿Podemos parar en la próxima área de servicio para refrescarnos y comer
algo?
A pocos kilómetros de distancia encontraron un área de
servicio. Aparcaron el recalentado automóvil y, con las piernas
entumecidas por varias horas de inactividad, entraron en el restaurante.
Nina eligió el plato del día: pescado fresco del mar de la zona y su
madre solo una sencilla ensalada. Tomaron asiento junto a los ventanales
desde donde se divisaba el denso tráfico de la autopista.
—¿Está fresco el pescado? —preguntó la madre para romper el silencio. Nina asintió con un leve movimiento afirmativo de cabeza.
—Sé que te gusta más el pescado que la carne. Donde vamos disfrutarás de las más deliciosas parrilladas de pescado de este país.
Nina comprendió que su madre deseaba retomar el tema del que habían intentado hablar durante el viaje.
—Nina, pasado mañana se reunirá con nosotras mi jefe.
—¡Tu amante!
—¡Sí, sí; mi amante! Pero solo se quedará tres o cuatro días.
—¿En nuestro mismo apartamento?
—¡Claro! ¿Crees que yo podría pagar un apartamento al borde del mar en una de las zonas turísticas más caras del este país?
—Entonces, ¿lo ha pagado él?
—Sí.
—¡Y, claro, te tienes que acostar con él!
—¿Por qué te empeñas en martirizarme? ¿No podrías ser un poco más comprensiva y evitar decirme las cosas con tanta dureza?
Nina sintió que, en efecto, había sido muy dura con su madre, pero su comportamiento era intolerable. No obstante se disculpó.
—Perdona, mamá.
—Bueno,
está bien, pero tienes que comprender las cosas y ser menos
quisquillosa, por no decir ¡puritana! Tú quieres ser una gran cantante,
¿quién crees que paga tus clases de música? Con mi sueldo apenas nos
llega para comer, vestirnos y pagar el alquiler. Sí, es verdad, me
acuesto con él, porque los extras los paga también él. ¡Todo el mundo se
acuesta con todo el mundo! ¿Qué hay de malo en hacer el amor cuando se
tiene mi edad y se es una mujer libre? Comprendo que tú veas las cosas
de otra manera, y me alegro de que sea así, pero no seas tan ligera
juzgando a tu madre solo porque sabe cómo conseguir todo lo que las dos
necesitamos.
Nina escuchaba a su madre, pero no podía estar de
acuerdo. Para ella no había justificación para acostarse con un chico si
no estaba enamorada. Pero no quería contradecirla y la dejó hablar sin
interrumpirla.
—Cuando yo tenía tu edad era como tú, además de que
eran otros tiempos. Las mujeres no podíamos hace nada sin el
consentimiento de los hombres. No teníamos libertad ni podíamos tomar la
iniciativa en nada. ¡Todo era pecado! Con quince años todavía
llevábamos calcetines blancos y era de fulanas llevar pantalones. Ahora
os podéis vestir como os dé la gana, sois libres de tomar la iniciativa y
nadie os pregunta si sois o no vírgenes, porque ya no tiene
importancia. ¿Te gustaría que volvieran aquellos tiempos?
Nina hizo un leve gesto de negación con la cabeza.
—¡No,
claro que no! Por eso yo no encuentro mal que si dos personas se gustan
y se desean hagan el amor sin necesidad de que se prometan amor eterno.
Tú eres libre de pensar de otra manera, pero al menos, respeta mi
manera de pensar y no me juzgues a la ligera.
La madre parecía dudar de lo que deseaba decir a continuación a su confundida hija, pero era necesario que lo supiera.
—Nina,
como estaremos todos juntos en el apartamento tenemos que hacer algo
para que sepas cuándo debes o no entrar. Yo pondré la toalla de baño
roja en la barandilla de la terraza para que sepas cuando debes esperar
en la playa, y cuando no esté ya podrás entrar. ¿Estás de acuerdo, Nina?
A
Nina le pareció intolerable aquel indecente sistema, pero por nada del
mundo deseaba sorprender a su madre en la cama con un hombre, así es que
asintió con una enérgica respuesta, que dejaba claro su malestar.
—¡Sí, mamá, estoy de acuerdo!
—Bueno, es hora de seguir el viaje, aún nos quedan muchos kilómetros, y no quisiera llegar muy tarde.
Las
dos mujeres se reincorporaron a la autopista y prosiguieron el viaje
sin que ninguna de ellas rompiera el tenso silencio creado por la
conversación del restaurante.
Ahora el paisaje había vuelto a
cambiar, y eran abundantes los palmerales y eran pocos los espacios que
no estuvieran urbanizados. Sobre suaves lomas surgían infinidad de casas
de veraneo con amplios jardines bien cuidados, en muchos casos, con
refrescantes piscinas.
El crepúsculo enrojecía las nubes mientras el sol se hundía en el horizonte, liberando el ambiente de su sofocante influencia.
A
pocos kilómetros de su destino, salieron de la autopista y circulaban
por una angosta carretera, a cuyos lados se veía un mar de plástico de
cientos de invernaderos, debajo de los cuales maduraban con urgencia
hortalizas que invadirían los supermercados del norte de Europa.
Era
frecuente encontrarse con trabajadores de los invernaderos, de aspecto
árabe, caminar por los arcenes de la carretera, o montados en
destartaladas bicicletas, por lo que conducir por aquellas carreteras
era un peligro constante.
Por fin remontaron una suave loma desde
donde divisaron la población de su destino. Ya lucían las escasas
farolas callejeras, y una brillante luna llena iluminaba la pequeña
bahía en donde se asentaban una línea de apartamentos a escasos metros
de la playa.
Sobre la ladera por donde descendían había
espectaculares casas de veraneo, muchas de las cuales estaban iluminadas
y sus afortunados residentes descansaban indolentes sobre tumbonas en
sus amplias terrazas. Las dos mujeres se sintieron aliviadas y admiradas
de la belleza del lugar elegido, pero cada una tenía una causa
diferente.
—¡Qué maravilla de pueblo! ¡Vamos a intentar disfrutar de este precioso lugar sin complicarnos la vida! ¿Vale, Nina?
Nina
no contestó, porque no compartía el mismo entusiasmo que su madre por
las expectativas de unas vacaciones inolvidables, pero también se sintió
sobrecogida por la belleza del paisaje.
El pueblo, ahora dedicado
en exclusiva al turismo, había sido una insignificante aldea dedicada
enteramente a la pesca, porque el terreno era demasiado reseco y árido
como para permitir cualquier clase de cultivos. En sus laderas crecían
chumberas silvestres, llegadas de México cinco siglos atrás, y que
prosperaban con amenazante profusión por todo el terreno colindante.
Cuando
entraron en la calle principal, que moría en la misma playa, todavía
estaban abiertos los dos restaurantes del lugar. Sus acogedoras
terrazas, iluminadas con farolillos chinos, estaban ocupadas por
relajados turistas y residentes de las mansiones de la ladera.
La
brillante luz de la luna llena, se reflejaba en una escarpada costa, al
final de la playa que se asemejaba a la gigantesca cabeza de un gigante
surgido del mismo mar. En el horizonte se veía el destello de las luces
de los faroles de las pocas barcas de pesca que quedaban en el
pueblo, que atraían a las valiosas agujas.
A esas horas de la
noche todavía permanecían algunos veraneantes tendidos sobre la arena,
contemplando aquel sobrecogedor paisaje, o el débil resplandor de unas
estrellas ocultadas por la bruma que quedaba suspendida en el aire, tras
un caluroso día de verano.
Su apartamento estaba en la primera
línea de mar, a pocos metros de una playa de arena dorada. Lo más
destacado era la amplia terraza, con vistas directas sobre la playa y el
inmenso mar, que se comunicaba con un amplio y luminoso salón a través
de unas grandes puertas correderas acristaladas.
La madre de Nina
sugirió que un baño caliente les quitaría el cansancio del viaje y
estarían en mejor estado para terminar aquel primer día de sus
vacaciones cenando al aire libre en alguno de aquellos concurridos
restaurantes. Pero Nina prefería una ducha rápida para irse a dormir lo
antes posible. La madre aceptó su sugerencia y tras ducharse y cambiarse
de ropa, acudieron al restaurante.
—¿Te sientes más animada
ahora? ¿No es un lugar ideal para unas vacaciones? Mañana pasaremos todo
el día en la playa, y almorzaremos una enorme y deliciosa parrillada de
pescado. ¿No es eso lo que te gusta?
Nina sabía que su madre
intentaba complacerla para que aceptara la situación de la mejor manera
posible, pero ella seguía creyendo que no serían unas vacaciones
felices, y no ocultaba su negativo estado de ánimo.
—Para ti serán
buenas, pero para mí no. Hubiera preferido haberme quedado con los
abuelos. No sé por qué te empeñaste en que te acompañara.
—¿Pero
cómo puedes decir que no te sientes bien en un lugar como este? Soy tu
madre, pero francamente, Nina, ¡no te entiendo! No conozco a nadie que
no se muera de ganas por pasar unos días en este paraíso. ¿No te gusta
la playa? Cuando tenías 10 años llorabas cuando llegaba el último día de
las vacaciones, ¡y eso que íbamos a unas playas horribles!
—¡Estaba también papá!
—¡Ya
salió tu padre a relucir! ¿Es que nunca vas a aceptar que estamos
divorciados? ¡Hay millones de matrimonios divorciados con hijas como tú
en el mundo, y lo aceptan con resignación, ¡los padres no somos
perfectos! Hija, dame una tregua, y disfrutemos de estas cortas
vacaciones! ¿De acuerdo?
—Lo intentaré.
—Con eso me conformo.
⦁ El bikini
A
la mañana siguiente, Nina se despertó con los primeros rayos de un sol
envuelto en una misteriosa bruma. El mar parecía una inmensa balsa de
aceite, y reflejaba el color violáceo del cielo. Nina se acomodó sobre
una de las tumbonas de la terraza y contempló extasiada el lento clarear
del cielo. En apenas media hora, el sol se había desprendido de la
bruma y brillaba intensamente. El cielo fue tornándose más azul y el mar
recobraba su color azul turquesa. El frescor del amanecer se transformó
en un calor húmedo que se dejaba sentir en la piel.
Permaneció
concentrada en la contemplación de aquella sublime metamorfosis de todos
los amaneceres, hasta que un extraño ruido la arrancó de su ensoñación.
Se levantó contrariada y se asomó sobre la barandilla de la terraza
para encontrar al causante de aquel inoportuno ruido. Era el encargado
de las tumbonas, que las desplegaba con gran agilidad y destreza sobre
la playa.
En pocos minutos armó un gran número de hamacas a lo
largo del espacio reservado de la playa. Nina lo observó fascinada por
su destreza. Era un joven no mucho mayor que ella, vestido con una
camiseta con el logotipo de la localidad y unas bermudas que dejaban ver
sus morenas y musculosas piernas. Se cubría la cabeza con una gorra de
visera, con el mismo logotipo, que ocultaba un cabello de color castaño,
posiblemente quemado por el sol. Cuando terminó de desplegar las
hamacas, se acercó a donde Nina permanecía inmóvil, como si la visión de
aquel joven la hubiera convertido en una estatua, porque guardaba las
hamacas en un pequeño almacén situado debajo de su apartamento. Cuando
estuvo prácticamente bajo su terraza, la mirada de Nina se encontró con
la del joven, y pudo ver el color verde de sus ojos, que habían quedado
momentáneamente fijos en los suyos. Cuando reaccionó quiso alejarse de
la barandilla, pero su voluntad se negaba a obedecer, y permaneció
inmóvil. El joven parecía también sorprendido, y se limitó a saludarla
con exagerada formalidad.
—¡Buenos días! ¿Eres nueva en esta playa?
Nina se limitó a asentir con un gesto de cabeza.
—¡Bienvenida! Espero que pases una felices vacaciones con nosotros. Me llaman Nano, y tú, ¿puedo saber cómo te llamas?
—¡Me llamo Nina!
—¡Nina y Nano! ¡Qué curioso! Bueno Nina, encantado de conocerte. Si quieres usar una tumbona avísame. ¡Nos vemos...!
Nina
se limitó a hacerle un gesto de despedida con la mano, y volvió a
recostarse sobre la hamaca. El verde turquesa del mar ganaba intensidad y
al contemplarlo vio en su imaginación el color verde de los ojos del
joven de las hamacas. «Son del color del mar» —pensó—. «Nano, que
curiosa coincidencia», y se quedó dormida con una leve sonrisa en sus
labios.
Las barcas que durante la noche habían salido a la pesca
de las agujas, regresaban a la playa y las varaban en el área reservada
para los amarres. Los pescadores, curtidos por los vientos marinos,
descargaban sus apreciadas capturas, que eran rodeadas por posibles
compradores.
Los veraneantes más madrugadores se tendían ya sobre
las hamacas y se protegían del sol embadurnándose con crema protectora
con rutinarios movimientos, repetidos de la misma forma cada mañana. El
restaurante abría también sus puertas y preparaba los desayunos de sus
clientes habituales, que sentados en la terraza, esperaban pacientemente
a que todo estuviera listo para servirles una estimulante taza de café.
El
ruido de los motores de las embarcaciones había vuelto a despertar a
Nina, que permanecía tumbada sobre la hamaca sin pensar en nada. La
imagen del chico de las hamacas se había disipado de su imaginación y
ahora solo contemplaba distraída los acantilados que limitaban la
pequeña bahía. Una bandada de ruidosas gaviotas había seguido a las
embarcaciones pesqueras desde alta mar y se posaba sobre la playa,
lanzando sus histéricos graznidos
Su madre apareció también
somnolienta en la amplia terraza, cubierta con una ligera bata de seda
de un llamativo color fucsia, estampada con caracteres chinos. Acercó
una de las hamacas junto a la de Nina y se recostó como si pretendiera
proseguir allí su sueño.
—¿Con quién hablabas, Nina? —le preguntó, sin que estuviera interesada en una repuesta.
—Con el chico de las hamacas.
—Ah, bueno. Debe ser muy temprano; ¿No puedes dormir?
—Quería ver el amanecer. Es sublime. Creo que hoy será un día muy caluroso.
—Pues nos meteremos en el agua y no saldremos en todo el día... ¿Es guapo el chico de las hamacas?
—¡Mamá!
—¿He dicho algo malo? Solo te he preguntado si el chico era bien parecido. Ya tienes 15 años. A tu edad yo ya tenía novio.
—No lo sé, no me he fijado.
—¿Has
estado hablando con él y no te has fijado? Nina, hija, me cuesta
hacerte esta pregunta, pero creo que es necesario que te la haga. Tal
vez desconozca cómo eres en realidad y por eso encuentras extraño mi
comportamiento...¡No serás lesbiana!
—¿Te lo parezco?
—¡Tu comportamiento me confunde!
—Puedes estar tranquila, ¡no soy lesbiana!
—Entonces, te has fijado en el joven de las hamacas.
—Sí, me he fijado, ¡y es muy guapo!
—¡Ahora hablamos el mismo idioma!
—Yo no lo creo. El que reconozca que es guapo no quiere decir que quiera acostarme con él. ¡Es guapo y ya está!
—Está
bien, Nina, dejemos este tema de conversación. No he visto nada
comestible en este apartamento, tendremos que desayunar en el
restaurante. Pero iremos listas para ir después a la playa... No sé si
me atreveré a ponerme el bikini. ¡Estoy hecha una facha! He engordado
cinco kilos este invierno, y eso que he pasado hambre todo el año.
Iremos a un sitio que no esté muy concurrido...
Las dos mujeres
quedaron en silencio, cada una entregada a sus propios pensamientos
sobre lo que esperaban de aquellas vacaciones. Para la madre de Nina era
tan solo unos días de descanso, que aprovecharía para encontrarse con
un hombre que le gustaba y con el que deseaba hacer el amor. Para Nina
eran dos semanas de resignación en las que no esperaba gozar de ninguna
diversión. Se preguntaba por qué su madre se había empeñado en que la
acompañase.
Cuando sus padres se divorciaron ella tenía solo 10
años, y el juez decidió que fuera la madre quien tuviera su custodia,
porque en aquellos días el padre estaba desempleado, mientras que su
madre tenía un buen empleo en una renombrada agencia de publicidad,
donde era la secretaria particular del director. Cargo que había
obtenido, más que por sus méritos, gracias a su relajada moralidad.
La madre de Nina se probó el bikini antes de decidirse a ir a la playa y quedó horrorizada de su aspecto.
—¿Cómo
voy a ir a la playa donde hay tanta gente con estas cartucheras y estos
horribles michelines? ¡Estoy hecha un adefesio, no sé si quedarme en el
apartamento y tomar aquí el sol!
Nina creía que los lamentos de
su madre sobre su físico eran reacciones histéricas, de una mujer
incapaz de aceptar el paso del tiempo, y sus inevitables efectos en el
deterioro físico. Las playas estaban llenas de mujeres de mediana edad
que habían perdido su figura y no se comportaban de aquella histérica
manera.
—¡Mamá, tú no eres la única mujer con cartucheras y
michelines de la playa, hay muchas peores que tú y no se avergüenzan de
su cuerpo!
—Hablas así porque tú no tienes este problema. ¡Ya te acordarás de tu madre cuando tengas mi edad!
—Además, ¡que más te da si le gustas así a tu amante!
—¿No habíamos acordado una tregua?
—Sí, mamá, pero pon tú un poco de tu parte...
—Bueno, está bien, Nina, ¡haya paz entre nosotras! Vamos a desayunar y me resignaré a ser el hazmerreír de todos en la playa.
Cuando
las dos mujeres bajaron a la playa, numerosos veraneantes ocupaban ya
las tumbonas que el joven Nano había desplegado sobre la playa horas
antes. El sol recalentaba la arena de la playa, y una cálida brisa
llegaba del mar, con sabor a salitre, que refrescaba como un bálsamo la
piel. Nano vio llegar a las dos mujeres y se adelantó para ofrecerles
dos de las pocas hamacas que aún quedaban desocupadas.
—Buenos días, ¿quieren una tumbona? Hoy es un día de mucho calor, estarán mejor debajo de una sombrilla.
Nina
volvió a sentir la mirada de Nano, y a admirar el color de sus ojos,
que había asociado al color del mar. La madre aceptó la oferta de Nano y
se acomodaron en las hamacas debajo de unas amplias sombrillas de
brezo, que les protegían de un sol cada vez más implacable y abrasador.
—Creo,
Nina, que hemos elegido el día más caluroso del verano para nuestro
primer día de vacaciones. Llevas razón, el chico de las tumbonas es muy
guapo, y creo que le gustas, por la forma en que te miraba.
Nina
creyó que su madre le estaba incitando a que sedujera al joven, tal vez
para que se pusiera en su lugar y fuera más tolerante con su conducta.
—Nina,
nunca me has hablado de tus relaciones con los chicos de tu edad. Ya
tienes quince años, supongo que habrás tenido ya alguna aventura
romántica.
—No, mamá, no he tenido ninguna aventura romántica, como tú dices...
—¿No has encontrado todavía ningún chico que te gusté?
—Claro
que sí, como todas las chicas, supongo, pero eso no quiere decir que
deba tener una aventura con todos los chicos que me gustan.
Su
madre se había propuesto aprovechar aquellas vacaciones para conocer
mejor a su hija, con quien apenas habían intercambiado confidencias
sobre un tema tan sensible y difícil de tratar, como era la sexualidad.
Nina sabía prácticamente todo sobre su madre, pero ella no sabía nada
sobre su hija.
La siguiente pregunta fue más directa y personal.
—Nina, si no quieres no me contestes, pero soy tu madre y debo hacerte esta pregunta: ¿Eres virgen todavía?
Nina
se ruborizó y se negó a contestar, porque no creía que a su madre le
preocupase si ella era o no virgen. Al menos nunca se había preocupado
por enseñarle todo lo que debía saber sobre el sexo. Ella lo aprendió
por sí sola, con las confidencias de sus amigas y toda la información
que se podía encontrar en la red Internet.
—¿Eso te preocupa? ¡Es una novedad!
—Está bien, no me contestes si no quieres, pero ¿no crees que deberíamos tener una charla de mujer a mujer...?
—No es necesario, mamá, ya sé todo lo que se tiene que saber sobre el sexo. ¡Llegas un poco tarde!
—Lo siento. Sí, no soy una madre ideal...
La
llegada de Nano interrumpió aquella conversación entre madre hija.
Llevaba una bandeja, sobre la que había dos vasos de plástico con zumos
de frutas. Se acercó a Nina y se lo ofreció:
—¡Regalo de la casa. Te refrescará un poco!
Nina
se sorprendió, pero aceptó el regalo. Su madre cambió una mirada de
complicidad con ella y aceptó a su vez el vaso que le ofrecía Nano.
—Eres muy amable, Nano, gracias —se limitó a decir la sorprendida Nina.
—Soy el camarero del bar de las hamacas, si quieren algo solo tienen que llamarme.
—Lo haremos, Nano.
El
joven esperaba que Nina comprendiera que desde que la conoció aquella
misma mañana, se había sentido atraído por ella, y le diera alguna
muestra de que era correspondido, pero Nina no le mostró el mínimo
afecto. La madre observaba a su hija sin atreverse a intervenir, y Nano
volvió al bar decepcionado por la frialdad con la que había aceptado su
regalo.
—Si te comportas siempre así, serás una solterona
amargada. ¿No podrías ser un poco más amable? —le comentó la madre
decepcionada por el carácter huraño de su hija. —¡Desde luego que no te
pareces en nada a mí!
Nina pensó que de haber sido ese encuentro
en otras circunstancias y sin la presencia de su madre, se hubiera
mostrado más amable, pero allí no estaba de humor. Deseaba que su madre
supiera que no aprobaba su conducta, y se mostraría de esa misma manera
hasta el final de las vacaciones. Lo sentía por Nano, pero no estaba
dispuesta a cambiar de actitud ni siquiera por él.
Bebieron los
zumos en silencio. Al mediodía la brisa cambió de dirección, no provenía
del mar sino del interior, recalentada en su tránsito por los parajes
semidesérticos de los alrededores.
—¡Este calor es insoportable
—se quejó la madre—. No sé si quieres bañarte conmigo, pero yo me voy a
dar un chapuzón para quitarme este sofoco!
Nina también se sentía
agobiada por el calor y accedió a bañarse junto a su madre. Madre e hija
entraron en el agua, salpicándose una a otra. Durante unos minutos el
estímulo del baño hizo que Nina olvidase su propósito de mostrarse
huraña y ambas mujeres se entregaron a inocentes juegos dentro del agua.
Finalmente la madre sujetó a Nina con un abrazo para que dejara de
salpicarla. Cuando la madre se dio cuenta de que abrazada a su hija, no
pudo evitar un amargo comentario:
—Nina ¿por qué no podemos ser
buenas amigas? No te pido que me quieras, porque no puedo cambiar tus
sentimientos hacia mí, solo te pido que me aceptes como soy y que no me
juzgues, ¡porque nadie es perfecto!
Nina se libró del abrazo de su madre y respondió con cierta amargura:
—¡Lo siento, mamá, pero también tú debes aceptarme a mí como soy, y no puedo justificar tu comportamiento!
—Qué
quieres que haga, ¿enterrarme en vida? ¿Olvidarme de que tengo un
cuerpo? ¿Perder mi empleo? O, tal vez, ¿volver con tu padre?
Nina
no respondió, y se alejó de la madre nadando lentamente, en dirección
opuesta a la playa. La madre empezó a alarmarse cuando vio que Nina
seguía nadando alejándose peligrosamente de la costa.
—¡Nina, no te alejes tanto—le gritó—. Vuelve, por favor. No seas imprudente!
Pero
Nina no parecía escucharla. Dejó de nadar y agitó los brazos, tal vez
para saludarla, pero ella lo interpretó como si estuviera pidiendo
ayuda. Nano había estado siguiendo los juegos entre madre e hija, y
también creyó que Nina se encontraba en apuros, y vestido como estaba,
se arrojó al agua y nadó vigorosamente hacia donde estaba Nina. Cuando
llegó, Nina estaba relajada, flotando en el agua sin el menor indicio de
que estuviera en peligro. Nano le reprocho su comportamiento.
—¡Has asustado a tu madre, creía que te estabas ahogando!
Nina no respondió, pero nadó regresando a la playa, seguido de el decepcionado Nano.
—¡Nina, no vuelvas a asustarme! —le reprochó su madre cuando estuvo junto a ella.
Nano
también estaba molesto y con las ropas mojadas por culpa de aquella
falsa alarma. Para colmo algunos clientes estaban esperando sus
encargos, que Nano había dejado de servir para aquel frustrado
salvamento. Cuando regresó al bar, su jefe le reprendió severamente:
—Nano,
tu no eres el salvavidas de esta playa, sino el camarero de este bar, y
has dejado de cumplir con tu obligación para salvar una joven que
seguramente nada mejor que tú. Ve a atender a los clientes y que sea
esta la última vez que abandonas tu trabajo.
⦁ La invitación
La
madre cumplió su promesa y degustaron una deliciosa parrillada de
pescado en uno de los restaurantes de la playa. Nina parecía disfrutar
de aquel plato tan especial y relajó su actitud huraña.
—¿Tienes
que comerte una parrillada de pescado para ser amable con tu madre?
¡Caro me va a salir tu afecto! No sé tú, pero yo me muero por una cama.
¡Nos sentará bien una buena siesta! ¿No es maravilloso poder estar de
vacaciones, no pensar en nada y dormir todo el tiempo que nos apetezca?
—¡Claro, mamá!
El
calor húmedo de aquella mañana había provocado la formación de oscuras
nubes que amenazaban tormenta. A pesar de la claridad del día, ya se
podían ver en el horizonte el resplandor de los relámpagos, no muy lejos
de allí. La madre de Nina sugirió que no tomarían café para volver
cuanto antes al apartamento y evitar la lluvia, que no tardaría en caer.
Cuando regresaban caminando por la playa, se encontraron con Nano, que
atendía a unos clientes.
—Hola, Nano —le saludó Nina, mostrándose
más amable que durante la mañana—. Todavía no te he dado las gracias por
lo de esta mañana. Si hubiera estado en peligro me hubieras salvado de
ahogarme. ¡Eres muy valiente!
—Gracias, Nina, pero me alegro de que no estuvieras en peligro, aunque me costara un buen remojón y una bronca de mi jefe.
La
madre de Nina aprovechó la ocasión para que su hija se mostrara amable
con aquel joven, entablara amistad y sobrellevara mejor aquellas
vacaciones.
—Nano, ¿por qué no cenas con nosotras esta noche?
Encargaremos unas pizzas y nos las comeremos tranquilamente en la
terraza. ¿De acuerdo?
—Estaré encantado, pero tendrá que ser tarde, porque yo termino tarde mi trabajo.
—Te esperaremos, ¿verdad, Nina?
Nina
sabía cuál era la intención de su madre: sin duda que pretendía que
encontrara alguien con quien distraerse cuando ella estuviera con su
amante, por eso no estuvo de acuerdo con su madre.
—No sé, pero yo no quiero acostarme muy tarde; tal vez otro día, cuando Nano tenga el día libre...
—Yo
no tengo ningún día libre —interrumpió Nano—, trabajo todos los días de
la semana, solo por dos meses. Pero no se preocupe, le agradezco el
detalle, que es lo importante. Nina debe estar cansada...
—Sí,
estoy cansada; bueno, adiós, Nano. Tenemos que darnos prisa porque está a
punto de llover. ¡Se está preparando una buena tormenta!
Nina
urgió a su madre para que llegaran cuanto antes al apartamento, pero no
era por temor a la lluvia, sino por temor a que hiciera su voluntad
buscándole alguien que la entretuviera.
—¡Hija, eres incorregible! ¿No tienes corazón? ¿Cómo puedes tratar así a este muchacho? No puedes estar cansada.
—Mamá,
no insistas en buscarme alguien que me entretenga mientras tú te
acuestas con tu amante. ¡Prefiero estar sola! ¿De qué podríamos hablar?:
«Gracias por distraerme mientras mi madre se acuesta con su jefe. No;
no es una cualquiera, solo que es muy liberal y no encuentra raro
acostarse con un hombre casado durante sus vacaciones».
La madre reaccionó con agresividad.
—¡Nina, estás agotando mi paciencia! ¡Creo que estás decidida a arruinarme estas vacaciones!
—¡Dame el dinero para el viaje y me voy ahora mismo con los abuelos!
—Cuando
seas mayor de edad podrás hacer lo que mejor te parezca, pero hasta
entonces tendrás que estar a mi lado. Puede que no sea una madre
ejemplar, pero al menos me he propuesto darte los medios para que
completes tu educación. Después podrás valerte por ti misma y hacer lo
que te parezca bien. Solo te pido que hagamos llevadera nuestra relación
hasta que llegue ese día. ¡No es mucho lo que te pido!
Las dos
mujeres permanecieron en silencio hasta llegar a su apartamento sin que
descargara la amenazante tormenta. Fuertes vientos del interior
disipaban los oscuros nubarrones. La madre de Nina se retiró a su
dormitorio y Nina prefirió recostarse sobre una hamaca de la terraza y
contemplar fascinada los nuevos nubarrones cargados de electricidad que
reemplazan a los disipados por el fuerte viento.
Nina recordó su
primer encuentro con Nano y la impresión que le causó el color verde
mar de sus ojos, y reconoció que su madre llevaba razón: había sido muy
descortés con él. Sintió la necesidad de disculparse lo antes posible.
Saltó a la playa desde la terraza y se encaminó al bar de Nano para
disculparse y avisarle que aceptase la invitación de su madre para cenar
juntos cuando estuviera libre de su trabajo.
Una súbita lluvia
torrencial interrumpió su camino y corrió a refugiarse bajo el porche de
un piano-bar situado bajo la terraza del restaurante. El local era una
amplia sala decorada con artes de pesca. La mitad del casco de una barca
servía de barra y de las paredes colgaban numerosas postales, enviadas
desde sus respectivos lugares de residencia, por veraneantes que habían
estado allí. Junto a las postales colgaban fotografías de personas y
grupos sonrientes, fotografiados en el mismo bar, que habían dejado como
recuerdo de sus vacaciones en aquel lugar. En el fondo de la sala había
un pequeño escenario, donde cada noche actuaba algún cantante o músico
espontáneo que veranease en la localidad, el resto eran sillas y mesas
para los asistentes a esas actuaciones. El local carecía de ventanas y
estaba sumido en una penumbra que daba relieve al escenario, iluminado
con uno de los pocos focos de luz eléctrica de la sala.
Cuando
cesó el estruendo de la lluvia torrencial, del interior del local se
escuchaba el sonido de una guitarra, que interpretaba improvisaciones de
gran armonía y belleza musical.
—¡Estoy soñando o alguien está interpretando música clásica con una guitarra!
Nina
entró en el bar de donde provenía la música y, para su asombro, el
guitarrista era Nano, que sentado sobre un taburete en el pequeño
escenario, estaba ofreciendo un breve recital a los clientes del local.
Nano la vio entrar y le dirigió una sonrisa como saludo. Nina le
devolvió el saludo con otra tímida sonrisa y un leve gesto con la mano, y
permaneció inmóvil como si la música de Nano la hubiese encantado,
hasta que finalizó su actuación.
Nano combinaba su trabajo como
camarero y responsable de las hamacas, con breves interpretaciones con
la guitarra en aquel piano-bar, y por las noches, al finalizar su
trabajo en la playa, acompañaba a los cantantes espontáneos. Cuando Nano
finalizó su breve concierto, Nina se acercó al escenario con una mal
disimulada expresión de asombro.
—¡Nano, tocas muy bien la guitarra!
—No tan bien como sería mi deseo, pero estudio en el Conservatorio para ser un buen guitarrista...
—¿Estudias música? —Nano afirmó con un leve gesto de cabeza, y lo acompañó con un armonioso acorde.
—Yo también estudio música, y también toco la guitarra, aunque no tan bien como tú, ¡quiero ser una gran cantaautora!
—¡Nina
y Nano! ¿No sería un buen nombre para un dúo? Tal vez, si no te
acostaras temprano, podías venir esta noche a escuchar a los cantantes
espontáneos. Son pésimos, pero divertidos. Pero si te animas tú también
podrías cantar alguna canción, este auditorio no es muy exigente.
Después podíamos cenar juntos las pizzas que había comentado tu madre.
Nina
se sintió atrapada, pero la favorable impresión y la sorpresa que le
había causado el descubrimiento de la vocación de Nano venció, y aceptó
la invitación.
—¡De acuerdo, Nano, aquí estaré!
Cuando Nina
regresó al apartamento y comentó con su madre su asombroso
descubrimiento y lo que había acordado con Nano, no podía ocultar su
satisfacción por el cambio de humor de su hija. Su encuentro con Nano
había sido providencial. Creía que Nina podría tener su primera aventura
amorosa, lo que la haría más comprensiva y tolerante.
—¡Quién nos iba a decir que el chico de las tumbonas era un músico excelente! ¿Te alegras ahora de haber venido?
Nina
tuvo que reconocer que aquel inesperado descubrimiento le había hecho
olvidar por unos momentos su propósito de mantener su negativa opinión
sobre el comportamiento de su madre. Ahora estaba pensando en la
propuesta de Nano de cantar alguna canción en aquel bar de aficionados, y
se sintió inspirada para componer ella misma la canción que podía
interpretar, y en el tiempo que tenía hasta regresar al bar.
—Sí, mamá, pero eso no quiere decir que apruebe tu conducta.
—Me he resignado ya, pero al menos espero que nos llevemos mejor. Solo son dos semanas. ¿Podrás hacerlo?
Nina no quería que las tensas relaciones con su madre anulasen su inspiración, y cedió a sus deseos.
—De acuerdo, mamá, lo intentaré.
Cuando
llegaron al apartamento Nina desenfundó su guitarra y salió a la
terraza. Sacó una hoja de papel pautado de una carpeta y escribió las
primeras notas de su improvisada canción.
—¿Nina, no vas a dormir la siesta? —comentó la madre extrañada por el nuevo comportamiento de su hija.
—No, mamá, quiero componer una canción para interpretarla esta noche en el bar de Nano.
—Me parece una maravillosa idea, Nina. Te dejo sola para que no pierdas la inspiración.
—Gracias, mamá.
Cuando
se quedó sola pensó que necesitaba una letra para componer después la
melodía. Recordó el color de los ojos de Nano y su parecido con el color
del mar y escribió sin saber de dónde provenían unos inflamados versos
en el dorso de la partitura:
Cuando escribió el último verso no
sabía de dónde habían surgido. Pero no comprendía por qué uno era tan
trágico. Porque no tenía nada que ver con su estado de ánimo en aquellos
inspirados momentos.
Compuso después la melodía, y se maravillaba
de sí misma, por haber sido tan fácil componer aquella breve pero
apasionada canción. La cantó varias veces para memorizar la letra y
cuando su madre despertó de su siesta, la canción ya estaba
completamente terminada.
La madre había escuchado la última vez
que Nina la cantó y estaba asombrada de la transformación de su hija,
que a juzgar por la letra era evidente que se había enamorado de Nano,
pero no quiso violentarla y no hizo ningún comentario sobre esta
posibilidad.
—Es una bonita canción, Nina, ¿la has compuesto tú?
—Claro, no hay nadie más aquí, ¿Quién podía haberla compuesto?
—Pues mi enhorabuena, porque es una hermosa canción. Tendrá mucho éxito esta noche en el bar de Nano.
A
medida de que se aproximaba el momento de su actuación, Nina se sentía
más nerviosa e insegura. Nunca había cantado ante un público tan variado
y esa era, además, la primera vez que lo hacía con una de sus propias
composiciones.
—Mamá, voy a dar un paseo sola por la playa, quiero quitarme los nervios por lo de esta noche.
—Está bien, lo comprendo. Yo aprovecharé para hacer las compras para la cena.
Cuando
estuvo en la playa, Nina se encaminó en dirección a los acantilados. Un
grupo de jóvenes jugaban un partido de balón-bolea, en los límites de
la playa, en una zona reservada para la práctica de los deportes. En una
de las boleas el balón fue a para a sus pies. Uno de los jóvenes vino
en su busca. Cuando estuvo cerca de ella, Nina reconoció asombrada que
era un compañero de su academia de música.
—Nina, ¡qué sorpresa! ¿Veraneas también tú aquí?
—Sí, Marc, paso dos semanas con mi madre. ¡Qué increíble coincidencia! ¿Has venido con tus padres?
—¡Qué remedio, no tengo medios para veranear por mi cuenta!
—¿Por
qué no vienes esta noche al piano-bar que hay debajo del restaurante?
¡Voy a cantar una canción que he compuesto hoy mismo!
—Dalo por
hecho, allí estaré. Y tú, ¿por qué no te unes a nuestro grupo? Aquí no
hay muchas cosas para entretenerse, es un lugar para viejos, y tenemos
que buscarnos la manera de divertirnos. Mañana Carmen, una chica de
nuestra pandilla, da una fiesta de despedida en el chalet de sus padres.
¿Por qué no vienes tú también?
—Gracias, Marc, ya lo hablaremos esta noche en el bar.
—¡Vale, nos vemos allí!
Nina
prosiguió su paseo, mientras el grupo de jóvenes reemprendían el juego.
Al llegar a los límites de la playa, se dejó caer apesadumbrada sobre
la arena.
El sol del crepúsculo bordeaba el horizonte del lado de
las laderas del interior y las sombras de las casas de veraneo se
alargaban, hasta dejar la playa en la sombra. Los veraneantes
abandonaban las hamacas con movimientos lentos y perezosos, y se
encaminaban sin prisa a sus respectivas residencias. Algunos perros
abandonados por los veraneantes merodeaban por los alrededores de los
restaurantes, o se sentaban sobre sus cuartos traseros y esperaban
pacientemente a que alguien les arrojase algún resto de comida.
Nina
regresó sin prisa, caminando con parsimonia, porque no deseaba
encontrarse de nuevo con su madre. Cuando le dijera que se había
encontrado con un compañero de su academia, y que estaba con sus padres,
sería inevitable que se encontrasen en un lugar tan reducido. Marc
podía presentar sus padres a cualquiera de sus amigos, pero Nina tenía
que ocultarles a su madre, porque se avergonzaba de su conducta inmoral.
Estaba todavía a mitad de camino cuando se encontró con Nano, que parecía excitado y la estaba buscando.
—¡Por fin te encuentro!
—¿Pasa algo, Nano?
—¡Claro
que pasa algo! Esta noche tenemos un oyente de excepción: el director
gerente de una importante discográfica, que acaba de llegar a su casa de
veraneo de la ladera, y nos ha confirmado que vendrá al bar esta noche.
No sé lo que quieres cantar, pero sea lo que sea ¡lo tenemos que
ensayar!
Nina sintió que asumía una responsabilidad para la que no
estaba preparada. Ella solo pretendía pasarlo bien haciendo lo que más
le gustaba, y ahora parecía como si estuviera en juego sus sueños del
futuro.
—He compuesto una pequeña canción para esta noche. Tal vez le guste
—¿Puedo escucharla?
—Vamos a mi apartamento y te la cantaré.
Cuando
llegaron al apartamento, coincidieron con la madre que cargaba con dos
grandes bolsas del supermercado local, con todo lo necesario para la
cena y para los días sucesivos.
—¡Un robo! ¡Aquí todo es carísimo!
Si vuelvo otro año me traeré provisiones para todas las vacaciones!
Nano, ¿no deberías estar en tu trabajo? ¿Sucede algo?
—Espero que
mi jefe no me eche en falta. Es un tirano, pero tenía que encontrarme
con Nina. Pero no perdamos el tiempo. Enséñame la partitura de esa
canción.
Nina le mostró las hojas de papel pautado donde había
escrito la melodía, y donde estaba también escrita la letra en la parte
correspondiente a la melodía. Nano la tarareó según la iba leyendo, y su
expresión ganaba entusiasmo a medida que progresaba. Cuando la
finalizó, permaneció unos instantes pensativo y, de improviso, se volvió
hacia Nina, y exclamó sin disimular su asombro:
—¡Nina, es magnífica! ¡Cántala!
Nina
se sentía halagada, pero al mismo tiempo, sentía cierto rubor de cantar
su canción ante la persona que la había inspirado. Pero accedió.
Cuando finalizó, Nano le hizo una pregunta que para ella no tenía respuesta.
—Nina,
¿en quién estabas pensando cuando escribiste la letra de esta canción?
¡Empieza felizmente, pero habla de una tragedia! ¿Por qué?
—No lo sé, me salió así.
—Bueno,
dejemos eso ahora. Llévate tu guitarra. Yo me llevo esta partitura para
hacer unos arreglos para una segunda guitarra. ¡Tu actuación tiene que
ser perfecta!
⦁ La canción de Nina
Nina y su madre
llegaron al bar de Nano cuando todavía no había acudido ningún cliente.
Nano estaba ensayando los arreglos que había escrito para una segunda
guitarra. Ambos se saludaron con un leve gesto. Nina dejó su guitarra
sobre el escenario; se sentó junto a su madre en las sillas más próximas
al escenario, y se concentró en los arreglos de Nano.
No había
terminado de interpretarlos, cuando entraron en el piano-bar Marc, su
compañero de la academia, y el grupo de adolescentes que formaban la
pandilla. Todos saludaron efusivamente a Nina, y le deseaban éxito en su
actuación. Instantes después entraron los padres de Marc, acompañados
de los padres de otros adolescentes. La madre de Marc conocía a la de
Nina, por haberse encontrado en varias ocasiones en las puertas de la
academia, esperando a sus hijos.
—¡Qué curiosa coincidencia! —exclamó sorprendida—. ¡Verdaderamente el mundo es un pañuelo! ¿Veranea usted también aquí?
—Por desgracia, no. Solo hemos venido a pasar dos semanas —contestó ella haciendo un esfuerzo por mostrarse amable.
—¡Qué
lástima que no puedan quedarse más tiempo, porque es un lugar
maravilloso! Nosotros venimos cada año, porque tenemos una casita en la
ladera. Pero mi marido solo pasa un mes con nosotros, porque tiene que
atender sus negocios. ¿Y el suyo, está con usted o también es un esclavo
del trabajo?
La madre de Nina se sintió incómoda y violenta,
porque no esperaba que en aquella pequeña población, situada en un
remoto lugar del país, pudiera encontrarse con algún conocido. ¡Por eso
la habían escogido! Intentó encontrar una respuesta evasiva, para no
descubrir su estado de divorciada.
—¡Todos son iguales!
—Es
encantadora su hija Nina, y una gran artista. Marc siempre nos habla de
ella como una se las promesas de la academia de música. ¡No nos
perderíamos su actuación por nada del mundo!
Nina estaba rodeada
por los amigos de Marc, pero había observado a su madre conversar con la
suya y estaba inquieta por lo que pudieran estar hablando.
Poco a
poco el local se fue llenando de público. Nano había escrito con
grandes caracteres sobre una pizarra colgada en la entrada del local la
actuación extraordinaria del nuevo dúo, «Nina y Nano», que había
levantado más expectativa de la habitual.
Los padres de Marc se
sentaron en la misma mesa de la madre de Nina, junto al escenario, y
continuaban relatando las maravillas de la población donde tenían su
residencia de verano.
—Aquí todavía se puede encontrar un sitio
donde tomar el sol en la playa. Hay localidades de veraneo en este país
donde ya es necesario reservar un espacio en la playa con un año de
antelación.
La madre de Nina sonrió la ocurrencia, pero no se
sentía con humor como para seguir aquella conversación, por lo que
permaneció en silencio.
Nano estaba pendiente de la entrada del
director de la discográfica, porque probablemente no permanecería mucho
tiempo en el local. Le había reservado una de las mesas situadas junto
al escenario. Comprobó que la megafonía tenía el volumen correcto y
cuando creyó que todo estaba en orden, se unió al grupo de amigos de
Marc.
El bar estaba ya abarrotado, y algunos permanecían en la puerta ante la imposibilidad de poder entrar al interior.
Mientras
esperaban la visita del ejecutivo de la discográfica, Nano amenizaba a
los reunidos con improvisaciones de música clásica, que era del agrado
de aquel auditorio. Por fin, media hora más tarde llegó el invitado de
excepción acompañado de una joven, que probablemente debía ser su hija.
Nano los acomodó en la mesa reservada para ellos y avisó a Nina, que
estaba todavía con los adolescentes, para que se preparase para su
actuación.
—¡Buenas noches a todos! —saludó Nano, y presentó a
Nina con la profesionalidad de un maestro de ceremonias —. Esta noche
les vamos a presentar un nuevo dúo que se ha formado en este mismo
lugar, entre una cantante y compositora, Nina y yo, Nina ha compuesto
esta misma tarde una canción romántica para su presentación, que estoy
seguro de que les agradará. Un aplauso para ella.
Nina se subió al
pequeño escenario y recibió el aplauso con inquietud y nerviosismo, y
por la expresión de su rostro era evidente que se sentía abrumada. Nano
le dirigió una afectiva mirada, que pretendía darle ánimos, e inició los
acordes iniciales que había escrito para acompañarla. En momento
preciso, Nina cantó su canción.
He soñado que tus brazos me abrazaban, como abraza una barca el temporal.
Que tus labios me besaban, como besa la luna llena el mar.
Que tu sonrisa me cautivaba, como cautiva la aurora boreal
Tus ojos son del color del mar,
tus caricias como las olas que vienen y van.
Soñé que te hundías en el mar y me hiciste llorar.
Que te habías desvanecido, como se evapora el agua del mar.
Que éramos dos extraños, como la montaña y el mar.
Que solo me quedaba esta canción, donde antes tenía un corazón.
Tus ojos son del color del mar,
tus caricias como las olas que vienen y van»
Soñé que te devolvía el mar, y me hiciste recordar.
Que ayer nos amábamos, como ama la lluvia el mar
Que hoy nos encontramos, para no volvernos a separar.
Que volvía a tener un corazón, donde antes solo tenía una canción.
Tus ojos son del color del mar,
Tus caricias como las olas que vienen y van.
Cuando
finalizó la canción se produjo un dramático silencio entre los
asistentes, sobrecogidos por la trágica belleza de su canción. Cuando
reaccionaron prorrumpieron en un fuerte y caluroso aplauso. Nina se
sentía abrumada por aquella muestra de admiración por su canción. Nano,
que había hecho unos brillantes arreglos, cogió de la mano a Nina y
ambos agradecieron los interminables aplausos con muestras de humildad.
—¡Gracias;
sois un gran público —dijo Nano a los asistentes, visiblemente
emocionado—. Pero Nina merece vuestro aplauso! ¡Es una preciosa canción!
El
ejecutivo de la discográfica parecía tomar notas en la agenda de su
móvil. La madre de Nina estaba desbordada por el indudable éxito de su
hija. Solo Nano no parecía sorprendido, porque sin duda estaba
convencido de aquel éxito.
El ejecutivo de la discográfica guardó su móvil e hizo una señal a Nano para que se acercara.
—A
finales de esta semana venid a mi casa de la ladera y hablaremos de
vuestro futuro —le dijo sin mostrar la mínima emoción—. Necesitamos
alguien que entusiasme a los adolescentes... —y abandonó el local
seguido de su joven acompañante.
Nina era incapaz de asumir la
extraordinaria acogida de su canción. Parecía estar ausente, viviendo ya
en otra dimensión: ¡la de la fama! Los adolescentes amigos de Marc la
rodeaban y la agobiaban con sus elogios. Nano creyó que debía rescatarla
de sus primeros y entusiasmados admiradores, y recordó a la madre el
plan de cenar las pizzas en la terraza y librar a Nina de aquel
agobiante ambiente de triunfo, para el que no estaba preparada.
—Me
siento responsable de la confusión de Nina. Un éxito inesperado puede
ser destructivo —comentó con la madre—. Yo no busco el éxito, solo
aspiro a ser un buen músico, no un buen ídolo, y creo que Nina debería
adoptar esta misma filosofía, o el éxito la destruirá.
La madre estaba totalmente de acuerdo con Nano.
—¡Esperemos que todavía se acuerde! —le contestó—. Creo que a partir de ahora Nina será otra chica diferente.
Llamaron
a Nina para recordarle que habían planeado cenar justos después de su
actuación, pero Nina no parecía entusiasmada con la idea, y prefería ir a
cualquier sitio, pero con el grupo de sus nuevos amigos y admiradores.
—¡Mamá, no me apetece encerrarme ahora en nuestro apartamento. Creo que me iré con estos amigos a celebrarlo!
—¿A celebrar qué, Nina? —le preguntó Nano.
—¿Y tú me lo preguntas? ¡Mi éxito!
—¡Yo creía que era nuestro éxito!
—Bueno, sí, nuestro éxito, ¡que más da! ¿Por qué no vienes también tú con nosotros?
—¿Te
has olvidado de que soy el chico de las tumbonas? Cuando nos conocimos
eran las seis y media de la mañana, la hora en que empieza mi trabajo.
¡Tengo que madrugar, no puedo acompañaros!
—¡Compréndelo, yo estoy de vacaciones!
—Sí, casi lo había olvidado. Entonces, que te diviertas, Nina. ¡Te lo mereces!
La
madre pensó que finalmente Nina se comportaba de la forma más favorable
para sus planes. La localidad era tranquila y no corría ningún riesgo.
Podía regresar a la hora que quisiera, y cuanto más tarde regresara más
tiempo podía dedicar a su amante. Lo sentía por Nano, pero su hija había
demostrado un carácter muy voluble. Tal vez sería mejor que aquella
amistad no prosperase. Y sin su ayuda su carrera de cantante se vería
muy limitada.
Nina y la pandilla de nuevos amigos abandonaron el
bar y se dirigieron a la zona de la playa que limitaba con los
acantilados, en el mismo lugar donde los había conocido, que estaba
desierta a esas horas de la noche. La playa permanecía en la oscuridad y
solo podían verse unos a otros por la iluminación de una pálida y
brumosa luna, rodeada de un difuso anillo de vapor de agua. Alguien
había traído varias botellas de soda y otras de ginebra y se prepararon
bebidas para todos. Encendieron un equipo musical portátil creando un
ambiente festivo, en el que los adolescentes se sentían identificados.
Cuando todos tuvieron sus bebidas, Marc propuso un brindis:
—Brindemos por Nina, porque esta noche ha nacido otra estrella en el firmamento.
—¡Por Nina, nuestra estrella! —corearon los adolescentes.
Media
hora después todos estaban bajo los efectos del alcohol, y uno propuso
darse un baño, porque la noche era calurosa y bochornosa, por causa de
la pasada tormenta. Hubo total unanimidad. Se desnudaron y se lanzaron
al agua haciendo toda clase de graciosas piruetas.
Nina les imitó y
cogida de la mano de Marc, se lanzaron al agua, participando en los
juegos de los demás adolescentes. Cuando se cansaron, volvieron a la
playa y se tendieron exhaustos sobre la arena. Marc se tendió junto a
Nina. Una fresca y húmeda brisa secaba sus cuerpos desnudos. Marc cogió
la mano de la desprevenida Nina, se inclinó sobre ella y la besó en los
labios. Nina, todavía bajo los efectos del alcohol, no reaccionó, y
sintió que el beso de Marc recorría todo su cuerpo con un escalofrío de
placer. Marc acarició sus senos y nuevamente sintió que un intenso
placer que le dejaba incapaz de reaccionar y evitar sus caricias.
Instantes después estaban haciendo el amor sin que Nina tuviera fuerza
de voluntad para negarse. Después se quedaron dormidos, al igual que
sucedía con el resto de los adolescentes.
El fresco relente de la
mañana le despertó y Nina sitió un intenso dolor de cabeza. Cuando
intentó erguirse se dio cuenta de que Marc la rodeaba con uno de sus
brazos y comprendió lo que había sucedido. Un súbito sentimiento de
culpa le oprimió el pecho. Se deshizo del abrazo de Marc y buscó sus
ropas que habían quedado esparcidas por la playa. Se vistió
apresuradamente y sin despedirse de los adolescentes, emprendió el
regreso a su apartamento, sin poder contener unas lágrimas amargas por
lo que había sucedido. Ahora ya no podía censurar a su madre de inmoral,
porque ella se había comportado de la misma manera.
«Al menos
ella saca algún provecho, mientras yo he sido una tonta, que lo he hecho
por nada, y ni siquiera estoy enamorada de Marc» —pensó amargamente. Se
secó las lágrimas y trató de serenarse antes de que se pudiese
encontrar con su madre.
Aquel amanecer le recordó el primero que
contempló apenas hacia veinticuatro horas y parecía como si hubiera
pasado ya un año. Al menos ella se sentía mucho más vieja y deprimida.
Cuando se disponía a entrar en el apartamento se encontró por sorpresa
con Nano, que como cada mañana armaba y desplegaba las hamacas en la
playa. Nina trató de evitarle, pero Nano ya la había visto, y fue hacia
ella.
—¡Buenos días trasnochadora! ¿Cómo ha ido la celebración?
¡Ha tenido que ser muy divertida cuando llegas a estas horas de la
mañana!
Aquel inesperado encuentro con Nano la hizo sentirse
todavía más culpable, pero no estaba de humor para seguir la
conversación, y le contestó airada:
—¡Déjame en paz! ¡Estoy muy cansada y no tengo ganas de bromas!
—¡Esta
bien, señorita mal genio! Será mejor que duermas, porque realmente
tienes un aspecto horrible. ¿Habéis estado toda la noche haciendo
carreras?
Nina creyó que Nano había adivinado por su aspecto que
había hecho el amor con alguno de los adolescentes, pero no podía
saberlo, y le daba igual que lo imaginara. «¡No tengo que dar cuenta a
nadie de mis actos, y menos a alguien que apenas hace veinticuatro horas
que lo conozco!». No quería aceptar que le había traicionado, lo que la
haría sentirse todavía más culpable.
Entró en su apartamento sin
despedirse de Nano. Una vez dentro se dirigió a su habitación con sumo
sigilo, para evitar despertar a su madre, pero vio luz en su dormitorio,
y supuso que estaba ya despierta esperándola. Se abrió la puerta
bruscamente y apareció la madre con la expresión de preocupación en su
rostro y con unas profundas ojeras, como si hubiera pasado la noche en
blanco.
—¿Nina, dónde has estado toda la noche? ¡Ya iba a salir a buscarte! ¡Me has tenido muy preocupada!
Nina debía reflejar en la expresión de su rostro su sentimiento de culpa, porque su madre se alarmó.
—Hija, no parece que vengas de una fiesta, sino de un entierro. ¿Te sucede algo?
—No me sucede nada, y si no te importa, me voy a dormir, ¡estoy rendida, eso es todo!
Su
madre no insistió y Nina se encerró en su dormitorio. Cuando se
encontró sola y a oscuras en la habitación, la imagen de lo ocurrido
durante la noche volvió a su mente. Había despreciado a Nano, de quien
solo hacía unas horas creía estar enamorada, y que le había inspirado su
canción, y había hecho el amor con Marc, un compañero de clase sin
talento y sin ningún atractivo, por quien apenas sentía una superficial
amistad. ¿Qué había sucedido para que se comportara de aquella manera
tan desleal e irreflexiva? ¿Habría heredado de su propia madre su
inmoralidad, que ella tanto había censurado? Todo había sido como un
sueño seguido de una pesadilla, y había sucedido tan deprisa y en tan
corto espacio de tiempo, que hasta ese amargo momento, no había sido
plenamente consciente de lo que había sucedido.
Primero la
invitación de Nano, luego la rápida e inspirada composición de su
canción, después el clamoroso éxito en el piano-bar, más tarde la fiesta
en la playa, y por último, algo te estaba segura de que había sucedido,
pero que no podía recordar. Todo había pasado demasiado deprisa;
demasiado intenso; le pareció que no podía haber sucedido en realidad.
Finalmente llegó a una lamentable conclusión: «Nada de todo esto me
hubiera ocurrido si nunca hubiera escrito esa maldita canción. No hay
duda. ¡El culpable es Nano!»
Ahora que había encontrado un
culpable, creyó sentirse exculpada, y ya podía dormir tranquila. Apenas
había cerrado los ojos cuando escuchó dos leves golpes sobre su puerta.
—Nina, ¿puedo entrar?
—Claro, pero ¿qué quieres? Tengo sueño, no tengo ganas de hablar. Lo que sea me lo dices cuando me despierte.
—Nina,
esta tarde llegará mi jefe. No te pido que os hagáis amigos, pero al
menos procura tratarlo con respeto, después de todo, es quien me paga la
nómina cada mes, para que las dos podamos vivir dignamente.
—Está bien, mamá, lo intentaré; pero, por favor, ¡déjame dormir!
⦁ El jefe
A
Nina le despertaron unas voces que venían del salón. Era la voz de un
hombre, por lo que no había duda de que eran del amante de su madre, que
habría llegado ya. Debía ser muy avanzada la tarde, porque un rayo de
sol entraba directamente a través de su ventana. Apenas había despertado
y nuevamente las imágenes de lo sucedido la noche anterior volvieron a
su mente, porque le pesaban en su conciencia. Ahora no estaba tan segura
de culpar a Nano, porque recordaba que le pidió que les acompañase a
cenar con ellos, tal como les había prometido, pero ella prefirió irse
con los amigos de Marc. ¡Solo ella era la culpable!
El ruido de
dos suaves golpes sobre la puerta interrumpieron sus amargos
pensamientos. Sin esperar su respuesta, entró su madre en el dormitorio.
—Nina, ¿estás despierta? Mi jefe ya está aquí, y hemos pensado ir a cenar al restaurante. Me gustaría que nos acompañases...
—Mamá, no tengo hambre, prefiero quedarme aquí. Podéis ir vosotros dos solos.
—Está bien, pero procura estar vestida cuando volvamos. Mi jefe quiere saludarte.
La
madre volvió al salón, y unos minutos más tarde escuchó cerrarse la
puerta de la calle, y el apartamento quedó en un absoluto silencio. Nina
no sentía deseos de conocer a nadie, y menos al amante de su madre.
Solo sentía deseos de llorar ¡y no levantarse nunca de aquella cama!
Cuando
estuvo más calmada, se levantó, se duchó y se vistió, tal como era el
deseo de su madre. Todo lo hacía de forma mecánica, sin que fuera en
ningún momento su voluntad. Se preparó un café y salió a la terraza
cuando estaba ya oscureciendo. Una luna llena que ganaba intensidad se
reflejaba todavía levemente en las calmadas aguas del mar. Esa imagen le
recordó la letra de su canción: «Como besa la luna llena el mar». Esta
imagen y el resto de la letra de su canción: «Soñé que te hundías en el
mar, y me hiciste llorar.» ¡Ahora comprendía por qué escribió aquellos
versos! Tal vez había tenido el presentimiento de lo que iba a suceder
después de la felicidad del primer verso.
Nina recordó al recién
llegado y pensó que con toda probabilidad su madre y su amante harían el
amor aquella noche, y ella no quería estar en el apartamento. Decidió
salir a dar un largo paseo por la playa y dejó una nota para su madre,
en la que le recordaba su acuerdo sobre la toalla roja. La noche era
agradable y la arena acariciaba sus pies descalzos. Sus nuevos amigos
adolescentes estaban celebraNdo la despedida de uno de ellos, pero Nina
no había sido invitada. Marc no quería saber nada más de ella, por temor
a que hubiera podido quedar embarazada. Su éxito del día anterior no
sobrevivió al día siguiente.
Pasó por delante del bar donde solo
unas horas antes se había sentido admirada, con un nuevo sentimiento de
culpa, y escuchó el sonido de la guitarra de Nano, que interpretaba sus
improvisaciones de temas clásicos, como los que había escuchado la noche
anterior. Pero no deseaba encontrarse con él, y prosiguió su paseo. En
la terraza del restaurante vio a su madre en compañía de su jefe, un
hombre de mediana edad, completamente calvo y de un físico vulgar, que
para ella no tenía ningún atractivo, pero que parecía divertir a su
madre, quien reía por lo que le estuviera contando su jefe. Era evidente
que su madre no tenía ningún remordimiento y simplemente gozaba de su
amante sin ningún problema de conciencia.
Cuando se alejó de las
últimas casas del pueblo, se sentó sobre la arena y se concentró en la
contemplación del mágico espectáculo de la luna reflejada en el mar, que
brillaba ya con gran intensidad, y se propuso dejar la mente en blanco y
no pensar en nada que la atormentase. Otros veraneantes, con otras
motivaciones que serían menos tristes que la suyas, paseaban también por
aquella solitaria parte de la playa.
Permaneció en ese mismo
lugar ensimismada en su contemplación hasta que la brisa marina se torno
más húmeda y fresca. Supuso que su madre había tenido tiempo suficiente
para acostarse con su amante y regresó a su apartamento sin apresurarse
y prestando atención a todo lo que en esos momentos se podía observar
en la playa. Al pasar de nuevo por el bar de Nano, todavía se escuchaba
su música y tuvo deseos de entrar y disculparse por la forma en que le
había tratado a su regreso de la fiesta con los adolescentes. Pero no
tenía el ánimo necesario y esperaría al día siguiente, en que confiaba
encontrarse más animada.
Cuando llegó a su apartamento la toalla
roja seguía sobre la barandilla de la terraza. Nina se sintió
profundamente deprimida y olvidada por todos. No tenía ganas de volver a
pasear y decidió ir al bar de Nano y pedirle disculpas. Pero ya no se
escuchaba su guitarra. Entró en el bar y, en efecto, Nano hacía unos
minutos que había salido del bar. Nadie pudo informarle dónde había
podido ir. Nina se sintió profundamente abatida. No sabía qué hacer ni
cómo pasar el tiempo, y se sentó sobre una de las barcas varadas en la
playa, sin poder evitar un amargo llanto, porque se sentía sola y
abandonada por todos.
En medio de su profundo abatimiento, escuchó
el sonido de una guitarra que provenía de una de las barcas. El corazón
le dio un vuelco y dejó de sollozar. Se levantó y se dirigió emocionada
a donde provenía la música, porque sabía que esa era la guitarra de
Nano. Y allí estaba él, apoyado sobre una de las barcas, tocando los
primeros acordes de los arreglos que había escrito para su canción.
Nano
se sorprendió por la súbita aparición de Nina, porque estaba pensando
en ella mientras tocaba esos primeros compases. Nina no dijo nada y se
sentó junto a él. Nano empezó a cantar la canción de Nina, y el úlimo
verso lo cantaron a dúo:
«Soñé que te devolvía el mar, y me hiciste recordar.
Que ayer nos amábamos, como ama la lluvia el mar
Que hoy nos encontramos, para no volvernos a separar.
Que volvía a tener un corazón, donde antes solo tenía una canción».
Después
de aquel afortunado reencuentro en la barca varada en la playa, ambos
decidieron afianzar sus ambiciones musicales consolidando el dúo, que
tanto éxito habían tenido en su presentación el día anterior. Nina
regresó aquella noche al apartamento acompañada de Nano, y la toalla
roja ya no pendía de la barandilla de la terraza. Nina puso al corriente
a Nano de la relación de su madre con su amante y la tensa relación que
mantenía con ella.
—Al menos ahora mi madre no tendrá que
preocuparse más por mí. Ya tiene lo que deseaba: alguien con quien pasar
el rato mientras ella se entretiene con su amante.
Se
despidieron con un apasionado beso y se prometieron que, a partir de
aquella noche, solo existían ellos dos, en un mundo que despreciaba la
inocencia y solo buscaba su propia satisfacción. Pero ellos no eran así,
y se esforzarían para que pasase lo que pasase, no perderían nunca la
inocencia.
Cuando entró en el apartamento, la madre estaba
preocupada por la actitud que podría tener Nina cuando le presentara a
su amante. Pero para su sorpresa, Nina no parecía afectada, sino todo lo
contrario, se mostró amable, incluso divertida.
—Para ser el amante de mi madre, ¡tiene usted menos cabello que el que yo imaginaba!
—¡Nina, no le faltes al respeto!
—No,
no me falta al respeto; tu hija lleva razón, ¡estoy calvo como una bola
de billar, y ese no debe ser el aspecto que se espera de un amante!
—Pero, Nina, ¿qué te ha sucedido que estás tan alegre?
—¿Por qué no iba a estarlo?
—No sé, pero hace solo unas horas parecías muy enfadada...
—En
unas horas pueden pasar muchas cosas. Ya no tienes por qué preocuparte,
Nano y yo hemos decidido formar el dúo y yo cantaré cada noche en el
piano-bar de Nano. No vendré hasta la media noche.
—Es una gran
noticia. Me alegro, porque Nano me parece un buen muchacho y un gran
músico —respondió la madre aliviada de sus temores, sobre el
comportamiento huraño de su hija de aquella misma tarde, cuando regresó
de la fiesta con sus nuevos amigos.
—¡No me habías dicho que tu hija era una artista! —dijo su jefe para ganarse la amistad de Nina.
A
la mañana siguiente, Nina, su madre y su amante desayunaron juntos en
la soleada terraza. Todos estaban de buen humor, como si cada uno
hubiera visto colmados sus deseos sin que nadie hubiera resultado
herido. Había amanecido otro día ideal para disfrutarlo en la playa,
pero Nina prefirió quedarse en el apartamento para escribir una nueva
canción.
—Si lo prefieres, puedes quedarte —le dijo su madre,
satisfecha por la decisión—, pero nosotros nos vamos a la playa. Hoy
será otro día de mucho calor, y habrá que pasarlo dentro del agua. Ponte
un sombrero, y no estés mucho tiempo al sol.
Cuando su madre y su
acompañante salieron del apartamento, Nina sintió que una vez más se
encontraba inspirada para componer una nueva canción. Esta vez sería
también romántica, y con un final feliz. Los versos surgían como si los
tuviese escritos ya en algún extraño lugar de su mente:
Aquel verano que te conocí
salió el sol solo para mí.
Eras acogedor como la cálida arena.
Estimulante como la fresca brisa.
Deseado como la esperada lluvia.
Sensible como la pálida luna.
Misterioso como las lejanas estrellas.
Fiel como las constantes olas.
Libre como una gaviota.
Necesario como un faro en la niebla.
Fuerte como el viento huracanado.
Aquel verano que te conocí,
Tú estabas en la playa tan cerca de mí,
que podía escuchar latir tu corazón por mí.
Aquel verano en que te conocí nunca tendrá fin.
Ahora
Nina estaba segura de sus sentimientos por Nano, porque todas sus
canciones le evocaban a él. Tal vez fuera el vuelo de una elegante
gaviota o el intenso azul turquesa del mar, o aquel inmenso cielo azul,
lo que inspirase una nueva melodía para aquella canción. Escribió sus
notas en una nueva hoja de papel pautado y el título en la cabecera de
la hoja: «El verano que te conocí». Ahora solo faltaba que Nano
escribiera nuevos arreglos para dos guitarras, como con tanto éxito
había hecho con su primera canción. Su vida, que en solo 24 horas había
estado en el cielo y en el infierno, le había vuelto a sonreír. Intentó
olvidarse de lo sucedido la pasada noche y de la pandilla de
adolescentes tan mudables en sus pasiones, y, sobre todo, de su
despreciable compañero de la academia, al que no deseaba volver a ver.
Cantó
su nueva canción varias veces y le hizo algunos arreglos. Le gustaba.
También esa nueva canción estaba inspirada. Se sentía feliz.
A
mediodía el calor era sofocante y Nina entró en el salón donde la
temperatura era más aceptable. Pensó que soportaría mejor aquel bochorno
vistiendo una ligera bata de seda, como las que vestía su madre, y fue
al dormitorio para buscar una. Encima de la mesilla había un teléfono
móvil, que no era el de su madre, por lo que debía ser el de su jefe. No
pudo resistir la curiosidad y lo encendió. Se sorprendió que no
estuviera protegido con una contraseña y accedió a un fichero que debía
contener fotografías. Nina estuvo a punto de dejar caer el móvil, porque
las numerosas fotografías eran de su madre haciendo el amor con dos
amantes. Uno era su jefe, pero el otro hombre no lo conocía. En algunas
practicaba una felación a uno de los amantes, mientras el otro la
poseía. Nina estaba horrorizada.
Cerró el fichero, apagó el móvil
y lo volvió a dejar sobre la mesilla de noche. Salió sin la bata de su
madre, para que no sospechase que había entrado en su dormitorio. Se
dejó caer aturdida y avergonzada sobre el sofá y no pudo evitar condenar
el comportamiento indecente de su propia madre, y exclamó airada: «¡Mi
madre es una puta!». Cuando comprendió la gravedad del juicio que había
hecho de su madre, le vino de nuevo la imagen de ella dejando que Marc
la poseyera, y volvió a exclamar con profunda amargura: «¡Yo no soy
mejor que ella!»
Se sentía atrapada entre la inmoralidad de su
madre y la suya propia. Ni siquiera tenía el consuelo de censurarla sin
paliativos, porque ella no había demostrado más honestidad. Necesitaba
desahogarse con alguien y contarle la causa de sus remordimientos. Solo
Nano podría obrar semejante milagro. Lamentaba no ser mayor de edad para
emanciparse de la negativa influencia de una madre sin escrúpulos, y,
por supuesto, sin moralidad. Ahora temía volverse a encontrar con ella y
su amante cuando regresara de la playa, porque ya no podría ver a su
madre sin ver, a su vez, aquellas horribles imágenes.
Deseaba ver a
Nano, pero estaría trabajando en el bar y no podría confesarle sus
remordimientos. Además, su madre y su jefe estaría también allí, y no
deseaba verlos. Tendría que esperar hasta la noche, cuando se
encontrarían en el bar. Nina se tendió en el sofá y dejó pasar el tiempo
sin saber en qué pensar.
⦁ La confesión
A primeras horas
de la tarde regresaron su madre y su amante de la playa. Habían
decidido volver a degustar una deliciosa parrillada de pescado y querían
que Nina les acompañase. Nina no se pudo negar. Después de ducharse y
refrescarse, acudieron al concurrido restaurante. La madre notó el nuevo
cambio de humor de Nina y quiso saber la razón. Parecía como si su hija
no fuera capaz de mantener el mismo estado de ánimo más de veinticuatro
horas, y no sabía por qué.
—Nina, hija, esta mañana parecías la
chica más feliz de este mundo, y ahora pareces la más desgraciada. ¿Por
qué tienes esos cambios de humor? ¿Qué te ha sucedido ahora?
Nina
hubiera deseado sincerarse con su madre y preguntarle por qué consentía
en hacerse fotografías de su indecente comportamiento, pero no se
atrevió.
—No es nada; es por este calor, ¡es muy agobiante!
—¿Por qué no vienes a la playa con nosotros?
—Tengo que terminar de hacer algunos arreglos en la canción que voy a cantar esta noche en el bar de Nano. Se lo he prometido...
—Hija, la música no es todo en la vida, también hay que distraerse un poco haciendo otras cosas.
Nina
sabía ahora a qué se refería su madre con «hacer otras cosas», y le
volvieron con crudeza las pornográficas imágenes del teléfono móvil.
Apenas probó el pescado, que en otras circunstancias le hubiera deleitado.
—¿Has aborrecido el pescado, Nina? Hace dos días te entusiasmaba, y hoy ¡ni lo has probado! ¡No estarás enferma!
—No, mamá, no tengo apetito, ya te he dicho que debe ser por el calor.
—Creo que después de una buena siesta, todos nos sentiremos mejor.
Al
regresar al apartamento encontraron a Nano en la entrada del bar,
pendiente de los clientes de las tumbonas. Nina se acercó a él para
hablarle de su nueva canción.
—Nina, nosotros nos vamos al apartamento, puedes quedarte aquí, ya vendrás más tarde.
Nina
trataba de describirle su nueva canción y Nano le prometió que haría
los arreglos como había hecho con la primera canción. Estaba tan
interesado en escuchar a Nina que no vio que algunos clientes estaban
tratando de llamar su atención. Su jefe estaba observando su distracción
y, malhumorado, recriminó a Nano su falta de atención.
—Nano, ya
te advertí que no te distrajeras y abandonases a los clientes, pero veo
que has hecho poco caso. Puedes hablar cuanto quieras con tu amiga,
porque ¡estás despedido! Mañana pásate a por tu liquidación, recoge tus
cosas y antes del mediodía deja la habitación libre, que otros la
ocuparán.
—¡Gracias! —replicó Nano indignado—, ¡no sabe el favor que me hace!
Nina
se sentía culpable de aquel fulminante despido, lo que se añadía a su
sentimiento de culpa de lo sucedido la noche anterior.
—Ha sido
por mi culpa, Nano. ¿Dónde irás si te echan de tu habitación? Creo que
mi madre aceptará que te quedes en nuestro apartamento hasta que
encuentres una solución mejor. Ven, vamos a preguntarle.
Cuando llegaron frente al apartamento, una toalla roja colgaba de la barandilla de la terraza.
—Nano, tendremos que esperar, porque mi madre está ocupada en lo que parece que es ¡su diversión favorita!
—¿Y cuál es su diversión favorita?
—¡Acostarse con su amante tres o cuatro veces al día!
—¡Estás hablando de tu madre!
—¡Aunque
me avergüence, así es! Pero no soy yo quién deba juzgarla... —Nina se
tendió sobre la arena de la playa, contempló unos instantes el pálido
reflejo de la luna en el mar y pidió a Nano que se sentara junto a su
lado—. Supongo que debes saberlo. Antes de conocerte yo era una chica
inocente, creía en la virtud y en la buena fe de la gente. Estaba
convencida de que jamás aceptaría tener relaciones con un chico si no
estaba enamorada. Cuando te conocí leí en tu mirada la misma inocencia y
comprendí que éramos dos almas gemelas. Cuando supe que eras músico ya
no tuve la menor duda de mis sentimientos. Me había enamorado de ti, y
por eso surgió la primera canción... Pero tienes que saberlo... La misma
noche de nuestro gran éxito yo debí perder la cabeza, porque fuimos con
la pandilla de mi compañero de la academia de música a bañarnos en la
playa... Y consentí hacer el amor con él. ¡Por eso yo ya no soy quién
para juzgar a mi madre! ¡Ahora ya sabes por qué tenía aquel horrible
aspecto cuando nos encontramos por la mañana!
Nano escuchaba la
angustiosa confesión de Nina sin saber qué debía responder. Se sintió
culpable por haber colaborado a su inesperado éxito. Sus temores se
habían confirmado: ¡el éxito repentino la destruiría, pero había
sucedido mucho antes de lo previsto!
—¡Nina, lo siento!
—¡Nano,
vámonos de aquí! ¡Que mi madre se acueste con todos los amantes que le
dé la gana! ¡Ya no soporto su presencia! Tú ya no tienes trabajo, nada
te ata a este falso paraíso. Vivamos nuestra vida con inocencia. Nos
ganaremos la vida cantando nuestras canciones en las calles de otras
ciudades donde nadie nos conozca. Tú y yo solos, sin jefes ni amantes ni
directores de discográficas ni tumbonas. ¡Solos tú y yo y nuestra
música, no necesitamos nada más!
Nano se sentía profundamente
confundido. Escaparse con Nina y vivir una vida de aventura y según su
deseo le parecía una opción cercana a lo que debía ser el Paraíso. Pero
sabía que no llegarían muy lejos, porque ninguno de los dos había
alcanzado la mayoría de edad. No tardarían en localizarla y devolverla
con su madre, a pesar de su conducta inmoral. En cuanto a él podía ser
acusado de rapto o cualquier otro delito, si algún abogado mercenario se
lo proponía.
Nina contemplaba el cielo donde brillaban débilmente las estrellas, apagadas por la bruma del agua evaporada del mar.
—Quiero
ser libre y vivir mi vida tal como yo la entiendo. No soporto la
falsedad, el engaño, el disimulo, la vanidad, la envidia, la codicia, la
indecencia. Una madre no es solo quien te ha parido, sino quien te
enseña a ser una persona para que puedas vivir tu vida dignamente... ¡Me
gustaría ser capaz de volar y perderme entre esas millones de estrellas
que hay en el universo y no volver jamás a poner los pies sobre este
corrompido mundo!
—Nina, tal vez tu sueño pueda hacerse realidad...
—¿Nos escaparemos? ¿Hablas en serio?
—Sí,
hablo en serio. Yo también estoy harto de todo esto. No estudio música y
guitarra solo para cambiar de jefe. Somos los artistas los que hemos
hecho este mundo agradable. Pero de nosotros solo les interesa nuestras
creaciones y nuestras ideas, pero no los seres humanos. Sí, Nina, hablo
en serio, nos escaparemos. ¡Vale más un solo día de libertad que cien
años de esclavitud!
—¿Y dónde iremos?
—Tengo unos amigos
que han formado un grupo musical para actuar los veranos en hoteles, yo
formaba parte de ese grupo antes de venir a este pueblo. Ellos nos
ayudarán y no están muy lejos de aquí. Yo tengo algún dinero ahorrado,
suficiente para los viajes y, si no diéramos con ellos, podremos
sobrevivir algún tiempo.
—¿Y cuándo nos vamos?
—Mañana
mismo. Tu madre y su amante irán seguramente a la playa. Quédate en el
apartamento con alguna excusa, y aprovecha para coger tus cosas, solo lo
imprescindible y que quepa en tu mochila. Después reúnete conmigo en la
parada del autobús que sale de aquí a las 12:30. ¿De acuerdo?
—¡De acuerdo, Nano, allí estaré!
—¡No te olvides de tu guitarra!
—¡Por supuesto, ella va siempre donde yo voy!
⦁ La última noche
Nina
entró en el apartamento con la inquietante sensación de que su madre
pudiera descubrir sus planes de escapada, o sugerir cualquier cosa que
le impidiese encontrarse con Nano al día siguiente, según lo acordado.
Su madre estaba recostada en el sofá, junto a su jefe, que vestía
simplemente con un traje de baño. Ella vestía una de sus ligeras batas
de seda. Nina no tenía ganas de hablar, solo deseaba retirarse a su
habitación y pensar sobre la escapada del día siguiente. Su madre volvió
a notar el cambio de humor de su hija. Ahora parecía como si estuviera
ausente, concentrada en sus pensamientos, lejos de allí.
—¿Nina, ha gustado tu nueva canción? ¡No pareces muy contenta!
—Mamá, esta noche no he cantado.
Nina
se sentía violenta, y no podía borrar de su mente las imágenes, en las
que participaba aquel hombre. Su sola presencia le repugnaba. No era
desde luego un hombre atractivo. Tenía ya un incipiente abdomen. Apenas
tenía vello y su piel era pálida y lechosa, en general era un hombre
vulgar y, para ella, incluso repugnante. ¿Cómo podía su madre sentir una
apasionada atracción física por él?
La madre supuso que su cambio
de humor tendría que ver con el tiempo que estuvo esperando a que ellos
terminasen de hacer el amor.
—No estarás enfadada conmigo por encontrarte con la toalla roja. Yo suponía que tu llegarías más tarde.
—Está bien, mamá, no estoy enfadada.
—¿No quieres contarnos cómo te va con Nano?
—No hay nada que contar de lo que tú te imaginas, ¡solo somos amigos, pero no amantes!
—Solo es una niña —interrumpió el jefe—, todavía no tiene edad para pensar en esas cosas.
Aquel inapropiado comentario la indignó. Era lo suficientemente mayor para condenar su comportamiento.
—¿Cuándo cree usted que las niñas piensan en esas cosas?
—Yo no lo sé, eso tu madre lo sabrá.
—¡Mi madre no sabe nada sobre niñas!
—Nina, ¿qué quieres decir con eso?
—Nada, mamá, era solo un comentario que me ha venido a la cabeza…
—Tú no apruebas mi relación con tu madre, ¿verdad, Nina? —le preguntó el jefe.
Después de su comportamiento de la noche anterior, Nina no podía responder a esa pregunta.
—Yo no soy quién para aprobarla o condenarla, ¡todavía soy una niña para entender de esas cosas!
—No te caigo bien, ¿verdad?
—A quien tiene que caerle bien es a mi madre, lo que piense yo no tiene importancia. Mi madre nunca me pide mi opinión.
Nina
pensaba que aquella sería posiblemente la última vez que hablaría con
su madre, porque estaba segura de que su escapada resultaría un éxito y
nunca volvería con su repudiada madre.
Nina no deseaba seguir
aquella conversación y salió a la terraza. Se recostó sobre una hamaca y
se entregó a sus excitantes pensamientos de todo lo que pensaba hacer
cuando fuera libre y lejos de la negativa influencia de su madre.
¿Cómo
reaccionaría cuando supiera que se había escapado? ¿Denunciaría su
escapada a la policía para que fueran en su búsqueda? ¿Y qué le
sucedería a Nano, le acusarían de algún delito por el que pudiera ser
recluido en un reformatorio?
Debía escribir una nota, tratando de
justificar su huida y que le dejara vivir su vida como ella deseaba. Tal
vez debía mencionar las fotografías pornográficas del móvil, eso
sería un buen argumento para que no denunciara su huida a la policía.
Ningún juez le daría su custodia con ese comportamiento inmoral. Sí, eso
sería una buena coartada para ponerse a salvo y proteger a Nano. No
tendría más remedio que aceptar los hechos y permitirles vivir su vida.
En cuanto a su carrera musical, ya sabía lo suficiente como para
escribir sus canciones y Nano podría ayudarle a perfeccionar su estilo.
Lo que ahora necesitaba es adquirir experiencia en la calle, o en los
cafés, que ella había comprobado que era la mejor escuela.
Si
quería escaparse tendría que renunciar a muchas cosas, porque, como le
había pedido Nano, solo podría llevarse lo que pudiese caber en una
mochila. ¿Se puede vivir solo con lo que cabe en una mochila? ¡Pronto lo
sabría! De nuevo la luna se reflejaba en un mar en calma, y los
acantilados semejaban cabezas de gigantes marinos en permanente lucha
con el mar. Nina improvisó unos versos sobre aquellas gigantescas
figuras, que sería el tema de una nueva canción:
Surgen del mar gigantes dormidos
y despiertan lentamente sus sentidos
para ver la luna reflejarse en el mar
y las estrellas en el cielo ver brillar.
Surgen del mar gigantes dormidos
y despiertan lentamente sus sentidos
para ver el amanecer en el mar
y ya despiertos poder soñar.
Surgen del mar gigantes dormidos
y despiertan lentamente sus sentidos
para ver que tú estás conmigo,
porque tú eres mi mejor amigo.
SEGUNDA PARTE:
LA ESCAPADA
⦁ La nota de despedida
A
la mañana siguiente, tal y como había previsto Nano, la madre de Nina y
su amante se prepararon para pasar la mañana en la playa. La madre
insistió en que Nina les acompañase.
—Nina, hija, ¿por qué no
vienes a la playa tú también? Volveremos a casa y tú seguirás tan pálida
como si no hubieras estado en la playa.
—Tal vez mañana, hoy quiero volver a componer una canción. Tengo que aprovechar ahora que estoy inspirada.
—Como
quieras; tú sabrás por qué no vienes con nosotros, pero creo que no es
por componer canciones, sino porque sigues sin aceptar mis relaciones
con mi jefe. ¿Por qué no eres un poco más comprensiva? No es tan mala
persona como tú supones.
Nina no pudo evitar indignarse, porque ella sabía qué clase de individuo depravado era su jefe.
Por
fin salieron del apartamento dejándola sola y sumida en una angustiosa
sensación. Tenía que tomar una grave decisión que podía marcar su
destino, pero no estaba dispuesta a renunciar. Ahora tenía que escribir
la nota de despedida, en la que quedase bien claro que la culpable de su
huida era ella.
Salió a la terraza y escribió en el dorso de una hoja de pauta:
«Mamá,
cuando leas esta nota Nano y yo ya estaremos lejos de aquí. No puedo
tolerar ni un día más tu irresponsable comportamiento y he decido
escaparme con Nano, para que juntos podamos vivir de acuerdo a nuestra
conciencia.
Quiero que sepas que, por desgracia, pude ver en el
móvil de tu jefe fotografías tuyas que me escandalizaron y me hicieron
tomar esta grave decisión.
No intentes buscarme o denunciar mi
escapada a la policía, porque entonces me veré obligada a mencionar la
existencia de esas fotografías, y estoy segura de que ningún juez te
volvería a dar mi custodia.
¡Lo siento, mamá, pero tú te lo has buscado!
Nina.»
La
dejó sobre la gran mesa del salón. Sentía una gran tristeza por tener
que tomar aquella grave decisión, porque sabía que su madre se sentiría
profundamente afectada y no sabía cuál sería su reacción. Por muy mala
madre que fuera, su huida le causaría un profundo sentimiento de
culpabilidad, y lo más probable es que intentase averiguar dónde podría
haber ido. Con toda probabilidad, cancelaría aquellas conflictivas
vacaciones, pero lo más probable es que no volviese hasta no dar con su
paradero y regresar juntas otra vez. ¿Le serviría al menos de lección?
A
medida que se aproximaba la hora de su encuentro con Nano crecía su
inquietud y era mayor su sentimiento de culpabilidad. Por un momento
estuvo decidida a no seguir adelante con el plan, acudir a su cita con
Nano y disculparse. Estaba segura de que él lo entendería y le
perdonaría, pero al recordar una vez más las fotografiás de su madre, se
dijo a sí misma que su huida estaba plenamente justificada.
Recogió
lo que le parecía imprescindible, lo metió en su mochila, y ya en la
puerta se detuvo unos instantes, contempló con tristeza la nota de
despedida y se dijo a sí misma como en un susurro:
—Adiós, mamá, no podemos seguir juntas. Perdóname si me equivoco… —y salió del apartamento sin poder evitar un amargo sollozo.
Nano
había cobrado la liquidación de su empleo y esperaba ya en la parada
del autobús. Miraba angustiado el lado de la calle por donde debería
aparecer Nina. No estaba seguro de que finalmente ella acudiera a la
cita, y tampoco quería pensar en las consecuencias de aquella dramática
huída. Nina llegó a la parada del autobús a la hora prevista. Al
encontrarse con Nano, se abrazó a él y le susurró profundamente
angustiada:
—¿Estamos haciendo lo correcto, Nano? Yo estoy confundida. Sé que debo hacerlo, pero..?
—Nina, puedes volverte atrás si lo deseas, ¡todavía estás a tiempo!
—No, Nano, ya he tomado la decisión, y si tú estás de acuerdo, podemos subir ya al autobús.
Quince
minutos más tarde el autobús emprendía la marcha en dirección a la
capital de la provincia. Cuando remontaron la suave loma desde donde se
contemplaba la localidad, Nina la contempló por última vez, y exclamó:
—Es
un precioso pueblo, espero que algún día podamos volver y no recordar
estos amargos días, pero solos tú y yo, ¡como si fuéramos los últimos
habitantes del planeta!
Y se abrazó a Nano, que sentía la tristeza de Nina, por lo que comprendió que era mejor permanecer en silencio.
⦁ Primer día de libertad
Durante
el viaje cada uno estaba entregado a sus propios angustiosos
pensamientos. Nina contemplaba el paisaje que solo hacía tres días lo
había recorrido con su madre en dirección opuesta y se preguntaba por
qué estaba ella viajando en aquel autobús huyendo de su madre, cuando
hubiera deseado no tener ningún motivo para repudiarla y mantener una
cariñosa relación con ella. ¿Era ese el mundo de los adultos? ¿Serían
normales aquellas prácticas sexuales entre adultos y ella lo ignoraba?
Ella no tenía la respuesta y tampoco creía que Nano la tuviera, porque
él era tan inocente como ella.
Cuando el autobús se alejó del
litoral y entró en la zona de los invernaderos, el sol de mediodía se
reflejaba sobre las inmensas superficies de plástico, Nina tuvo la
sensación de que había dejado atrás un mundo mágico, de noches
encantadas por la belleza de la luna reflejándose sobre un mar rizado
por la brisa, y durante el día la sensación de tener los rayos del sol
enterrados en las doradas arenas de la playa, y sentirlos en los pies
descalzos durante los agradables paseos. En ese pequeño mundo todo era
agradable y placentero; todo invitaba a vivir intensamente sin sentir
nada que fuera molesto o desagradable. El mar era como un bálsamo para
su espíritus doloridos, la playa un hogar para cuerpos cansados, e
incluso los acantilados sugerían protección y encanto. Era una lástima
no haber podido pasar unas agradables vacaciones con una madre sin nada
que reprochar, tan inocente como era ella, porque Nina necesitaba
rodearse de cosas bellas y amables. Por esa razón pudo componer sus
primeras canciones; porque estaban flotando en aquel paisaje, solo tenía
que sentirlo y escribirlo sobre una hoja de papel pautado.
Cuando
llegaron a la estación terminal de autobuses, los planes para encontrar
a los amigos de Nano ocuparon su atención y se olvidó de todo lo que
había dejado atrás. Era como si hubieran aterrizado en un país extraño,
donde tenían que pensar cómo sobrevivir en un mundo que todavía no
habían tenido tiempo de conocer.
Fue entonces cuando Nina fue
consciente de su nueva situación. A partir de esos momentos tendría que
aprender a sobrevivir sin contar con ayuda de nadie, excepto de Nano,
que parecía tan preocupado y confundido como lo estaba ella. Por otro
lado, su madre ya habría regresado al apartamento y leído su nota. ¿Cuál
sería su reacción? Ellos no estaban lo suficientemente lejos como para
sentirse a salvo. ¿Habría acudido a la policía? Para denunciarla,
tendría que venir también ella a la capital de provincia. Tal vez ya
estuviera en camino. Con el coche de su amante, llegaría mucho antes que
con el lento circular del autobús, y tal vez estuviera al llegar o ya
estaba allí. Por eso urgió a Nano para que salieran cuanto antes de
aquella ciudad.
—¿No estás seguro de dónde se encuentran tus
amigos? —preguntó ella angustiada por la posibilidad de encontrarse con
su madre en aquel concurrido lugar —. Vamos a cualquier sitio, pero
salgamos de aquí. Mi madre podría aparecer en cualquier momento.
Apenas
habían emprendido la aventura de su huida y ya se sentían prófugos y
culpables de algún delito que no podían imaginar haber cometido.
¿Separarse de una madre inmoral era un delito? ¿Huir del corrompido
mundo de los adultos era también un delito? ¿Vivir de acuerdo a su
conciencia sin perder la inocencia, era un delito que debía merecer un
castigo? Nina no tenía las respuestas, y tampoco se sentía capaz de
juzgar su comportamiento. En esos angustiosos momento lo único que
deseaba era encontrar un lugar seguro donde su madre no la pudiese
encontrar.
—No estoy seguro de si mis amigos seguirán en el misma
localidad donde actuaron el año pasado, pero hay un autobús nocturno que
nos llevará hasta allí, —comentó Nano sin poder ocultar él también la
misma preocupación—. Esperemos que la suerte nos acompañe y tu madre no
se le ocurra venir hasta esta terminal cuando salga el autobús.
—¿Y dónde pasaremos la noche? —preguntó Nina, quien comenzaba a ser consciente de las dificultades de su escapada.
—No
lo sé, pero el tiempo es bueno y las noches no son frías, tal vez
encontremos un sitio resguardado en la playa donde pasar la noche.
Mañana podremos buscar un lugar más adecuado.
—¿Crees que saldremos adelante con esta escapada, y que no nos veremos obligados a regresar?
—Nina,
no te dejes llevar por el pesimismo, y no olvides las causas de nuestra
huida. Superaremos todas las dificultades si creemos en nuestra
inocencia.
—Perdona, soy una tonta, pero tengo miedo de la gente; aunque también confío en ti. ¡Seguiremos adelante!
—Ahora tenemos que buscar un lugar donde ocultarnos.
Como
dos fugitivos, Nina y Nano salieron de la terminal de autobuses. En
aquellas primeras horas del atardecer el ambiente se había vuelto
sofocante. Un sol abrasador seguía brillando despiadado y Nina, cargada
con su pesada mochila y la guitarra, se sentía desfallecer y era incapaz
de seguir el vigoroso paso de Nano.
—¡Nano, no puedo más,
necesito descansar y beber algo. Creo que te has buscado una mala
compañera de aventuras! Ya echo de menos algo de mi madre: ¡su coche!
Cruzaron
un amplio y concurrido paseo y llegaron a un pequeño parque próximo al
embarcadero, desde donde partían barcos con destino a localidades de la
otra orilla del Mediterráneo. Se dejaron caer exhaustos sobre uno de
los bancos y Nina parecía recobrar el aliento.
—Aquí estaremos a
salvo —comentó Nano, inquieto por la debilidad de Nina—, mañana todo
será diferente. Encontraremos a mis amigos y podremos descansar en algún
lugar seguro. Tienes que hacer un último esfuerzo. Todo saldrá bien.
Nina
se apoyó en el hombro de Nano, respondió con una débil sonrisa y
agotada por el esfuerzo y el calor asfixiante se quedó dormida.
⦁ La nota de Nina
Cuando
la madre de Nina entró en el apartamento y vio la nota de despedida de
Nina, dejada de manera que pudiera ser vista fácilmente, tuvo el
presentimiento de que contendría alarmantes noticias que estarían
relacionadas con su hija.
—¿Nina, estás aquí? —llamó la madre.
Pero estaba segura de que su hija no estaba en el apartamento y,
posiblemente, tampoco estaría ya en la localidad. ¡Sin leer la nota ya
tuvo el presentimiento de que Nina había huido!
Leyó la nota presa de una gran ansiedad y pudo confirmar que se habían cumplido sus temores.
—Es
de Nina —le dijo a su confundido amante—, ¡se ha escapado con Nano!
¡Dios mío!, ¿cómo ha podido hacerme algo así? ¿Dónde habrán ido? ¡Solo
es una niña, y no sabe los peligros que puede correr con esta escapada!
Se dejó caer sobre el amplio sofá y releyó una vez más la dramática nota de despedida de Nina.
—¡Es
culpa mía! ¡Yo la he echado de mi lado! Más tarde o más temprano tenía
que suceder. No he sido una buena madre, y ahora pagaré todas mis
culpas, ¡porque soy la única responsable de lo que le pueda suceder!
Tras una nueva lectura no pudo evitar un amargo sollozo y le invadió un profundo sentimiento de culpabilidad.
—Ha visto las fotografías de tu móvil —le dijo a su jefe entre sollozos—, piensa que soy una fulana, ¡y lleva razón!
Su
jefe se sentía molesto y no deseaba participar de aquel drama familiar.
Ella tenía que resolver sus problemas, que a él no le incumbían. Había
venido a pasar unos días de descanso, con su secretaria y su amante y
olvidarse de sus propias preocupaciones, pero no estaba allí para
crearse más problemas. Se revolvió inquieto y esperó a que ella se
calmara.
—Bueno —dijo después de meditar una drástica decisión—,
creo que yo ya no pinto nada aquí. Mejor me marcho hoy mismo. Espero que
tengas suerte y des con el paradero de tu hija… Ya hablaremos de
nuestro futuro cuando regreses al despacho.
Pero la madre de Nina no escuchaba, porque seguía sollozando y releyendo una y otra vez la escueta nota de despedida de Nina.
—¿Cómo
he sido tan ciega? ¡Ella misma me había pedido quedarse con sus
abuelos! ¿Por qué la obligué a que me acompañara? ¡Y ha visto esas
fotografías! ¿Qué pensará de mí? ¡Que soy una perdida; eso es lo que
soy! ¡He perdido a mi hija, nunca podré presentarme ante ella con la
cabeza alta y sin avergonzarme de mi comportamiento!
Cuando
consiguió serenarse e intentó pensar qué hacer para recuperar a su
hija, su jefe había terminado de hacer su pequeña maleta y estaba
vestido para el viaje de regreso.
—¿Te vas tú también?
—Sí,
me marcho, este no es mi problema. No estoy para dramas. Esa no era la
idea de nuestras vacaciones. No te pagué el alquiler para esto. ¿Por qué
tenías que traer a tu hija? Se supone que estaríamos solos tú y yo. No
eres mala secretaria, pero me estás resultando demasiado cara y no me
compensas como se esperaba. En cuanto a las fotografías, las he vendido a
un portal de Internet, pero no ha sido suficiente para cubrir una
décima parte de todos tus gastos. No eran lo suficientemente originales y
hay mucha competencia en ese mercado. Pero este no es el momento más
adecuado para hablar de negocios. Adiós, y que tengas suerte con lo de
tu hija, ¡pero creo que la chica ha hecho lo que te mereces!
La
madre de Nina no sabía que responder. Su jefe la trataba como si fuera
una prostituta. Tal vez lo era, al menos se había comportado como ellas.
Antes de abandonar el apartamento, su jefe le advirtió:
—No voy pagar el alquiler de la próxima semana, por lo que tendrás de dejarlo libre antes del lunes.
Y cerró la puerta dando un violento portazo.
La
madre de Nina no reaccionó, su sentimiento de culpabilidad la abrumaba y
le impedía pensar. Permaneció postrada sobre el sofá, con la mirada
perdida en el trozo de cielo que se divisaba desde los grandes
ventanales del salón. En vano intentaba encontrar una justificación que
aliviara su angustia, porque era tan evidente su irresponsable
comportamiento que no había nada que la disculpase.
Lentamente
fue saliendo de su estado de turbación y pudo volver a pensar con cierta
lucidez y hacerse cargo de la situación. Al menos, pensó con cierto
alivio, había huido con Nano, a quien apenas conocía pero se había
formado una buena opinión, y le consolaba pensar que cuidaría de Nina y
la protegería de cualquier peligro. Sí, estaba segura de que Nano sabría
protegerla mucho mejor que ella misma. Por eso había huido con él.
«Tengo
que encontrarla y pedirle perdón, y que podamos empezar de nuevo
nuestra relación como madre e hija sin sombras o mi vida será un
infierno —se dijo a sí misma—. ¿Pero dónde han podido ir? Tal vez en el
piano-bar donde actuaba Nano sepan algo sobre ellos.»
Sin poder
ocultar su angustia en la expresión de su rostro, se dirigió al bar de
la playa, donde ya había otro joven al cuidado de las hamacas.
—Lo
lamento —le informó el dueño del bar—, pero no tengo ni idea dónde ha
podido ir Nano después de que le despidiera, pero tampoco me interesa
saberlo. Desde que llegó su hija descuidó sus obligaciones y tuve que
despedirle.
—Señora —intervino el joven que había escuchado la
pregunta—, Nano me dijo cuando recogía sus cosas de su habitación que se
iría en el autobús de las 12:30. Estaba muy excitado, porque no se iba
solo, sino que le acompañaría una amiga suya, que debía ser su hija.
Deben estar ya en la capital.
—¿Y no te dijo nada más, como dónde pensaban ir después?
—¡Ni una palabra!
No
era mucho lo que sabía, pero tal vez todavía permanecían en la capital.
Volvió precipitadamente al apartamento, hizo ella también su maleta de
viaje, se vistió con la ropa adecuada y emprendió viaje a la capital.
«¡Quiera Dios que todavía estén allí!» —pensó esperanzada.
Durante
todo el viaje no pudo apartar de su mente cuál sería la reacción de
Nina si se volviesen a encontrar. ¿Tendría el suficiente valor de
sincerarse con su hija y contarle por qué le ayudaba su jefe y amante?
Las fotografías que había visto Nina no eran las únicas. Ella había
aceptado posar para una publicación exclusiva de adultos, pero su jefe
le había garantizado que aquellas imágenes no se publicarían donde su
hija pudiera verlas. Lamentablemente las vio en el móvil de su amante ¡y
ya el mal estaba hecho! ¿Cómo justificarse ante Nina por su conducta?
¿Debía renunciar a ella para que no se avergonzara de su madre?
Su
sentimiento de culpa seguía oprimiéndole el pecho y era incapaz de
serenarse. Conducía a una velocidad imprudente por la angosta carretera,
sobre todo cuando entró en la zona de los invernaderos, porque corría
el riesgo de atropellar a alguno de los muchos trabajadores que
deambulaban por los arcenes de la carretera, sin tomar precauciones.
Cuando
por fin llegó a la capital, se dirigió directamente a la terminal de
autobuses, donde Nina y Nano deberían haber estado. La recorrió varias
veces, entró en el bar—restaurante, incluso en los lavabos, pero no
había el menor rastro de los fugitivos. Desalentada y angustiada pensó
que ya debían de estar lejos de allí, y si no tenía el menor rastro de
dónde se dirigían, todos sus intentos por dar con su paradero parecían
inútiles.
«Tal vez estén en la estación de ferrocarril, y todavía
no hayan abandonado la ciudad» —pensó al borde de la depresión. Pero en
las estación del ferrocarril tuvo el mismo negativo resultado.
Descorazonada, se dejó caer sobre uno de los asientos de la sala de
espera y se repitió a sí misma que había perdido irremediablemente a su
hija, y solo ella era la culpable.
⦁ El padre de Nina
Sin
ninguna esperanza de dar con el paradero de Nina, su madre estaba
profundamente desorientada. No sabía qué hacer. Aparcó el coche y se
adentró en el concurrido paseo. Necesitaba sosegarse y pensar con
tranquilidad qué más podría hacer para dar con los fugitivos. Se sentó
en la terraza de un café y pidió un refresco.
¿Dónde podrían haber
ido? Se preguntaba una y otra vez sin esperar una respuesta. Cuando
estuvo más calmada pensó que el padre de Nina debería saber que su hija
había huido y podía correr algún peligro, a pesar de haberse escapado en
compañía de otro joven que a ella le parecía responsable. Pero le
resultaba muy doloroso tener que aceptar que no había sido la madre a
la que un juez diera su custodia. Ella era la única responsable de lo
que le pudiera suceder.
Pero, a pesar de ser doloroso, debía informarle de la desaparición de Nina. ¡También era su hija!
Sumida
en una gran desazón y vergüenza, marcó el número del padre en su
teléfono móvil, y esperó con ansiedad escuchar la voz de su ex-marido, a
quien no había vuelto a ver desde que si hizo legal su divorcio.
Instantes
después escuchó la voz familiar del padre de Nina, y estuvo a punto de
no responder, porque no se sentía con fuerzas suficientes para admitir
su fracasó. Pero se resignó a sufrir la censura de su ex-marido, porque
no podía demorar por más tiempo la triste noticia.
—Hola, soy yo, Laura, y tengo una mala noticia que darte.
—Hola Laura... ¿Cómo está Nina?
—Precisamente es sobre Nina…
—Le ha sucedido algo. ¡Laura, no me alarmes!
—Tu hija se ha escapado con un joven y no tengo ni idea dónde pueden haber ido!
—¿Escapado? ¿Quieres decir que no está contigo?
—¡Lamentablemente así es!
—¿Qué ha sucedido? ¡No puedo creer que Nina haya sido capaz de hacer algo así! ¿Habéis discutido?
—No, es por otras razones, pero no puedo explicártelas ahora.
Los
dos permanecieron en un dramático silencio. El padre de Nina estaba
intentando hacerse cargo de la situación y encontrar una respuesta
adecuada.
—¿Dónde crees que puede haber ido?
—Estábamos
pasando unos días de vacaciones en un pueblo de la costa. Deben de estar
por alguna localidad del litoral, pero no tengo ni idea de en cuál.
De nuevo se hizo un dramático silencio, porque el padre estaba tratando de tomar una decisión.
—Laura,
voy a coger el primer avión que vuele a donde te encuentras. Espérame
en el aeropuerto y la buscaremos por toda la costa si es necesario.
¡Solo es una niña, no podemos dejar que le suceda algo irreparable!
—Lo siento, ¡yo soy la culpable! Si la encontramos, tal vez será mejor que viva contigo. ¡Nina no me quiere, pero a ti te adora!
—No hablemos ahora de eso, primero tenemos que encontrarla, y ¡quiera Dios que no tengamos nada que lamentar!
—Te estaré esperando en el aeropuerto.
Laura
colgó el teléfono y por un momento tuvo la sensación de que no había
hablado con su ex-marido, sino con un hombre comprensivo, sereno, capaz
de tomar rápidas decisiones y hasta le pareció amable. No era el mismo
hombre del que se había divorciado: depresivo, débil, aburrido y
prácticamente impotente. Sin duda había cambiado.
«Ese no es mi
ex-marido, ¡es otra persona! —pensó sin recuperarse del asombro
inicial. —Ni un reproche. ¡Nada! No me ha hecho sentirme culpable. ¡No
puedo creerlo! Sí, te esperaré en el aeropuerto, ¡Quiero conocer a este
nuevo hombre!
⦁ El viaje nocturno
Al anochecer
Nina y Nano se encaminaron de nuevo hacia la terminal de autobuses. El
vuelo del padre de Nina tenía su llegada a la misma hora que la salida
del autobús nocturno. Prácticamente se cruzaron con su madre cuando
arrancaba su coche, aparcado cerca del parque, y se dirigía en dirección
al aeropuerto. La suerte parecía confabularse con los dos
adolescentes.
Nina se esforzaba por mostrarse animada, pero
empezaba a sentirse como un niño encerrado en una habitación a oscuras.
Al llegar a la terminal sintió miedo de los viajeros que esperaban
para subir a su mismo autobús. La mayoría eran jóvenes emigrantes de
algún remoto país africano. En sus rostros era visible el sufrimiento,
la frustración y la tristeza por la añoranza de sus familias dejadas en
una pobreza extrema, y que ellos intentaban desesperadamente solucionar,
aunque muchos fueran indignamente tratados y explotados.
Por si
esta triste imagen no fuera suficiente para desmoralizarla, estaba el
deprimente espectáculo de las despedidas: padres abrazando a niños
soñolientos y asustados, amantes exagerando sus afectos antes de su
separación o hijos desgarrados de sus familias, que se enfrentaban a sus
primeras vivencias de soledad.
Ella también se sentía marginada,
separada violentamente de su familia, aprendiendo a ser adulta sin
nadie que les mostrara el camino. Obligada a renunciar a los sueños
banales de la adolescencia y cambiarlos por las pesadillas de los
adultos.
—Nano, perdóname, pero tengo miedo de subir a ese autobús.
—¿Por qué, Nina? ¿De qué tienes miedo?
—No lo sé, Nano, pero tengo miedo. Todas estas personas parecen tan infelices. Todo es tan triste…, tan deprimente…
—Sí,
esta pobre gente no tiene motivos para sentirse felices, pero no tienes
por qué tenerles miedo, solo son desdichados pero no agresivos. Vamos,
sube Nina, en el autobús estaremos más seguros. Tu madre podría aparecer
en cualquier momento.
Nina se acomodó en un asiento junto a Nano
y contemplaba sin ocultar sus temores al resto de los pasajeros que
iban ocupando sus plazas. En los asientos del otro lado del pasillo se
acomodó una joven de color con un bebé en sus brazos, que gimoteaba y la
madre lo mecía susurrándole una canción que debía ser de su cultura
natal. A Nina le pareció una hermosa canción y al escucharla consiguió
olvidarse de sus temores y sentirse más animada. Cuando el bebé se
durmió, Nina preguntó a la joven madre dónde había aprendido esa
canción.
—Soy de un poblado del Senegal —respondió la joven madre
en un aceptable castellano—. Es una canción tradicional, nadie sabe
quién la compuso. La trasmitimos de madres a hijas:
—Y de qué habla la canción.
—¿Quiere conocer la letra?
—¡Sí, por favor!
—¡Pero no entenderá nada, es wólof!
—¿Puede traducirla?
—¡Lo intentaré!
«Soy Fatou, la bonita Fatou.
Fatou oh, oh Fatou,
Como todos los niños del mundo
Soy Fatou, la bonita Fatou.
Fatou oh, oh Fatou,
Como todos los niños del mundo
Soy Fatou, la bonita Fatou.
Soy feliz y pronto voy a crecer,
Creceré como todos los demás,
Como los elefantitos y las jirafitas,
Como todos los demás
Como los elefantitos y las jirafitas»
—Es muy bonita. Hasta yo me dormiría si me la cantasen.
La joven madre sonrió la gracia de Nina y volvió a susurrar la misma nana, porque el bebé no parecía conciliar el sueño.
—Sabes,
Nano, voy a componer una nana. Una nana como me hubiera gustado que mi
madre me la cantara, como esta joven se la canta a su bebé. Pero mi
madre no sabe cantar. Nunca me meció con una nana; solo recuerdo haberme
quedado dormida con el ruido del televisor.
—Sí, Nina, deberíamos aprender muchas cosas de las gentes de los poblados de África.
—Ahora me siento mejor. ¿Qué magia tiene el canto que alegra el alma y te hace ver las cosas con más optimismo?
—¡El canto es el lenguaje del alma!
Nina
permaneció en silencio escuchando la canción de cuna de la joven madre,
que le transportaba a su propia infancia. Se veía sobre los hombros de
su padre, que le hacía sentirse grande y fuerte, o haciendo castillos en
la arena con la ayuda de su madre, que se deshacían cuando llegaba a
la playa alguna ola de una fuerza inesperada. Entonces las dos corrían
para ponerse a salvo, su madre la cogía por los brazos y la levantaba
por encima de la impetuosa ola. Nina se abrazaba a ella y se sentía a
salvo, segura en los brazos de su madre.
—Sabes, la canción de
esta joven mamá me trae recuerdos felices de mi infancia, mi madre no
siempre ha sido como la has conocido —le comentó a Nano—¡parecíamos
todos tan felices! ¡Y ahora estoy huyendo de la misma persona que me
rescataba de las fuertes olas y me estrechaba entre sus brazos, donde yo
me sentía segura y feliz! ¿Por qué, Nano?
—Nina, yo no tengo la respuesta, pero los seres humanos son imprevisibles e inconstantes.
—Entonces
mis padres se querían y parecían felices. ¿Por qué se separaron? Mi
madre era una mujer alegre y muy divertida. Hacía reír a mi padre con
sus gracias. Cuando paseábamos por el parque, ellos iban siempre cogidos
de la mano, y se besaban por cualquier motivo… Pero todo cambió cuando
mi padre perdió su empleo. Sí; esa fue la causa… No hay otra
explicación.
Nina interrumpió el relato de sus recuerdos porque el
autobús iniciaba la marcha, y sintió que aquel enorme vehículo la
separaba todavía más de la madre repudiada. Volvió a sentir una enorme
sensación de vacío; de no pertenecer ya a ningún sitio y no tener ningún
hogar donde refugiarse. Solo le quedaba Nano, le cogió del bazo y se
recostó sobre su hombro.
—Nina, ¿sigues teniendo miedo?
—No,
Nano, no es miedo, es tristeza. Siento como si al ponerse en marcha
este autobús se quedaran atrás mis mejores recuerdos infantiles. No sé
dónde vamos ni por qué estamos aquí, pero siento un enorme vacío y
desolación.
—Piensas en tu madre.
—Sí, a pesar de todo, creo que siento afecto por ella, y seguro que estará sufriendo por mi huida.
—¿Quieres regresar?
—No,
Nano, es solo nostalgia. Tal vez más adelante, pero ahora creo que debo
seguir adelante. Presiento que nos esperan días felices, y yo tengo
muchas ideas en la cabeza sobre nuevas canciones. Necesito sentirme
libre...
—Los artistas hacemos del sufrimiento nuestra mejor fuente de inspiración…
—Sí,
es verdad; las más bellas canciones han sido las más tristes, porque el
arte es lo único que sirve de consuelo a la tristeza.
El autobús
circulaba ya por una amplia autopista. Atrás quedaban las últimas luces
de la ciudad. El ruido del vehículo apagaba el insistente canto de la
joven madre, que parecía tener más sueño que su bebé. Nina intentó
contemplar el paisaje por donde circulaba, pero tan solo vio su rostro
reflejado en el cristal. Tenía la impresión de haber envejecido varios
años. A lo lejos se divisaban las potentes luces de la pista de
aterrizaje del aeropuerto, y un avión, en el que viajaba su padre,
estaba entrando en pista. Cansada y saturada de emociones, se quedó
dormida sobre el hombro de Nano.
»Pobre Nina —pensó Nano—, ¡está huyendo de lo que más añora!»
⦁ En busca de Nina
La madre de Nina no podía ocultar su inquietud cuando anunciaron la entrada en pista del vuelo en el que llegaba su ex-marido.
«No
puedo ser sincera. Si le digo la verdadera razón por la que Nina se ha
escapado, él también me rechazará. Tengo que pensar algo que pueda creer
y que no le escandalice. Le diré que Nina se ha escapado porque no
toleraba que yo invitase a pasar unos días con nosotras, en nuestro
apartamento, a un buen amigo mío. Sí, eso parece razonable. No puedo
mencionarle la existencia de las fotografías, se escandalizaría y huiría
también de mí, como ha hecho Nina.»
Durante la espera de la
llegada del vuelo recordó con nostalgia los primeros felices años de su
matrimonio. Se conocían desde niños, porque vivían en el mismo
vecindario. Él tuvo una forma muy peculiar de declararse, porque los dos
tenían un gran sentido del humor y se tomaban pocas cosas en serio.
Fue
durante un domingo en la playa de una populosa localidad costera, al
norte de su ciudad. Por entonces él era un flamante abogado de 30 años,
y había conseguido un lucrativo empleo en una gran multinacional.
Ella había cumplido 26 años, y tenía un carácter alegre y amistoso. A su lado nadie podía aburrirse.
Él
había ido a comprar dos grandes helados de fresa, y regresaba de vuelta
con ellos cuando tropezó en su toalla y ambos helados fuero a caer
sobre el escote del bikini. Él intentó recuperar los helados y volver a
ponerlos dentro de sus cucuruchos vacíos, pero fue inútil. Laura no se
enfadó, y después de recuperarse de la impresión, le dijo:
—¡Buen servicio! Gracias por los helados, pero la próxima vez no es necesario que utilices el servicio de urgencia.
Él también tenía un gran sentido del humor y siguió aquella disparatada conversación.
—¡No los traía para comerlos, sino para refrescarte!
—Pues vuelve a por otros dos, pero de vainilla y chocolate, porque los de fresa ya me han refrescado bastante.
—No puedo volver…
—¿Por qué?
—Porque
me prometí desde que era un niño que si algún día cometía la torpeza de
dejar caer un helado de fresa sobre una mujer, tendría que casarme con
ella.
—¿Me estás pidiendo que me case contigo, o es una excusa para no ir a buscar los helados?
—¿Yo he dicho eso? ¡Pero ya que insistes, de acuerdo, me casaré contigo!
A lo que ella respondió:
—Tu mamá no te ha enseñado que a las mujeres no se las conquista solo con un helado?
—Sí, me ha enseñado que las mujeres son como los helados, ¡cuando se calientan se derriten!
—Tienes una madre muy sabia, no estaría mal tenerla como suegra.
—Eso tiene fácil solución, y solo te va a costar dos palabras: «Sí, quiero».
—¿Y si no quiero?
—¡No habrá helado de vainilla y chocolate!
—¡Creo que serías un marido muy cruel!
—Solo te torturaré los sábados, a la hora del partido!
—¿Y que harás por las noches?
—¡Te refieres a eso!
—¿Sí, a eso!
—Lo que hace todo el mundo.
—¿Y qué hace todo el mundo?
—¡Procurar que siempre haya gente en el mundo!
—¿Está bien, me has convencido: aceptaré ese helado de vainilla y chocolate, pero sin servicio de entrega urgente!
De
esta manera tan desenfadada fue como se declaró a Laura. Para ellos la
vida era un juego divertido, y había pocas cosas que se las tomaran en
serio. Cuando se casaron y le preguntó el sacerdote si le aceptaba por
esposo, ella dijo:
—Sí, quiero, pero que sea un secreto entre los tres.
—¿Por qué? —preguntó el sacerdote asombrado.
—¿No querrá usted que se entere mi marido?
A lo que él respondió:
—¡No le haga caso, padre, solo quiere darme celos!
Laura
todavía sonreía cuando recordaba aquellos tiempos felices, pero el
aviso de llegada del avión le devolvió al mundo real, que ya no era ni
feliz ni gracioso.
Los pasajeros del avión ya habían desembarcado y
comenzaban a salir los primeros por la puerta de embarque. Laura se
arregló los cabellos con un gesto involuntario. Temía que no la
reconociera, porque aquellos años habrían dejado en su rostro las
huellas del tiempo. ¿Y él, qué aspecto tendría? ¿Lo reconocería? Estaba
tan ensimismada en estos pensamientos que no fue consciente de la
presencia de su ex-marido hasta que estuvo frente a ella.
—Laura, ¿es que ya no te acuerdas de mí? ¿No merezco siquiera un saludo?
Laura
volvió en sí, pero fue tal la impresión que le causó el nuevo aspecto
de su ex-marido, que durante unos instantes fue incapaz de reaccionar y
devolverle el saludo.
—¡Perdona, estaba distraída! ¿Cómo estás?
—Estoy muy preocupado por Nina. Todavía no puedo creerme que se haya escapado.
—Sí, yo tampoco puedo creerlo…
—¿Conoces al chico que la acompaña?
—Sí,
lo conozco, es un gran músico y un joven responsable. No puedo creer
que fuera él quién convenciera a Nina para que se escapara.
—¿Eran novios?
—Nina le admira y pensaban formar un dúo. Creo que estaba enamorada de él, ¡y es su primer amor!
—Esa no es una razón para arriesgarse a una aventura tan peligrosa. ¡Tiene que haber sucedido algo más grave!
La
madre de Nina presintió que su ex-marido esperaba de ella algo más para
que Nina tomase aquella dramática decisión, pero ella se sentía incapaz
de sincerarse y contarle la verdadera causa, y le expuso la razón que
había previsto.
—Creo que la causa fue que invité a pasar unos
días con nosotras a un amigo mío. ¡Es por mi culpa, ella no deseaba
venir, pero pensé que le sentarían bien unos días de descanso en la
playa…
—Está bien, dejémonos ahora de lamentaciones. Yo también
soy en parte culpable. Los hijos de divorciados siempre padecen de algún
trauma, ¡Nina no es una excepción!
Laura se sentía insignificante
y perversa al lado de su ex-marido. No había en él ni el menor rastro
del hombre del que se divorció. Había adquirido un aspecto respetable,
seguro de sí mismo y tolerante. También su aspecto físico se había
transformado. Conservaba todavía abundante cabello, pero plateaba en las
sienes, parecía más fornido y de movimientos ágiles y precisos. Incluso
le impresionó sus forma de vestir, con prendas de estilo casual, pero
perfectamente combinadas. Tenía todo el aspecto de una persona a cargo
de grandes responsabilidades profesionales. Pensó que aquella asombrosa
transformación debió ser el resultado de reincorporarse al ejercicio de
su profesión, después de dos destructivos años de desempleo.
La
preocupación por el paradero de Nina le impedía interesarse por aspectos
más triviales y personales, pero Laura deseaba saber la causa de todos
aquellos asombrosos cambios.
—Esta noche no podemos hacer nada
—comentó él—, mañana empezaremos la búsqueda. He traído algunas fotos de
Nina, pero no son recientes.
—Yo tengo en el móvil algunas fotos que le hice durante su actuación.
—¿Actuación?
—Sí,
tu hija será una gran cantante y compositora. Con la ayuda de su amigo
Nano, tuvo un enorme éxito con una de sus primeras canciones, en una
actuación en un piano-bar del pueblo donde veraneamos.
—Entonces
ya tenemos una pista: tendremos que buscar en lugares donde actúen
músicos. Es posible que hayan pensado ganarse la vida con actuaciones
callejeras.
—¡Desde luego que no ha heredado nada de nosotros!
Nina es como mi madre. En su juventud llegó a cantar en todas las
celebraciones del barrio. ¡Nina adora a su abuela!
—Ya tendremos tiempo de hablar de Nina y pensar en su futuro, pero ahora tenemos que buscar un hotel para esta noche.
—Estamos a solo unos pocos kilómetros del pueblo donde todavía tengo un apartamento alquilado. Podemos pasar allí esta noche.
⦁ La policía
Nina
no podía conciliar el sueño y contemplaba las esporádicas luces de
caseríos que aparecían en la lejanía dispersos en las tinieblas. No
podía apartar de su mente la imagen de su madre, y lo que pudiera estar
haciendo en aquellos momentos. En el otro asiento, la joven madre y su
bebé dormían plácidamente, arrullados por el rumor del autobús. Nano
también se había dormido, y se apoyaba en un precario equilibrio sobre
el respaldo reclinable del asiento. Nina le contemplaba y se sentía
afortunada por haberle conocido, porque aquella amistad daría sus
frutos. Estaba segura de que si no sucedía algún imprevisto que le
obligara a separarse de él, con su ayuda y su inspiración, compondría
muchas bonitas canciones.
Dos horas después de su salida, el
autobús entraba en la localidad donde tenía prevista la primera parada.
Las luces de las farolas que iluminaban la entrada despertaron a Nano.
—¿Ya hemos llegado? —exclamó todavía somnoliento.
—No, Nano, creo que es solo la primera parada. Necesito bajar del autobús y estirar las piernas, las tengo entumecidas.
—Entraron
en la estación de autobuses, donde nuevos viajeros, con el mismo
desolador aspecto, esperaban su llegada. La joven madre y su bebé
también se habían despertado, y el bebé volvió a llorar todavía con más
energía. Los viajeros estaban molestos y parecían recriminar a la madre
por no hacer algo que le hiciera callar. Nina se interesó por la causa
de aquel persistente llanto.
—Tendría que cambiarle los pañales, pero no sé si me daría tiempo.
—Le
preguntaré al chófer. No puede ir sucio todo el viaje! Nano,
acompáñame, quiero preguntarle al chófer cuánto tiempo tiene de parada.
Descendieron
del autobús y entraron en el bar de la terminal, donde el chófer
conversaba con dos hombres de aspecto sobrio. Tenían las chaquetas
colgadas en el respaldo de la silla, y por su similitud Nano pensó que
debían ser uniformes. Se acercó a ellos con el pretexto de pedir un
refresco, y vio dos placas en sus bolsillos, por lo que dedujo que
debían ser policías. Pagó el refresco y se reunió con Nina.
—¡Nina, aquí termina por el momento nuestro viaje!
—¿Por qué, Nano? —preguntó ella alarmada.
—Porque
hay dos policías con el chófer y seguramente subirán al autobús para
comprobar la identidad de los pasajeros. Tenemos que recuperar nuestro
equipaje con alguna excusa. Sí, diremos que tenemos que volver porque
nos han comunicado la muerte de un familiar.
En efecto, tal como
había deducido Nano, los dos eran policías y subieron al autobús,
mientras ellos recuperaban sus mochilas y las guitarras. Momentos
después el autobús partía de nuevo sin ellos dos.
Se sentaron
apesadumbrados en uno de los bancos de la terminal, y, a pesar de aquel
inesperado contratiempo, se sentían aliviados, porque habían superado la
primera prueba de su arriesgada aventura. En pocos minutos la terminal
de autobuses se había quedado desierta y el bar cerró sus puertas. Se
apagaron la mayoría de los focos que iluminaban el aparcamiento, y tan
solo quedó iluminada la estancia donde ellos permanecían confusos y
desorientados.
—¿Dónde estamos? ¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Nina angustiada.
—No lo sé, Nina, pero algo se me ocurrirá…
—Un
vigilante de la terminal entró de improviso en la sala y de nuevo se
alarmaron, pero solo les advirtió que debían salir, porque tenía que
cerrar la terminal hasta la llegada del próximo autobús. Cargaron con
las mochilas y las guitarras y momentos después se encontraban en una
desolada avenida, de las afueras de la localidad.
—¿Y ahora qué hacemos, Nano?
—Buena pregunta, Nina, ¡ojalá pudiera contestarla! Si pudiéramos llamar un taxi…
—¿Y adónde le decimos que nos lleve?
—Puede que en el centro haya movimiento y algún café esté todavía abierto.
—No me vendría mal, porque empiezo a tener hambre.
—¿Estás descansada para caminar? No podemos quedarnos aquí, tenemos que ir al centro y no hay otro medio que ir andando.
—Está bien, espero que no esté muy lejos.
Caminaron
durante más de media hora, pero no llegaron a ningún lugar que pudiera
ser el centro, y todos los bares y restaurantes estaban ya cerrados.
Nina estaba exhausta. De improviso se encontraron en un espacioso y bien
cuidado paseo protegido por un muro de contención contra el
crecimiento de las mareas o las fuertes olas de los temporales. A lo
largo del paseo había lujosas viviendas de veraneo. La mayoría no
parecíar estar habitadas.
Una de ellas, ya al final del paseo,
estaba profusamente iluminada y les llegaba el sonido de música de los
últimos temas más populares del momento.
—Deben estar celebrando una fiesta. Si nos acercamos creerán que somos parte de ella y podremos descansar en la playa.
El
amplio jardín de la lujosa vivienda estaba profusamente iluminado con
farolillos chinos, y un grupo de niños y adolescentes, ataviados con
prendas de dormir, celebraban una pijama-party.
—Parecen
divertirse —comentó Nina recordando a los que había asistido ella—. Me
gustaría poder estar en esa fiesta en lugar de huir y escondernos como
si fuéramos delincuentes.
Entraron en la playa al otro lado del paseo y se dejaron caer exhaustos sobre la cálida arena.
—¡Yo no puedo dar un paso más —se lamentó Nina—. Nos quedamos aquí pase lo que pase!
—Creo que aquí podemos descansar seguros, nadie pensará que no somos parte de la fiesta.
La
noche era cálida, pero una fresca brisa secaba el sudor de sus frentes,
porque vestían ropas demasiado abrigadas. El resplandor de los
farolillos chinos iluminaba tenuemente la arena de la playa, pero no
podían divisar la orilla del mar, tan solo les llegaba el monótono
sonido de las olas al romper en la arena.
—Nunca he dormido en
una playa, excepto una noche de mal recuerdo que no tuve la oportunidad
de contemplar las estrellas, pero ahora que estoy aquí siento que es
hermoso quedarte dormida contemplando las estrellas —comentó Nina—,
aunque apenas se vean. Es una maravillosa sensación de libertad. Cuando
todo esto pase, y no estemos huyendo de nadie, volveremos a estas playas
y dormiremos sobre la arena las noches que sean claras y se vean las
estrellas, ¿verdad, Nano?
—¡Por supuesto, Nina!
—Nano, me apetece cantar, ahora me siento bien. Desenfunda tu guitarra y acompáñame.
Nina
parecía sentirse transportada por arte de magia a un cielo estrellado
suspendida en el espacio. Se sentía profundamente motivada por aquel
sublime espectáculo y tarareó algunas frases musicales de una
improvisada canción:
«Cuando estás a mi lado
las estrellas parecen reír
la luna parece soñar
el mar parece cantar.
Cuando estás a mi lado
el viento parece jugar
el sol parece besar
el cielo parece acariciar»
Cuando
finalizó se escucharon unos aplausos que venían del paseo, y una mujer
de mediana edad, vestida también con un camisón, se acercó a ellos y
comentó entusiasmada:
—¡Bravo, bravo, preciosa canción!
Ellos se alarmaron, pero la mujer les tranquilizó.
—No
os asustéis, soy la mamá de los niños que celebran el pijama-party. He
salido porque hay demasiado jaleo allí dentro. Pero ¿quiénes sois y qué
hacéis aquí? Pero ¡no me lo digáis porque lo puedo adivinar! ¿Cuánto
hace que os habéis escapado de vuestras casas?
—¡Nosotros no…! —quiso protestar Nina, pero la mujer le interrumpió.
—No
temáis, yo no os denunciaré. Sé que os habéis escapado porque la
canción estaba rebosante de nostalgia; por eso me ha encantado. Me
recordáis a mí misma. ¡Yo también me escapé de casa, y tenía una buena
razón, como seguramente la tendréis vosotros. Los adultos nos olvidamos
de cuando éramos adolescentes e inocentes, y no entendíamos su
corrompido mundo. Mis padres se peleaban constantemente, por causa de
desavenencias con el dinero. Eran ricos, pero mi madre despilfarraba el
dinero con sus extravagantes caprichos. Yo no lo pude soportar más y
hui de casa, pero no tuve la suerte que tienes tú, niña, yo me escapé
sola y mi aventura no duró ni 24 horas. Me encontraron llorando en el
banco de un parque y me devolvieron a mi casa. Los adultos no entendían
mis razones. Mi padres parecían muy afectados, pero una semana después
volvían a pelearse. Fue un alivio que se divorciaran. ¿Os pasa algo
parecido a vosotros? Pero, dejémonos de charlas y venid a la fiesta,
quiero que cantéis para los niños, y después os podéis quedar a dormir
en mi casa, pero mañana tenéis que proseguir vuestro camino, y a mí no
me habéis conocido, ¿de acuerdo, niños? Pero cómo os llamáis, porque
supongo que no os gusta que os llamen niños, aunque para mí lo sois
todavía.
—Yo me llamo Nina y tengo casi 16 años —respondió Nina.
—Yo me llamo Fernando, aunque todos me llaman Nano, pronto cumpliré 18 años.
—Que
curiosa coincidencia: Nina y Nano. ¡Un nombre perfecto para un dúo! Yo
me llamo Sofía, aunque mis hijos me llaman simplemente «Sofi».
Nina
y Nano recogieron sus mochilas y entraron en el amplio jardín de la
casa, ante la mirada curiosa de los niños que participaban en la fiesta.
⦁ La noche de sus padres
Laura conducía con extremada
prudencia, porque sentía una gran responsabilidad por el pasajero que le
acompañaba. Durante el viaje de regreso apenas intercambiaron unas
palabras sobre los posibles destinos de los fugados. Laura seguía
sintiéndose culpable, pero no tenía el suficiente valor como para
hablarle sobre las fotografías que motivaron la escapada. Ella misma no
comprendía cómo había consentido en posar para la revista pornográfica.
La presencia de su ex-marido le recordaba una Laura totalmente distinta,
que nunca habría aceptado esa proposición. Sin apenas ser consciente, y
presionada por el viciado ambiente de su empleo, fue aceptando
gradualmente propuestas cada vez más escandalosas, hasta caer en la
pornografía. Ella solo encontraba una justificación: costear la
educación musical de su hija y permitirse algunos costosos caprichos,
como prendas de vestir caras de marcas reconocidas, salidas a
restaurantes y espectáculos o aquellas dramáticas vacaciones en la
playa. Pero en ese momento, con un testigo de excepción de su pasado,
creía que el precio había sido muy elevado.
Cuando se
divorciaron, Laura era ya una asidua de clubs nocturnos y restaurantes
de lujo, y su marido un desempleado deprimido y desmotivado, que nunca
tenía el estado de ánimo suficiente como para compartir sus deseos de
diversión. Llegó un momento en que era inevitable la separación, porque
Laura ya tenía un sustituto como amante, su propio jefe, con quien
compartía diversiones y mantenía relaciones sexuales.
Él fue
quién la indujo a la pornografía. ¿Cómo no aceptó la censura de su
propia hija de su inmoral comportamiento? Tal vez —pensó cuando
divisaban ya la pequeña localidad costera—no sea demasiado tarde para
rectificar.
A partir de aquel momento, Laura se propuso renegar
de todo lo que había sido su desordenada vida en los últimos diez años e
intentar que Nina la perdonara y la aceptara de nuevo, aunque le
costase su empleo y la renuncia a todos sus caprichos.
«Tal vez él me pueda ayudar». Se dijo a sí misma, pensando en su desconocido ex-marido.
—Tenemos
suerte —comentó Laura al llegar al apartamento—, el restaurante todavía
está abierto, pero no tardarán mucho en cerrar, podremos cenar algo si
nos apresuramos. Supongo que tendrás hambre.
Aparcaron el coche y
se dirigieron directamente al restaurante. Se acomodaron en una mesa
junto al lado de la playa y la misma Laura decidió el plato a elegir:
agujas pescadas la noche anterior. Su ex-marido estuvo de acuerdo con la
elección.
Laura no se había dado cuenta de que en la mesa contigua estaban los padres de Marc.
—Magnífica
elección, querida, son deliciosas estas agujas. No hay ningún sitio que
las preparen mejor que aquí. Veo que nuestros maridos se han puesto de
acuerdo y han venido a disfrutar de este maravilloso lugar. ¿Le gusta
este pueblo? —preguntó al desprevenido ex-marido.
—Me encanta
—respondió, recordando su sarcasmo de viejos tiempo—, mi mujer y yo
estábamos pensando en comprar aquí un chalet, pero son demasiado baratos
para nuestro presupuesto.
—¡Que buen sentido del humor tiene su marido, querida, el mío solo sonríe cuando suben sus acciones en la bolsa!
—Y cuando bajan ¿llora?
—Peor que eso, le da por cantar opera.
—Tal vez el área de Donizetti, «Una furtiva lágrima».
—¡Ja, ja. Su marido es muy gracioso, querida, debe estar muy divertida con un hombre así.
Laura
estaba a punto de romper a llorar. Aquel era el joven de quien se
enamoró. No había cambiado nada, solo algunas canas en las sienes.
También a ella se le escapó una furtiva lágrima. Su ex-marido notó su
turbación, y le preguntó extrañado:
—¿Te ocurre algo, Laura? ¿He dicho algo inapropiado? Esta mujer es una entrometida, no vale la pena tomar en serio sus chismes.
—No, no me pasa nada. Se me ha debido meter un mosquito en el ojo, pero ya ha salido.
—Por
cierto —insistió la madre de Marc—, ¿cómo está su encantadora hija,
Nina? Ayer no cantó en el piano-bar. Tampoco hemos vuelto a ver al chico
de las hamacas, ¡hacían tan buen dúo!
Laura tuvo que levantarse
bruscamente y encerrarse en los lavabos, donde no pudo evitar el llanto.
Intentó reponerse y secarse las lágrimas, pero brotaban descontroladas.
Mientras tanto su ex-marido respondía a la entrometida:
—Gracias
por su interés. Mi hija está perfectamente, ayer mismo ingresó en un
convento de clausura y Nano, creo que se ha alistado en la legión
extranjera.
La mujer comprendió que se estaban mofando de ella y
con un airado gesto, le volvió la espalda, y comentó algo con su
impasible marido, sin que este hiciera el menor gesto. El ex-marido de
Laura se levantó y pidió al camarero que le sirvieran en una mesa del
interior. Instantes después Laura se reunió con él y le comentó ya más
sosegada:
—La buena mujer solo se interesaba por Nina, ¿cómo iba a saber que se ha escapado con Nano?
Cuando
finalizaron aquella accidentada cena, volvieron al apartamento
caminando por la playa. La luna estaba en cuarto menguante y solo el
lejano resplandor de las luces de la terraza del restaurante les
alumbraba el camino. Pasaron por el piano-bar, pero apenas había
animación. Era evidente que echaban de menos a Nano.
—Aquí es
donde cantaba Nina —le dijo Laura a su ex-marido—. Ella y Nano formaban
un dúo magnífico. No sé si lo sabes, pero Nina estudia música en una
academia y ya sabe escribir las canciones que compone. Nano también
estudia guitarra clásica en el Conservatorio. Se entendían muy bien.
Supongo que si se han ido juntos es porque les une su amor por la
música.
—Yo no sabía que Nina quería ser cantante. La última vez
que nos vimos me dijo que no estaba segura qué carrera estudiar cuando
terminara el Instituto. Parecía muy confusa.
—Fue mi madre quien
la animó a que estudiara música y canto, porque creía que tenía
cualidades naturales y talento. Ha sido el destino quien la ha puesto en
contacto con Nano. No me extrañaría que se hicieran famosos.
—¡Mi
hija cantante, nunca lo hubiera podido imaginar! Yo le aconsejé que
hiciera la carrera de Derecho, pero es evidente que no tenía ningún
interés.
Cuando llegaron al apartamento Laura se sentía inquieta,
porque no le hubiera importado acostarse con su ex-marido, pero dejó que
fuera él quien tomara la iniciativa, y prefirió dormir separados.
—Yo puedo dormir en este sofá, solo necesito algo para cubrirme, aunque no parece necesario.
Laura se resignó.
—No tienes que dormir en el sofá, hay otra habitación; la que ocupaba Nina. Puedes dormir allí.
Se
retiraron a sus habitaciones y se despidieron con un simple «Buenas
noches», sin que su ex-marido mostrara interés por despedirse con un
simple beso en la mejilla. Cuando Laura se encontró sola en la
habitación que había ocupado horas antes con el amante repudiado, la
actitud de su ex-marido le hacía pensar que tal vez había rehecho su
vida sentimental con alguna otra mujer, y esa posibilidad agravó
todavía más sus remordimientos.
«¡Me lo merezco!» —se censuró a sí misma.
⦁ La mecenas
A
la mañana siguiente Nina se despertó en el dormitorio reservado a
invitados, descansada y animada. Nano, que había dormido sobre un amplio
y confortable sofá en el salón, también se despertó con el mismo
optimismo. La ayuda de aquella amable mujer había sido providencial en
uno de los momentos más críticos de su huida. De algún lugar de la casa
venía un agradable aroma de café recién molido, y ya se escuchaba el
ruido de los niños jugando en sus dormitorios.
—Buenos días, Nina,
¿has dormido bien? —le saludó entrando en la habitación—. Tu amigo ya
está listo para proseguir vuestra aventura. Os he preparado un buen
desayuno para que tengáis fuerzas suficientes para cargar con esas
pesadas mochilas y las guitarras.
—¡Gracias, es usted muy amable!
—Tu
amigo me ha contado tu historia y comprendo que hayas tomado la
decisión de alejarte de tu madre, pero, a pesar de todo, creo que
deberías hacerle saber que estás bien, aunque no le digas dónde estás.
Por muy mala madre que sea no es necesario que le hagas sufrir con la
incertidumbre de no saber nada de ti. Supongo que tendrás un móvil.
Puedes enviarle un SMS para tranquilizarla. ¿Me prometes que lo harás,
Nina?
—Pero no tenemos móvil…
—Puedes enviarlo desde el mío.
—¡Sí, lo haré!
—Toma mi móvil, enviáselo ahora mismo y después baja a desayunar.
La mujer le dejó el teléfono y Nina escribió:
«Mama, sé que habrás sufrido por mi huida, pero no debes preocuparte, porque nosotros estamos bien. Nina».
El mensaje era escueto, pero Nina creyó que era suficiente, y su protectora también pensó que tranquilizaría a su madre.
—¡Así
está mejor, tenéis que demostrar que os comportáis con la
responsabilidad de los adultos, aunque a veces los adultos seamos más
irresponsables que nuestros hijos adolescentes!
Nina asintió con una melancólica sonrisa.
—Como
madre y mujer me gustaría darte un consejo: Nina, no compliques más tu
situación con un indeseado embarazo. Tu amigo parece un buen chico y lo
comprenderá. Ya tendréis tiempo de disfrutar del sexo cuando podáis
llevar una vida normal, ¡y hasta puede que os caséis!
Nina se
ruborizó, pero, al mismo tiempo, el recuerdo de lo que había sucedido en
la playa la noche de su primera actuación le entristeció.
—¡Gracias, sí, seguiré su consejo… Si mi madre me hubiera hablado así…
—Vamos, vístete y baja a desayunar que el café se estará enfriando. —le interrumpió.
Cuando
se reunieron los tres en la gran cocina para el desayuno, la anfitriona
se interesó por los planes de la huida de Nina y Nano.
—Intentamos
encontrar unos amigos de Nano que forman una orquesta para amenizar los
bailes de los hoteles. Esperamos que ellos nos ayuden y yo pueda
encontrar un lugar tranquilo para componer un montón de canciones que
tengo en la cabeza.
—Entiendo —contestó la anfitriona, mostrando un vivo interés por ellos—¿Y qué haréis si no los encontráis o no pueden ayudaros?
—Nos
ganaremos la vida cantando en la calle y tal vez nos admitan en algún
club… —respondió Nano, sin demasiada convicción, porque él también temía
que no los llegasen a encontrar, o si los encontraban, que no quisieran
asumir la responsabilidad de ayudar a dos menores fugados—. ¡Algo
encontraremos para sobrevivir!
—Nano, eres muy optimista, pero ¿qué canciones cantará Nina si no las ha podido componer? ¡De la cabeza no sale música!
Nina asintió con una leve sonrisa.
—Tengo
un buen abogado, espero que pueda sacarme del lío en que me voy a meter
con vosotros, pero siempre he deseado ser la mecenas de algún artista
con talento, y creo que por fin me ha llegado la oportunidad de hacerlo.
¡Creo que yo os puedo ayudar! Tengo una vieja casa en el campo,
heredada de mis abuelos, no muy lejos de aquí, rodeada de naranjos,
donde podéis trabajar y componer todas esas hermosas canciones que Nina
lleva en la cabeza. Está habitada por un matrimonio encargado del
cuidado de los naranjos, pero la casa es suficientemente grande para que
podáis compartirla sin que os molesten. ¿Qué decís, os parece bien la
idea?
Nina y Nano estaban sorprendidos por aquella extraordinaria oferta, y ambos contestaron prácticamente al unísono:
—¡Nos parece maravillosa!
—Entonces pongamos manos a la obra y preparemos todo lo que os hace falta. Yo os llevaré hoy mismo con mi coche.
En
ese momento irrumpieron en la gran cocina los cuatro hijos de la
mecenas y se dieron los buenos días con gran profusión de besos y
abrazos.
—¡Buenos días, mami! —dijo el más pequeño—. ¿Se quedarán a
vivir con nosotros? —preguntó a su madre señalando a los asombrados
músicos.
—No, cielo, pero vivirán algún tiempo en la casa de los abuelos.
—Yo también quiero vivir en la casa de los abuelos, porque tiene muchos animales que me gustan.
—Ya
lo sé, cariño, pero tenemos que dejarlos solos, porque son artistas y
los artistas necesitan estar tranquilos para crear sus obras.
—Mami, ¿qué es un artista? —preguntó a su vez el pequeño.
—Una persona que hace cosas que nos hacen felices, como los cuentos que lees o las canciones que tanto te gustan.
—Ya entiendo.
La hija mayor saludó a Nina con un comentario sobre su actuación de la noche anterior:
—Me
gustó mucho tu canción. Yo también estoy aprendiendo a tocar la
guitarra, pero no sé cantar tan bien como tú. Tienes una bonita voz.
—Estos
son mis hijos —comentó la anfitriona—. Silvia, la mayor, que también
tiene vocación de artista, Jorge y Carlos, que como podéis ver, son
gemelos. Los dos quieren ser pilotos de helicópteros, aunque no se por
qué, y el benjamín de la familia, Quico, que nos tiene a todos
cautivados por sus ocurrencias.
El pequeño Quico se acercó a Nano, le cogió de la mano,y le dijo:
—Mi papá sabe tocar la guitarra, pero ahora está en el Cielo.
Nano cambió una significativa mirada con su madre.
—Sí,
cariño, y debe tocarla para que le escuchen los angelitos… —y
dirigiéndose a Nano le dijo en voz baja para que el niño no lo
escuchase—. Mi marido murió hace dos años en un accidente de coche. Vivo
sola con mis cuatro hijos, pero ya nos hemos hecho a la idea. Solo
Quico no puede comprender lo que le sucedió a su padre.
⦁ El SMS
Laura
y su ex-marido madrugaron para preparar el plan de búsqueda de Nina.
Consultaron un mapa y decidieron que empezarían la búsqueda por la
primera localidad costera de cierta importancia, al norte de la capital,
donde tuvieran parada los autobuses.
—Si viajan en autobús deben
de estar en alguna localidad donde tengan parada. Empezaremos por
informarnos de todos los autobuses que se dirijan hacia el norte y al
sur, porque no creo que se alejen de las localidades de la costa. Tal
vez encontremos alguien que los haya visto subir al autobús y nos
oriente en qué dirección buscar.
Laura hizo su equipaje con todo
sus enseres y los que había dejado Nina, porque creía que ya no
volverían a ese apartamento. Al recoger un sujetador de Nina, volvió a
sentirse culpable. Su hija se había convertido en una mujer sin que ella
se diese cuenta, y había descuidado su relación personal con ella.
Siempre la consideró una niña, a quien no se le podían confiar ciertas
cosas, porque no las entendería. Pero ahora se daba cuenta de que era
ella la que no las entendía, como la inocencia, la lealtad o el afecto
maternal. No solo había sido una mala madre, sino además una estúpida,
incapaz de distinguir lo que está bien y lo que está mal.
Acudieron de nuevo al restaurante para desayunar y vieron al nuevo chico encargado de las hamacas.
—¡Buenos días, joven —le saludaron.
—Buenos
días, señora —le respondió acercándose a la terraza del restaurante—.
Me alegro de verla, porque después de que usted se fuese, recordé que
Nano me dijo que tenía intención de encontrarse con unos colegas suyos
en alguna de las localidades del norte, pero no sabía en cuál podían
estar.
—Gracias, eso nos será de gran ayuda.
El chico volvió a su trabajo en el bar de la playa y Laura comentó con su ex-marido la nueva información.
—¡Ahora ya sabemos dónde tenemos que buscar!
De
pronto, sonó el tono de un SMS, y a Laura le dio un vuelco el corazón,
porque algo le decía que tendría que ver con su hija. No esperaba
mensajes de nadie, sobre todo a esas horas de la mañana. Buscó nerviosa
el móvil que había guardado en el bolso revuelto con otros objetos
personales, y, tras una angustiosa búsqueda, por fin pudo leer el
mensaje de Nina. Su ex-marido tampoco podía disimular su ansiedad por
conocer el contenido de aquel inesperado mensaje. Laura lo leyó y se
dejó caer sobre la silla, como si hubiera perdido la fuerza para
mantenerse erguida.
—¡Es de Nina —exclamó—. Dice que no me preocupe por ella porque está bien!
—¿No dice dónde está?
—¡No,
supongo que no quiere que lo sepa! ¡Gracias, Nina, por haber tenido
compasión de tu madre! ¡Al menos ahora sé que no les ha sucedido nada
que tengamos que lamentar! ¿Qué crees que debemos hacer? —preguntó a su
ex-marido.
—No voy a regresar sin saber dónde está y haber podido hablar con ella.
—Nina no sabe que estás aquí. Ella te adora, y te hará caso de lo que le pidas.
—Déjame el móvil, le enviaré una respuesta.
—¿Pero, qué haremos si regresa? Conmigo ya no querrá vivir, y ahora no es el momento de hacer cambios...
—Laura, Nina volverá contigo si se lo pido yo.
—Pero, ¿de qué viviremos? ¡Voy a renunciar a mi empleo!
—¿No soy su padre? ¡Yo os mantendré!
—No
merezco que hagas eso por mí, tú no sabes lo que ha sido mi vida en
estos últimos diez años. ¡Si lo supieras me aborrecerías!
—Laura,
ahora tenemos que pensar en Nina y en su futuro. Después ya tendremos
tiempo de ocuparnos de nosotros mismos. No quiero saber nada de lo que
has hecho todos estos años, ahora eso no es importante.
—¡Pero yo me siento culpable de nuestro divorcio!
—No,
los dos somos culpables. Me casé contigo porque eras una mujer alegre y
divertida, ¿qué derecho tenía a amargarte la vida con mis
preocupaciones? Yo fui la causa de nuestra separación… Pero ahora no es
el momento para confesar nuestros errores, porque Nina es la víctima
inocente. Es necesario que recupere la confianza en nosotros, lo demás
no es importante.
—¿Y cómo lo conseguiremos?
—No lo sé, pero le enviaré un mensaje y la rogaré que me permita verla y hablar con ella.
—Está bien, toma el móvil y envíale ese mensaje. ¡Quiera Dios que te escuche!
El ex-marido escribió su respuesta:
«Mi
querida Nina, soy tu padre quien te envía este mensaje y te ruego que
me permitas verte para hablar sobre los motivos que te han llevado a
separarte de tu madre. Sabes que te quiero y no deseo verte sufrir. ¿Lo
harás por mí?»
Leyó el mensaje a Laura y lo envió.
—¿Crees que accederá a verte?
—Eso espero, ¡no tiene motivos para negarse!
⦁ La respuesta
Sofía recibió el SMS del padre de Nina mientras desayunaban, pero no se lo enseñó a ella.
«Esperaba
esta respuesta —pensó—, ¡un perfecto chantaje emocional! ¿Por qué los
padres no entienden a sus hijos y tienen que ser extraños los que los
entiendan? Nina está profundamente herida y ese mismo dolor es lo que
le impulsa a crear. Hasta que no desahogue todo ese dolor y lo
transforme en canciones, es inútil intentar que vuelva a ser una persona
normal, capaz de razonar lo que debe o no debe hacer. Nina necesita
tiempo y libertad, y ¡lo último que necesita ahora es un chantaje
emocional!»
Apagó el móvil y comentó con ellos:
—Otra amiga
que me invita a tomar el té con ella. Todos piensan que porque soy viuda
tengo que estar deprimida. Bueno jóvenes, si habéis recogido todas
vuestras cosas, ya podemos marchar. Silvia, tú y los gemelos os
quedaréis aquí, porque no cabemos todos en el coche, pero Quico vendrá
con nosotros. ¡porque quiere ver los animales que tanto le gustan!
¿Verdad, Quico?
—¡Sí, mami!
Cargaron las mochilas y las
guitarras en el coche y se dirigieron hacia el interior por una angosta
carretera bordeada por jóvenes naranjos que daban sus primeros jugosos
frutos, todavía verdes y de pequeño tamaño. La carretera ascendía por
una ladera hasta remontar la cumbre que daba acceso a un extenso valle,
también con grandes plantaciones de naranjos protegidos del salitre de
la brisa marina. Cruzaron el valle y de nuevo remontaron una colina más
elevada que la anterior, que daba acceso a una meseta desigual, y desde
allí se podían ver un gran número de caseríos, rodeados de naranjos.
—Ya
estamos llegando —dijo Sofía—. Aquí no os molestará nadie y tú, Nina,
podrás componer todas esas bonitas canciones que nos has prometido.
Salieron
de la carretera asfaltada y entraron en un camino donde apenas podía
circular un solo vehículo. Unos metros más adelante salieron al camino
dos grandes y esbeltos perros lebreles, que rodearon el vehículo,
ladrando escandalosamente. Pero cuando reconocieron el automóvil,
dejaron de ladrar por algunos momentos para acercarse a la ventanilla,
desde donde Sofía trataba de calmarlos.
—¡No arméis tanto
escándalo que somos nosotros! Con estos dos magníficos lebreles estáis
bien protegidos. ¡Nadie entra aquí sin su permiso!
Los perros
volvieron a sus ruidosos ladridos mientras seguían al automóvil hasta
la explanada que se abría frente al caserío. Algunas aves de corral
picoteaban y escarbaban insistentemente en el suelo. Dos gatos
dormitaban tumbados perezosamente sobre una gran mesa. Junto a la puerta
esperaban la llegada de Sofía y de sus acompañantes, el matrimonio
encargado del cuidado de la finca.
—No os lo había dicho —les
comentó Sofia—, son rumanos, pero ella habla muy bien nuestra lengua.
Ella os preparará las comidas, pero no temáis, la cocina rumana es tan
sabrosa como la española.
—Hola, Oana, —saludó Sofía a la mujer,
que se secaba las manos en su delantal—, os traigo los invitados de que
os hablé por teléfono. ¿Cómo está todo por aquí?
—¡Tranquilo, como siempre, señora. Nos alegra verla y a sus invitados! ¡Ah, y también ha venido el pequeño Quico!
—Quiere ver los animales.
—¡Sí, quiero ver los conejitos! —dijo el niño, descendiendo del automóvil—. ¿Dónde están lo conejitos?
La mujer cambió una significativa mirada con Sofía, y le comentó en voz baja:
—No hay conejitos. Han ido todos a la cazuela, pero no podemos decirle eso a Quico.
—Cielo,
los conejillos se han hecho mayores y se han ido al campo, con otros
amigos suyos —dijo la madre al pequeño—. Por eso ya no hay conejillos.
El pequeño parecía apenado, pero al ver los dos gatos sobre la gran mesa, se olvidó de los conejos y se interesó por los gatos.
Nina
y Nano descendieron del coche y contemplaron asombrados los campos de
naranjos que rodeaban el caserío en todas las direcciones. En el lado
norte, la plantación ascendía una suave ladera, con árboles jóvenes
perfectamente alineados, porque había sido roturada y plantada
recientemente.
—¡Sabes, Nano, yo siempre he deseado vivir en el
campo, rodeada de naturaleza y no de asfalto, como nos rodea en las
ciudades. Este matrimonio son muy afortunados de poder vivir en un sitio
así.
Sofía se acercó a ella y le preguntó, aunque por su expresión ya sabía la respuesta.
—Bueno, Nina, ¿qué te parece el sitio? ¿Te podrás inspirar aquí?
—¡Es como un sueño! —respondió ella sin ocultar su asombro.
La
mujer rumana sirvió unos refrescos sobre la mesa donde los dos gatos no
parecía abandonar su descanso y apenas cambiaron de sitio sobre la
mesa, para dejar espacio a los invitados, que se reunieron a su
alrededor.
—¡Oana, estos jóvenes son Nina y Nano, dos buenos músicos y quiero que pasen unos días en la casa.
—¡Estaré encantada de que estén con nosotros, nos harán compañía—y dirigiéndose a ellos, le dijo:
—Bienvenidos
a esta casa, pedidme lo que necesitéis. ¿Os gusta la cocina rumana? Si
no os gusta, os preparé comida al estilo español, que ya he aprendido a
cocinar muchos platos de aquí. Si necesitáis algo de la ciudad, mi
marido baja los días de mercado y él puede traerlas.
—Ocuparéis
habitaciones separadas —dijo Sofía, dirigiéndose a ellos y poniendo
énfasis en esta decisión—. Sé que Nano es un joven juicioso y tú, Nina,
también, pero es mejor evitar las tentaciones, porque la carne es débil.
Espero que comprendáis lo que me sucedería si Nina se quedara
embarazada estando huida y en mi casa. Sé que os comportaréis como dos
personas responsables, y no tendremos nada que lamentar. ¿De acuerdo?
Nina y Nano asintieron con un enérgico gesto de cabeza.
—Bien,
ahora tengo que regresar y preparar algo de comer para este batallón de
hambrientos que son mis hijos. Vamos, Quico, sube al coche, que tus
hermanos nos estarán echando de menos.
Madre e hijo subieron al
coche y regresaron a la ciudad. Los dos perros lebreles les siguieron
durante unos metros, pero regresaron cuando rebasó los límites de su
territorio.
⦁ El arrepentimiento
Los padres de Nina
decidieron esperar la respuesta de su hija. Después de desayunar,
intentaron calmar su inquietud dando un largo paseo por la playa. El
rocío de la mañana había dejado sobre las escasas plantas que bordeaban
la solitaria playa una vivificante humedad. El mar estaba en una calma
inusual, y apenas se escuchaba el rumor de la arena deslizarse con el
rebufo de las escasas olas. Caminaban en silencio, pendientes del sonido
del teléfono móvil.
Laura se sentía bien paseando por aquel maravilloso entorno con el hombre del que se enamoró, no con el que se divorció.
—Sergio,
¿puedo preguntarte qué ha sido de tu vida en estos últimos diez años?
Tengo que confesarte que me ha sorprendido tu cambio de personalidad. Te
encuentro más interesante y, tengo que decirlo, ¡también más atractivo!
En cambio yo me siento mucho más vieja, gorda y fea…
—No estoy de
acuerdo, Laura, para mí sigues siendo la misma que conocí desde que
éramos unos niños. Con la que me casé, y la misma que jugaba con Nina en
la playa.
—Gracias, Sergio, eres muy amable, pero estás
mintiendo. ¡Ya no soy la misma, porque he hecho cosas que me han marcado
y anulado mi dignidad, y que no tienen reparación posible… Pero
háblame de ti. ¿Te has vuelto a casar?
—No, Laura, no me he vuelto
a casar, porque yo nunca me he sentido divorciado, solamente separado.
Siempre he pensado que si superaba mi depresivo estado de ánimo, te
podría recuperar. Yo soy un hombre de una sola mujer. Lo que hecho estos
diez años ha sido buscar un empleo que me librase de mi ansiedad y
falta de estímulos, lo que había sido la causa de nuestro divorcio.
Después de muchos esfuerzos, conseguí un nuevo empleo y, desde entonces
no pasaba un solo día sin que no pensara en nuestra posible
reconciliación. Creo que yo siempre he estado enamorado de ti. Incluso
después del divorcio.
Laura sintió que su corazón rebosaba de
felicidad, porque no esperaba que su ex-marido siguiera sintiendo afecto
por ella. Esperaba que estuviera casado, e incluso que tuviera hijos y
hubiera formado otra familia, por lo que ya se había mentalizado para
aceptarlo sin hacerse ilusiones, y conformarse con recuperar su amistad.
Pero la respuesta dio alas a su aturdido corazón.
—Laura, ¿por qué vas a renunciar a tu empleo? —preguntó Sergio a la transfigurada Laura.
Laura
no estaba preparada para que le hiciera esa pregunta y no supo qué
responder, a menos que le revelara la causa, pero tenía miedo de echar
por tierra todo lo que habían ganado en su reencuentro en aquellas 24
horas. Él no encontraría justificado su comportamiento, que ni ella
misma lo justificaba. Permaneció en un tenso silencio.
«Tal vez deba afrontar los hechos —pensó—, y confesarle la verdad, porque más tarde o más temprano lo sabrá».
Su ex-marido esperaba una respuesta, pero no quería presionarla.
—Si no quieres no necesitas responder a mi pregunta. Supongo que tendrás tus razones…
—Sí,
las tengo —reaccionó Laura, decidida a poner fin a aquella angustiosa
situación—. ¡Ellos son la causa de mis problemas con Nina!
—No lo entiendo.
—¡Tal
vez lo entiendas si te muestro una página en Internet—. Laura estaba
dispuesta a poner fin a su angustia, y enseñarle las fotografías
pornográficas que su jefe había vendido a un portal de Internet. Sabía
que sería el final de aquel esperanzador reencuentro, pero era inútil
tratar de ocultarlo.
—¡Sergio, Nina se escapó porque descubrió algo de mi comportamiento que la escandalizó!
—¿Y qué es lo que descubrió?
—¡Ahora lo verás tú mismo!
Laura
encendió el móvil y se conectó a Internet. Escribió la dirección del
portal donde habían publicado sus fotografías y, a pesar de sus temores,
pulsó la tecla de acceso. Pero no apareció la temida página, sino un
aviso de que aquel portal había sido cerrado por orden judicial.
—Y bien, Laura, ¿qué es lo que me deseabas enseñar?
—No comprendo, no se puede acceder a esta página. La han cancelado! Pero aquí había unas fotografías…
—¡Pornográficas! —interrumpió Sergio—. Creo que sé dónde están esas fotografías. Están aquí, en este lápiz de memoria.
Laura estaba confusa y avergonzada. ¿Cómo podía su ex-marido tener una copia de aquellas fotos pornográficas?
—¡No comprendo! ¿Cómo tienes tú mis fotografía?
—Ahora
soy fiscal del Estado, y me ocupo de los delitos en Internet. Ese
portal había incurrido en un delito de pederastia, y lo hemos cerrado, y
también hemos secuestrado las últimas ediciones de su revista. ¡Ya no
hay fotografía tuyas en ningún sitio!
—Entonces, ¿tú has sabido todo el tiempo por qué había huido Nina?
—¡Sí,
lo sabía! Solo quería saber si tú aceptabas tu culpa y estabas
dispuesta a rectificar. Has sido muy valiente al quererme enseñar esas
fotografías.
Laura estaba a punto de romper a llorar, cuando su ex-marido la cogió de la mano y se acercaron a la orilla del mar.
—¡Tu
pasado ya no existe! —y lanzó el lápiz de memoria al mar—, solo los
peces tendrán conocimiento de su existencia! Ahora ya puedes alzar la
cabeza y mirarme cara a cara sin nada de qué avergonzarte.
Laura se abrazó a su ex-marido y no pudo evitar el llanto, ¡pero ahora era de felicidad!
—Laura,
Nina nos necesita reconciliados; pero nosotros la necesitamos a ella
todavía mucho más, porque ella ha hecho posible nuestra reconciliación.
—Tengo una idea, voy a comprar dos helados de vainilla y chocolate ¡si me prometes que te volverás a casar conmigo!
El sonido del móvil interrumpió el emotivo reencuentro.
—Debe ser de Nina, ¡gracias a Dios que ha contestado!
Abrió el mensaje, pero la respuesta no la había escrito Nina, sino Sofía.
«Estimados
padres de Nina. Me llamo Sofía, soy una viuda con cuatro hijos, pero
tengo una buena posición económica. He sido yo quien ha acogido a
vuestra hija Nina y a su amigo, Nano. Están pasando unos días en una
casa de campo, no lejos de esta localidad. Les adjunto unas fotografías
que les hice en esta casa. Sería importante que vinieran a mi casa y
hablásemos de su hija, porque no puede hacerse por teléfono. Esta es mi
dirección… Espero su respuesta. Un afectuoso saludo, Sofía.»
⦁ El manantial
Cuando
los dos lebreles volvieron a la casa, hicieron rápidamente amistad con
Nina y Nano, y cansados de la carrera tras el automóvil de Sofía y al
regreso, se tendieron a los pies de Nina.
—Creo que ya nos hemos hecho buenos amigos de los perros.
También
los gatos sintieron curiosidad por los recién llegados. Se levantaron,
se desperezaron y se acercaron a Nina. Ella les acarició el arqueado
lomo y los gatos parecían complacidos, porque se tumbaron nuevamente,
esperando mas caricias de Nina.
—Son muy cariñosos —comentó la
mujer rumana—. Los hemos traído de Rumanía. ¡No podíamos dejarlos
abandonados! Parece que les gusta este país. Nos ha costado que se
entendieran con los perros, pero ya se han hecho amigos. Jóvenes,
mientras preparo el almuerzo pueden ir a refrescarse a la alberca. La
encontrarán siguiendo este sendero. El agua es de un manantial y sale
muy fresca. Se puede beber del manantial, es muy saludable.
Nina y
Nano aceptaron la propuesta y, precedidos por los lebreles, que ya
conocían el camino, bajaron por el senderó hasta un claro entre
naranjos, donde había una balsa que recogía las cristalinas aguas de
manantial.
Nina se descalzó y metió los pies en el agua.
—¡Está fresquita! ¿Crees que podremos bañarnos aquí! —preguntó Nina, chapoteando con los pies en el agua.
—¿Y por qué no? No es agua estancada, parece limpia. Pero mejor le preguntamos a Oana.
—Sabes,
Nano, el agua de un manantial es como el amor: surge puro y cristalino
de las entrañas del alma y calma la sed de los amantes. Se me ocurre
unos versos para una canción.
Como surge el agua cristalina
de las entrañas de la tierra,
surge mi amor por ti
de las entrañas del mi alma.
Yo soy la montaña
de donde fluye el agua
que calma tu sed,
Yo soy el manantial
donde brota mi amor
que conquista tu corazón.
Como surge el agua cristalina
de las entrañas de la tierra,
surge mi amor por ti
de las entrañas del alma.
Yo soy el agua
tú eres la sed,
yo soy el manantial,
tú el estanque.
Como surge el agua cristalina
de las entrañas de la tierra,
surge mi amor por ti
de las entrañas del mi alma.
—Es muy bonita, Nina, ahora tenemos que ponerle una música que sea tan romántica como la letra.
—Creo que ya la imagino, volvamos a la casa, quiero ponerle música a esta letra antes de que pase su encanto.
Regresaron cuando Oana preparaba la gran mesa para el almuerzo.
—¿Les ha gustado el manantial? —les preguntó mientra preparaba una ensalada.
—¿Podemos bañarnos en la alberca?
—¡Por supuesto! ¡Sobre todo en estos días de tanto calor! El almuerzo estará listo en un minuto, ya podéis sentaros a la mesa.
—No la sirvas todavía, Oana, ahora Nano y yo vamos a ensayar una nueva canción, pero no tardaremos mucho.
—¿Es que los artistas no comen? —comentó con una sonrisa.
Desenfundaron
sus guitarras, y Nano sugirió los primeros compases. Nina le parecieron
adecuados y entre los dos terminaron de componer la melodía. En unos
minutos la nueva canción tenía letra y música. La cantaron varias
veces y se asombraron de lo sencillo que había sido la composición.
—Si,
este es un lugar perfecto para crear. —comentó Nina—. Porque no hay
mejor escenario para inspirar a un artista que la naturaleza.
Después
del almuerzo, que Nina encontró delicioso, entraron en el gran salón
del caserío, huyendo del calor del exterior de la casa. Una gran
chimenea presidía la amplia estancia, y numerosos sillones de diferentes
estilos y formas, invitaban a sentarse frente al fuego en las frías
noches del invierno, pero en plena canícula del verano permanecía
apagada.
Los dos se acomodaron en dos amplios sillones y mantuvieron un emotivo silencio.
—Nina, ¡un penique por lo que piensas! —dijo Nano para romper el silencio.
—Nano,
pienso que tal vez yo no tengo talento para llegar a ser una reconocida
cantautora. A veces pienso que no vale nada lo que compongo, y que la
gente me aplaude por cortesía.
—Es cierto, Nina, que no debes
confiar en los halagos y los arrebatos de entusiasmo de tus admiradores.
Tú eres la única que debe saber si lo que compones es bueno, mediocre o
malo, sin esperar el aplauso del publico. Si tú no sabes valorar tus
composiciones, dependerás del cambiante gusto de tus admiradores. El
talento consiste en ser uno mismo. Un artista no crea lo que quiere
su público, sino que su público tiene que querer lo que crea el artista.
Solo así el artista es libre y puede poner alas a su imaginación.
—También
pienso en mi madre. Ella me ha pagado las clases de música. A pesar de
su comportamiento, estoy en deuda con ella. No sé cómo se lo podré
pagar.
—¿Y qué sabes de tu padre?
—La última vez que lo vi
estaba haciendo oposiciones para no sé que cargo oficial. Parecía muy
cansado y deprimido. Creo que sigue queriendo a mi madre, pero no se
siente con fuerzas para intentar reconciliarse con ella. ¿Y los tuyos,
Nano? ¡Nunca me has hablado de ellos!
—Yo puede decirse que no
tengo padres. Son dos simples empleados, que nunca se han preocupado de
mi futuro, porque mis ambiciones iban más allá de lo que ellos pueden
imaginar. Siempre me he valido por mi cuenta, sin ayuda de nadie.
—Y ahora, por mi culpa, tendrás que abandonar tus estudios en el Conservatorio.
—No, Nina, ¡quién sabe lo que nos depara el destino! Yo creo en ti, es mi deseo ayudarte y no me importa sacrificar mi carrera.
—Eres muy generoso, pero para mí es una gran responsabilidad.
—Nadie
me obliga a estar a tu lado, para bien o para mal. ¡Pero no pienses en
el fracaso o fracasarás! No importa que algo salga mal al principio. El
éxito no se aprecia si no viene después de sufrir un fracaso.
—Nano, me gusta escucharte. Hablas como si tuvieras ya 30 o 40 años, y todavía no has cumplido 18 años!
—No
es solo la edad lo que te enseña a vivir. Un niño de diez años
abandonado en la calle es más sabio que un anciano que ha tenido una
vida regalada. Yo me he criado prácticamente en la calle.
—¡Entonces me he enamorado de un niño de la calle!
—Nina, no te has enamorado de Nano, sino del músico.
—¿Y cuál es la diferencia?
—El músico es una hoja de papel pautada; Nano es un hombre de carne y hueso.
—¡No entiendo!
.—No importa, solo era un pensamiento sin sentido.
—Mi cabeza no funciona bien, porque me muero de sueño…
—¡Sí, una buena siesta nos vendrá bien a los dos!
Instantes
después Nina se quedó profundamente dormida. Nano la contemplaba sin
poder evitar un gesto de alguna triste premonición.
«Sí, Nina, yo
sé la diferencia, y lamentablemente algún día tú también lo sabrás —se
dijo tratando de sobreponerse a su triste presentimiento.
⦁ La visita
Laura y su ex-marido aceptaron la invitación de Sofía y ese mismo día viajaron a encontrarse con ella.
—Ha
sido una suerte que Nina y Nano encontraran a esta mujer —comentó
aliviada Laura—. Ahora estoy tranquila porque sé que Nina está en buenas
manos. Esa mujer debe ser una buena persona.
Llegaron a la
localidad y encontraron con facilidad el gran paseo donde estaba la
casa. Sofía salió a recibirlos en el jardín, todavía engalanado con los
farolillos chinos del pijama—party de la noche anterior.
—¡Bienvenidos
a mi casa! Espero que se queden a almorzar, hoy tenemos paella. ¿Les
gusta la paella? ¡Sí, supongo que sí, a todo el mundo le gusta la
paella!
Entraron en el interior de la casa y Sofía les sirvió unas cervezas frías.
—¿Tal vez prefieran una copa de vino, o un coñac?
—No se moleste, ya están bien las cervezas.
Los hijos de Sofía acudieron al salón para conocer a los nuevos invitados. Sofía los presentó:
—Estos
son mis cuatro hijos. Yo sé muy bien lo que significa ser madre y que
tus hijos te muestren su cariño. Imagino lo que sufriría si un día se
escaparan de casa —comentó Sofía—. Ustedes son muy afortunados de tener
una hija como Nina. No me cabe la menor duda de que será una gran
cantautora, porque tiene talento, y el destino la ha juntado con el
joven Nano, que le ayudará a demostrarlo. ¡Hacen una pareja perfecta!
¡No sabe cómo me alegra el verlos juntos a los dos! Querida, Nano me ha
contado su historia. ¡Todos hemos cometido errores! Son muy afortunados
los que tienen una segunda oportunidad, y supongo que usted la tiene. Lo
digo porque veo en la expresión de su ex-marido que sigue sintiendo
afecto por usted. ¿Se han reconciliado?
—Así es —contestó el ex-marido—. Laura y yo nos volveremos a casar cuando todo esto haya pasado y recuperemos a Nina.
—¡Es maravilloso! Nina será la hija mas feliz del mundo cuando lo sepa!
—¿Podremos verla?
—Querida,
ya sé que siente el natural deseo de una madre de reconciliarse con su
hija, pero no creo que sea ahora el momento adecuado. Tiene que tener
paciencia y resignación, hay heridas que tardan en curarse, y Nina está
muy dolida por todo lo que ha sucedido. Creo que es mejor para las dos
que deje que su hija se tome todavía algún tiempo y aproveche sus dolor
para componer las canciones que tiene en su mente. Nunca volverá a
tener un estado emocional como el que tiene ahora para crear.
—Sí, tal vez usted lleve razón —contestó Laura resignada.
—Vayan
preparando todo para su boda mientras Nina se toma el tiempo necesario
para perdonar y olvidar. Espere a que su hija venga a usted, que estoy
segura que lo hará, ¡pero necesita tiempo!
—Ella ha sido la causa
de nuestra reconciliación —comentó el ex-marido de Laura—. Supongo que
debemos permitirle que se tome el tiempo que necesite para recuperar
nuestro afecto. Laura y yo nos resignaremos y esperaremos lo que sea
necesario…
—Me alegra oírselo decir. ¡Nina tiene los padres que merece!
Después
de aceptar la propuesta de Sofía y del prometido almuerzo, los padres
de Nina regresaron a la pequeña localidad costera.
—Creo que me vendrán bien unos días de descanso en la playa. —comentó Sergio cambiando una significativa mirada son Laura.
—Y a mí también me sentará bien olvidarme de todo lo pasado y disfrutar de unos días sin remordimiento ni mala conciencia.
Cuando
llegaron el sol declinaba y se ocultaba detrás de la ladera de las
viviendas de veraneo. La playa seguía concurrida, con todas las hamacas
todavía ocupadas, y llegaban las primeras barcas que habían estado
pescado durante el día, con los habituales compradores haciendo corros
alrededor de las cestas de la preciada captura.
—Sergio, hoy no
iremos al restaurante. Compraremos algo de pescado fresco y yo lo
cocinaré en el apartamento. Quiero que de aquí en adelante te sientas
otra vez como si estuviéramos en nuestra casa.
—Me parece una excelente idea, Laura, tú siempre fuiste una gran cocinera!
⦁ El paseo
Después
de la reparadora siesta, Nina y Nano decidieron dar un largo paseo por
la finca entre los naranjales. En el cielo se formaban cúmulos con
formas alargadas y caprichosas, que se cargaban de humedad, tornándose
grises. Los lebreles correteaban a su alrededor, entre ruidosos
ladridos, que manifestaban así su entusiasmo por el paseo.
—Sabes,
Nano —dijo Nina con un gesto de preocupación—, yo siempre he soñado con
ser una gran cantautora, pero a veces tengo miedo de no saber cómo
comportarme si lo consiguiera. Después del éxito en el piano-bar perdí
la cabeza… puede que sería mejor que ni siquiera lo intentase. Ahora sé
que es verdad lo que tú decías: el éxito demasiado rápido perturba la
mente, y cometemos muchas tonterías. ¿Tú qué piensas, Nano?
—Lo
que yo piense no cambiará las cosas; tú ya estás decidida a conseguirlo y
nada ni nadie podrá disuadirte de intentarlo, y yo estoy seguro de que
lo conseguirás.
—Pero tengo miedo…
—¿Miedo de qué, Nina; miedo de ti misma?
—Sí,
cuando me aplaudieron en el piano-bar después de cantar la canción, me
sentí por encima de ellos. No sé cómo explicarlo, era como si su
admiración por mí les hacía sentirse a ellos inferiores, porque ellos
no merecían un aplauso. Yo les recordaba lo insignificantes que eran. No
sabía si toda esa gente me admiraban o me envidiaban.
—Es el precio de la fama…
—La
pandilla de Marc me adoraban la noche de mi actuación, pero al día
siguiente se olvidaron de mí y ni siquiera me invitaron a la fiesta que
daba uno de ellos.
—Cuando alguien destaca los sentimientos son
encontrados, lo admiran porque les gusta, pero en el fondo lo detestan,
porque a la vez su admiración les anula su voluntad. Por eso tenemos que
hacer nuestro trabajo sin esperar el aplauso, que está envenenado.
—Entonces, Nano, ¿crees que debería renunciar a mi ambición de ser una gran cantautora?
—No, Nina, tú tienes que seguir fiel a tu intuición, por que tú no eres culpable de la debilidad y simpleza de los demás.
—¡Nano, eres un gran amigo, solo tú me entiendes!
—Si, lo sé; y lo lamento…
—¿Qué quieres decir?
—Nada, Nina… pero ahora vamos a disfrutar de este paseo.
Recorrieron
el lado norte de la finca, la que había sido recientemente plantada,
hasta llegar a una colina, desde donde se contemplaba una espectacular
vista de la meseta desigual, con los caseríos rodeados de los naranjales
en perfecta alineación y cargados de frutos tempranos. Todavía quedaban
floraciones de azahar, que desprendían su embriagador perfume. Nina
sintió que aquel perfume le sugería la letra de una nueva canción, e
improvisó unas pocas estrofas:
La flor del azahar,
que embriaga mis sentidos,
me trae tristes recuerdos
de mis amores perdidos.
Ayer era mi perfume preferido,
hoy es el perfume más dolido
La flor de azahar
perfuma la noche estival,
pero tú no estás conmigo,
y no sé por qué te has ido.
Cielo, oye esta canción desesperada,
y vuelve de donde te hayas ido
oye esta canción desesperada
y vuelve para estar conmigo
La flor del azahar,
que embriaga los sentidos,
me trae tristes recuerdos
de mis amores perdidos.
—¿Qué te parece, Nano?
—Nina,
¿de dónde surge tu inspiración? Apenas llevamos unas horas en este
maravilloso lugar y ya has compuesto la letra de dos canciones!
—No
lo sé, Nano, pero todo lo que veo me está diciendo algo; porque todo es
natural y tiene su mensaje particular y su propia belleza.
—Entonces, ¿por qué son las letras tan tristes?
—La
tristeza es tan bella como la alegría. Los que no son bellos ni alegres
son el dolor, el sufrimiento o la depresión, pero la tristeza puede
inspirarte la misma belleza que la alegría. ¿Comprendes?
—Sí, por supuesto, pero ¿qué motivo tienes para estar triste?
—¡Mi madre!
—Sigues pensando en ella. Te sientes culpable.
—En
cierta manera, sí. Después de lo que sucedió en la playa, el día de mi
actuación, creo que comprendo que ella no tenga voluntad para rechazar a
sus amantes. ¡Tampoco la tuve yo para rechazar al mío, y no estaba
enamorada! Tal vez me comporté como una ingenua adolescente, que no sabe
nada de pasiones, ni de deseos.
—¡Solo tienes 15 años!
—Lo
sé, pero los últimos acontecimientos me han hecho adulta. ¡Ya no soy la
Nina inocente que viajaba con su madre a un lugar de vacaciones! ¡Soy
la Nina que se ha acostado con un chico solo por el placer, como hace mi
madre!...Tienes que perdonarme. Nano, sé que no debía hacerte a ti
estas confidencias, pero tu eres mi amigo y sé que puedo confiar en tí.
—¡Sí, desgraciadamente! —murmuró Nano apesadumbrado, sin que Nina lo escuchase.
—Pero
ahora no quiero estar triste, porque tenemos mucho trabajo por hacer.
Volvamos a la casa, quiero poner música a esta nueva canción.
—Y yo escribiré los arreglos para que sea perfecta.
⦁ Añoranzas
Laura
se sentía inmensamente feliz. Había recuperado al hombre del que se
había enamorado, y ahora estaba recordando con enorme añoranza aquellos
tiempos felices de los primeros años de su matrimonio. Solo la sombra de
la huida de Nina enturbiaba su felicidad. Pero estaba convencida de que
su hija volvería y la perdonaría, sobre todo después de su
reconciliación con su padre, por quien sentía verdadera pasión.
—¿Crees que Nina me perdonará? —preguntó a su ex-marido, mientras se disponía a servir lo que había cocinado.
—Estoy seguro, creo que conozco a Nina y sé que no es rencorosa.
Laura
intentaba no mostrarse afectada y volver a ser la mujer alegre y
divertida de su juventud, pero no podía librarse del recuerdo de su
pasado.
—A veces los hijos nos dan grandes lecciones morales a los
padres —comentó su ex-marido—. Esta generación no es la nuestra. Tienen
mejor juicio porque han vivido más intensamente y tienen la experiencia
de los adultos. Sobre todo, porque están expuestos a muchas tentaciones
en un mundo que se ha excedido en su liberalismo. Cada día tienen que
rechazar las innumerables ofertas de inmundicias, en la red y en la
calle. Ellos han aprendido a decir: «No, gracias». Nosotros no sabíamos
negarnos, porque todo era nuevo y atractivo. ¿Crees que Nina tiene
talento y será una gran cantautora? —preguntó con un gesto que
evidenciaba sus dudas—, ¿No será una fantasía de adolescente?
—Creo
que nuestra hija tiene talento y una gran voluntad de triunfo, pero me
temo que es demasiado joven para saber verdaderamente lo que quiere
hacer de su vida. Ahora es la guitarra, mañana puede ser cualquier otra
cosa donde pueda expresar su talento. Nina es una persona excepcional,
tal vez por eso hemos tenido dificultades para entendernos.
Durante
unos instantes ambos permanecieron en silencio. Laura no podía apartar
de su mente la desafección de su hija, hasta el extremo de huir de su
lado. Aquella era la primera vez en muchos años que su responsabilidad
como madre superaba con creces su deseo de gozar de su libertad. Desde
su divorcio, Nina no había tenido una madre, sino una protectora, que
consideraba suficiente con asegurarle el importe de las clases de
música, vestirla y alimentarla, lo mismo que haría con un animal de
compañía.
Cenaban en la amplia terraza, con la pálida iluminación
que llegaba de los farolillos de la terraza del restaurante. Se
escuchaba la música que llegaba del piano-bar, pero no debía ser de
actuaciones en directo.
—Ha sido una cena deliciosa. ¡Te
felicito, Laura! Hacía mucho tiempo que no cenaba en un ambiente tan
agradable, en tan buena compañía y degustando un plato tan delicioso.
¡Deberíamos poder vivir así todo el año!
—Gracias, Sergio, yo
tampoco me había sentido tan bien en muchos años. Cuando se es feliz
hasta el pescado colabora para hacer gratos estos momentos. Solo se
aprecia la felicidad cuando has sido desdichada.
—Hemos
aprendido una dura lección: nunca abandones a una persona cuando tiene
sus momentos bajos, porque aunque seas libre, los remordimientos te
harán desdichado. La felicidad no puede llegar sin sacrificios.
—Lo dices por mí. Sí, yo he sido libre, pero no he sido feliz. ¿De qué nos sirve la libertad si somos desdichados?
—Laura,
puedes pasar mi pijama a tu habitación, pero antes me gustaría dar un
paseo por la playa, y si podemos conseguirlo, me gustaría invitarte al
helado de vainilla y chocolate que te había prometido.
—Me parece una fantástica idea. Recojo todo esto y salimos a dar el paseo.
—Déjame
que te ayude, tú ya has hecho bastante, y yo tengo que volver a
habituarme a recoger la mesa y fregar los platos… ¡Como en los viejos
tiempos!
⦁ La nana
Nina y Nano regresaron a la casa y
trabajaron en el gran salón hasta la caída de la noche en la composición
y los arreglos de las dos nuevas canciones. Nina prefería melodías de
ritmo lento y melancólico, Nano era partidario de melodías con ritmo más
vivo y arreglos para otros instrumentos, como la mandolina, el acordeón
o la flauta travesera. Nina prefería los arreglos para violín.
Finalmente se pusieron de acuerdo en un consensuado termino medio.
Cansados,
pero satisfechos, cantaron todavía varias veces las nuevas
composiciones, hasta que la anfitriona les advirtió que la cena ya
estaba servida en la gran mesa de la entrada.
—Les he cocinado
mici, es nuestro plato tradicional de los campesinos, y nosotros somos
campesinos. Supongo que comerán carne, porque están rellenos de carne de
cordero. Si no les gusta les puedo cocinar otra cosa.
—Lo probaremos, ¡seguro que nos gustará!
Se acomodaron en la gran mesa del exterior, y la mujer trajo varias cervezas frías.
—El
mici debe acompañarse con buenos tragos de cerveza. No es como la
rumana, pero también la de aquí es buena. ¡Que les aproveche!
Cuando
terminaron de cenar, Nina estaba ligeramente mareada por la cerveza que
había bebido en abundancia, siguiendo los consejos culinarios de la
anfitriona rumana.
—Creo, Nano, que estoy viendo doble, ¡ahora tengo dos amigos, y no sé por cuál de los dos decidirme!
—Puedes decidirte por el amigo o por el amante. ¿Con cuál te quedas?
—¡Con los dos! —respondió ella con un tono divertido—, uno para el día y el otro para la noche!
—¡Una elección muy sabia!
—Nano, ¿estás viendo lo que veo yo?
—¿Y qué ves?
—¡Un
hermoso cielo estrellado! Desde aquí se ven las estrellas. ¿Te das
cuenta? ¡Hay millones, y cada uno de nosotros tenemos allí en el cielo
nuestra estrella. ¿Cómo podría saber cuál es la mía?
—Muy sencillo: ¡la que más brille!
—No me interrumpas, Nano, creo que ya tengo la nana que deseaba componer… ¡y dedicársela a mi madre!
Duérmete mi niña,
ea, ea, an,
porque si te duermes
los ángeles cantarán.
Duérmete mi cielo
ea, ea, an,
porque si te duermes
las estrellas bailarán.
Duérmete mi princesa
ea, ea, an,
porque si te duermes
las hadas reirán.
Duérmete mi amor
ea, ea, an,
porque si te duermes
la luna te besará.
Duérmete mi lucero
ea, ea, an,
porque si te duermes
tu madre te velará.
Nina no pudo continuar su canción de cuna, porque algo le oprimía el pecho hasta hacerla llorar.
—Nina, ¿estás llorando?
—Sí, estoy llorando, porque me hubiera gustado que mi madre me hubiera mecido con una nana como esta…
—Considérate feliz por haberla escrito, porque otros bebés tendrán la suerte de que sus madres les canten tu nana.
—¿De verdad te gusta?
—¡Me encanta!
—Ahora tenemos que componer la música…
—Pero
no debe tener apenas fondo de instrumentos, porque lo que duerme al
bebé es la voz de su madre. Prácticamente hay que cantarla a capella, y
con un ligero acompañamiento de guitarra; unas notas siguiendo la voz y
nada más.
—Sí, es una buena idea. ¿La podemos componer esta misma noche? ¡No quiero que pase este momento mágico!
—Si
es preciso no dormiremos, pero esta nana tendrá su música esta misma
noche! ¡Tres canciones en el primer día! ¡Nina, eres un monstruo!
⦁ Confidencias
Sergio
y Laura se despertaron temprano, porque deseaban dar otro agradable
paseo por la playa antes de que el sol calentase con todo su rigor y
estuviera muy concurrida. La primera mañana de su reconciliación
invitaba al paseo. Una estimulante brisa con un intenso olor a salitre
vivificaba el paisaje, todavía envuelto en una ligera neblina que
desdibujaba los imponentes acantilados que bordeaban la playa.
De
regreso acudieron a la llegada de las barcas de los pescadores de
agujas, y Laura compró algunas para el almuerzo, que también cocinaría
en el apartamento. Junto al corro de compradores y curiosos se
encontraron con la madre de Marc, que después del desaire de la última
vez, no parecía tener interés en saludarles. Pero Laura intentó
justificar las ironías de su ex-marido.
—Tiene que disculparlo, aquella noche tuvimos malas noticias de unos familiares y no estaba de buen humor.
—¿Alguna desgracia?
—No; fue una falsa alarma.
—Le
disculpo. Todos tenemos alguna vez un mal día. ¿Y cómo están pasando
sus vacaciones, querida? ¡Tiene un magnífico aspecto, se ve que le ha
probado la compañía de su marido! Por desgracia el mío ya no está con
nosotros. Sus negocios le reclamaban y ha regresado a la ciudad.
—No sabe cómo lo siento.
—¿Por qué no vienen esta tarde a mi casa y tomamos un té juntas?
—Estaremos encantados, ¿verdad Sergio?
—Si eso le sirve de disculpa, aceptamos su invitación.
—¿Qué tal a las siete, que ya no hace tanto calor?
—Allí estaremos.
—Mi
casa no tiene pérdida, es la más grande de la ladera. Hasta luego,
querida. ¡Qué frescas están estas agujas. Creo que compraré alguna para
el almuerzo!
Laura y Sergio concluyeron su paseo en la terraza del
restaurante, donde desayunaron. Todas las hamacas estaban ya ocupadas y
la playa empezaba a estar muy concurrida. Varias familias habían
instalado sus propias tumbonas y parasoles y varios niños de corta edad,
acompañados de sus padres, jugaban a hacer figuras de arena con sus
cubos, que llenaban de arena y vaciaban una y otra vez con torpeza, sin
que las figuras mantuvieran su consistencia.
—¿Qué te recuerdan estos niños, Laura? —preguntó Sergio, aunque ya sabía la respuesta.
—Tú
ya lo sabes, Nina y nuestros juegos en la playa. No puedo hacerme la
idea de que hayan pasado más de doce años. Al ver estos niños me dio la
impresión de que fue ayer cuando yo hacía lo mismo con Nina. ¡En
aquellos años me sentía la mujer más dichosa de la tierra! Y después…
—Nunca es tarde para empezar de nuevo.
—Pero Nina ya no tiene tres años.
—No, es cierto, yo tampoco podría hoy llevarla sobre los hombros.
Se
acomodaron en una mesa junto al lado de la playa y la llegada de una
camarera interrumpió sus nostálgicos recuerdos. En la playa, junto a la
terraza, se escuchaban las voces de un grupo de adolescentes de la
pandilla de Marc. Laura y Sergio podían escuchar su animada
conversación, pero los adolescentes no podía verlos a ellos. Estaban en
la entrada del piano-bar, y comentaban las actuaciones de aquella noche.
—No vale nada lo de esta noche, son los cuatro horteras de siempre —comentó Marc con sus amigos.
—¿Qué habrá sido de aquel guitarrista tan bueno, que actuaba aquí cada noche?
—El chico de las hamacas me ha dicho que se fugó con la cantante, con la que formaba un dúo.
—Se lo estará pasando bomba, porque estaba como un tren, y era fácil. ¡Yo me la tiré en la playa, el día que actuó aquí!
—Eso le debía venir de herencia, porque parece ser que su madre era una cachonda mental, y se acostaba con todo Dios!
Laura
se estremeció y sintió una profunda sensación de malestar y tristeza al
escuchar aquella asombrosa declaración. Sergio también estaba
profundamente apesadumbrado por lo que había escuchado, e hizo el gesto
de levantarse y preguntar a los adolescentes si había sido una
bravuconada, pero Laura le detuvo.
—¡Déjalo, Sergio! Sí, debe ser
cierto, porque ese día Nina llegó de madrugada al apartamento
malhumorada y parecía sentirse culpable de algo. ¡Dios mío, cómo no me
di cuenta! ¡Cuánto debió sufrir aquel día sin tener en quién confiarse!
—Esa debió ser también otra razón por la que huyó con su amigo.
—¡Pobre, Nina! ¡Yo tengo la culpa, por mi mal ejemplo!
—Ya
es tarde para lamentaciones. Un día u otro tenía que suceder… Ahora
confiemos en que no haya tenido consecuencias, porque estoy segura de
que no tomarían ninguna precaución… Creo que Nina era virgen. Yo se lo
había preguntado ese mismo día. Parecía saber todo sobre el sexo,
esperemos que fuera cierto, porque yo no había tenido nunca con ella una
conversación de mujer a mujer sobre este delicado tema.
—Creo que no debemos ir a la invitación de la madre de ese bravucón. No me gustaría encontrarme con él.
—No,
Sergio, debemos acudir, como si no hubiéramos escuchado nada. No toda
la culpa debe ser del chico, no creo que la forzara, ella debió
consentir. Pero no lo entiendo. ¡Nina me recriminaba mi conducta, porque
parecía estar muy segura de cuál debía ser la suya! No sé qué debió
suceder en la playa esa noche. Tal vez bebieron demasiado y no fue
consciente de lo que hacía. Cuando llegó al apartamento parecía mareada.
No me di cuenta de que Nina está en la peor edad, cuando más ayuda
necesita. Yo podía haber evitado todo lo que está pasando.
—Ya no
tiene remedio, ahora solo nos queda confiar en que supere esta crisis
cuanto antes y vuelva con nosotros sin mayores consecuencias.
⦁ El mareo
Nina
y Nano despertaron al día siguiente eufóricos por haber concluido la
composición de las tres primeras canciones que ellos consideraban muy
inspiradas, y se tenía con el estado de ánimo necesario para componer
otras con la misma inspiración.
Antes de desayunar, comentaron lo
que harían aquel nuevo día, que prometía ser tan creativo como el
primero. Se habían propuesto componer suficientes temas como para
completar las necesarias para grabar un compacto, que enviarían a la
discográfica.
—Otro gran día, Nina, espero que estés tan inspirada
como ayer —comentó Nano, jugando con los lebreles, que parecía pedirles
que volvieran a dar un excitante paseo.
—Hoy no tengo humor para
temas románticos. Hoy me siento más viva que nunca, y eso es
precisamente lo que ya me está rondando la cabeza, una alegre canción de
gracias a la vida…
—Eso me recuerda a una cantautora argentina.
—¡Violeta Parra! —le interrumpió Nina—. Recuerdo los preciosos versos:
«Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros, que cuando los abro,
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo...».
—¿Crees que yo puedo llegar a ser algún día tan popular y buena cantautora como ella?
—¡Vas camino de conseguirlo!
—Nano, vamos a ponernos los bañadores, porque hoy quiero empezar el día con un buen chapuzón en la alberca, eso me inspirará.
—¡Una excelente idea!
Bajaron
a la alberca, siempre precedidos por los ágiles lebreles, y Nina se
adelantó entrando es las cristalinas y frías aguas.
—¡Está helada, Nano, pero me gusta! ¡Vamos, no seas friolero y entra tú también!
—Nina, no tengo tantas ansias de vivir como tú, no sé si soportaré el agua fría...
—¡Nano, ya me has dado la idea para una nueva canción! Escucha:
Doy gracias a la vida,
porque me ha dado la esperanza,
la ilusión y la confianza.
La pasión y la inocencia
la virtud y la tolerancia.
La juventud y la nostalgia.
la poesía y el canto.
Doy gracias a la vida,
porque me ha dado el recuerdo,
la felicidad y la alegría,
el sueño y el encanto,
la simpatía y la bondad,
el amor y la amistad.
La amabilidad y la cortesía.
Doy gracias a la vida
porque me ha dado el placer de los sentidos,
el olor de los perfumes,
el sonido de la música,
la imaginación de los cuentos
la fantasía de los sueños
y la visión de la belleza.
Nina
sintió que aquellos sencillos versos habían surgido de lo más profundo
de su alma, porque hablaban de ella y de sus deseos de vivir y ser feliz
haciendo lo que le apasionaba.
—¿Ha sido el agua fría la que te ha inspirado? —le preguntó Nano, sin disimular su admiración.
—No, Nano, han sido el color verde—mar de tus ojos, ¡como todas las demás!
—¡Conseguirás
que me ruborice! Nina, tal vez sea este el momento más adecuado para
hacerte esta pregunta. Sé que somos buenos amigos, y todavía mejores
colegas, y que nos entendemos perfectamente, pero ¿me deseas también
como amante?
Nina se sobresaltó por la pregunta de Nano. Después
de la dolorosa experiencia en la playa empezaba a sentir aversión por
cualquier alusión a la sexualidad. Ella sentía que se estaba volviendo
insensible y hasta frígida, y no tenía ningún deseo de volver a hacer
el amor. Ahora comprendía las veladas alusiones de Nano sobre sus
relaciones. No; no podía ver a Nano como un amante, porque no deseaba
tener ningún amante. Pero necesitaba tenerle a su lado, y no podía
hacerle sentirse indeseable. Nano esperaba una respuesta y ella no
podía mentirle. Tras unos angustiosos instantes de duda, encontró la
única respuesta posible:
—Nano, recuerda lo que prometimos a
Sofía. Es más prudente no hablar de este tema mientras estemos viviendo
en su casa. ¿Estás de acuerdo?
Nano sabía que la respuesta había
sido «No». Lo supo desde el mismo día en que la conoció. Nina le
admiraba, pero no le deseaba, como había deseado a su compañero de
clases de música. Sin duda la causa de su creciente frigidez era la
consecuencia de este conflicto, para el que no había solución. Nano no
tenía más opción que aceptar los hechos y resignarse a ser una hoja de
papel pautado, como había comentado en alguna ocasión. Después de todo
el culpable había sido él, por invitarla a cantar en el piano-bar y
colaborar en su éxito con su estímulo y sus arreglos, para el que no
estaba preparada. Nano tenía la triste sensación de que para Nina él
seguía siendo el chico de las tumbonas que tocaba bien la guitarra, del
que le atraía tan solo el color de sus ojos, motivo de inspiración de su
primera canción.
—Claro, Nina; estoy de acuerdo.
—Entonces un buen baño de agua fría te sentará bien. ¡Ven, no seas friolero y báñate conmigo!
La
conversación de la alberca había conseguido ensombrecer el entusiasmo
con el que se habían despertado, y regresaron en silencio a la casa.
La
anfitriona les preparó el desayuno, pero Nina apenas bebió una taza de
café. La expresión de su rostro denunciaba un súbito malestar. Incluso
había perdido el color rosado y saludable de las mejillas. La mujer
temió que pudiese estar enferma, porque el día anterior había comido con
avidez.
—¿No se encuentra bien? —le preguntó alarmada.
—Sí, Oana; solo es un ligero mareo, debe ser por el baño en la alberca. ¡El agua estaba muy fría!
—Es
extrañó, porque el agua fría más bien le estimula. ¿No le sentaría mal
el misi que comió anoche? Tal vez se excedió con la cerveza, y es por mi
culpa. ¡Pero esta mañana parecía muy animada!
—No es nada, ya me está pasando.
Nano también se alarmó, porque le parecía que aquel mareo debía tener una causa, y no podía imaginar cuál podía ser.
—Nano, me gustaría comer fresas. ¿Dónde podríamos comprar fresas?
—Estamos
en el campo, aquí no hay supermercados ni fruterías. ¿Dónde podemos
conseguir fresas en este lugar? ¡No será un antojo!
—No lo sé, pero tienes que ir a buscar fresas.
De pronto, Nina sintió náuseas y ganas de vomitar, y no pudo disimular más los síntomas.
—Nano… ¡creo que estoy embarazada!
—¿Estás segura?
—Sí, estoy segura. ¡Tengo todos los síntomas de un embarazo!
—¡Tu compañero de clase!
—¡Sí, Marc!
—No sé si debo felicitarte o compadecerte.
—Mis
padres no deben saber nada. Tengo que abortarlo. ¡Ayúdame! Tenemos que
buscar a un ginecólogo que practique abortos y no haga preguntas.
—No es tan sencillo, solo tienes 15 años, no podrás abortar sin el consentimiento de tus padres.
—¡Dios
mío, en que lío me he metido por causa de aquella maldita noche! ¡No
puedo tener un hijo a los quince años, y renunciar a mis ilusiones y
proyectos!
—¿No crees que debería saberlo el padre?
—¿Quién, ese estúpido y engreído de Marc? ¡No, Nano, él menos que nadie!
La
anfitriona de la casa no había estado presente durante los primeros
síntomas. Cuando regresó con más café, Nina volvió a tener náuseas y
vómitos. La mujer rumana reconoció los síntomas de embarazo y se atrevió
a preguntar a Nina:
—¡Válgame Dios, niña!, ¿no estarás embarazada?
Pero Nina no pudo responder, porque continuaban las náuseas. Nano creyó que debía encubrirla, y no dudó en negarlo.
—No; seguramente es algo que le habrá sentado mal.
—¡Usted debe saberlo mejor que nadie!
—Precisamente por eso, puedo asegurar que Nina no puede estar embarazada.
—Comprendo… Le haré una infusión de unas hierbas que le sentarán bien.
Cuando la mujer entró en la casa, Nina reaccionó.
—Gracias, esto tiene que ser nuestro secreto.
—¿Hasta cuándo?
—Hasta que consiga abortar y termine esta pesadilla. ¡Tenemos que salir de esta casa!
—¿Y dónde iremos?
—No lo sé, no puedo pensar con claridad. ¡Piensa tú por mí!
—Nina, tienes que afrontar los hechos, esto no es un juego; tu madre tiene que saberlo. Solo ella puede ayudarte.
—Si
tengo que volver con mi madre, quiero pedirte algo muy delicado, y
puedes negarte si no lo aceptas. No quiero que nadie sepa que estoy
embarazada de Marc. ¿Podrías asegurar que es tuyo?
—Nina, ¿me pides que convenza a tu madre para que autorice tu aborto?
—Sí, te lo ruego…
—¿Sabes lo que significa lo que me estás pidiendo?
—¡Lo
sé, pero no quiero que nadie sepa quién es el padre, porque le odio y
no quiero que se entrometa en mi decisión de abortar. Si tú te haces
responsable todo será más sencillo. Mi madre te aprecia y le será más
fácil aceptar el aborto.
—Esto no es cantar a dúo. Me pides que sea cómplice de tu aborto.
—Sí, y sé que es una difícil decisión, pero tú eres mi mejor amigo y necesito tu ayuda.
Nano
permaneció en un dramático silencio. Estaba tratando de imaginar las
consecuencias de lo que le pedía. Pero si no accedía Nina sería mucho
más desdichada. Él sentía un gran afecto por ella y no quería verla
sufrir.
—¡Está bien, haré lo que me pides. Supongo que es en estas pruebas como se sabe el valor de una amistad.
—¡Gracias, sabía que podía confiar en ti!
⦁ La noticia
Oana sabía que Nina podía estar embarazada, a pesar del testimonio de Nano, y llamó a Sofía para informarle de la situación.
—¡Santo
cielo, es lo que más temía, esta niña embarazada! Pero no ha sido en mi
casa, porque debía de estarlo ya cuando llegaron. Ahora mismo cojo el
coche y voy a buscarlos. No pueden permanecer ni un día más en mi casa.
Sofía
estaba profundamente contrariada, pero al mismo tiempo sentía compasión
por Nina, porque estaría pasando unos momentos muy difíciles y muy
dolorosos, y necesitaba alguien que la consolara y no la hiciera
sentirse todavía más culpable.
»Pobre chica, me imagino lo mal
que lo debe estar pasando. Cálmate Sofía, eso puede pasarle también a tu
propia hija, y no reaccionarías de esta manera. Esa chica necesita
apoyo, no censura… Pero tengo que informar inmediatamente a sus padres
de la situación. Supongo que ellos sabrán mejor que yo qué hacer en esta
delicada situación...»
Sofía escribió un escueto mensaje, porque no quería alarmarles:
«Estimados
padres de Nina, creo que su hija desea volver con su madre. Les ruego
que vengan a buscarla lo antes posible, un abrazo, Sofía».
El
ladrido de los lebreles avisó a Oana de la llegada de Sofía. Nina
descansaba en el dormitorio de huéspedes, recuperándose de las dolencias
de su probable embarazo, y Nano permanecía en el amplio salón rasgando
con desgana la guitarra, sin poner interés en las improvisaciones que
solía interpretar en el piano-bar. No podía apartar de su mente la
propuesta de Nina, que él había aceptado. Cuando escuchó la llegada del
automóvil acompañado por el ladrido de los perros, supuso que sería
Sofía. Dejó la guitarra y se mentalizó para mentir con la suficiente
convicción como para que no hubiera ninguna duda sobre su
responsabilidad en el embarazo de Nina.
Sofía preguntó a la compungida Oana su opinión sobre el estado de Nina:
—Señora, yo creo que está embarazada, pero Nano asegura que no es posible, porque..., ya me entiende…
—¿Dónde está Nina? ¿Se encuentra bien?
—Está descansado arriba en el dormitorio de invitados: Solo tiene las molestias del embarazo, ¡pero es tan joven..!
.¿Y Nano?
—Lo he visto en el salón, debe seguir allí.
—Tengo que hablar con él sin que Nina esté presente. Quiero saber la verdad.
Nano
había escuchado la conversación de las dos angustiadas mujeres y salió a
reunirse con ellas con una fingida expresión de culpabilidad:
—¡Nano, vamos a dar un pequeño paseo. Quiero que me cuentes lo que sucede.
Nano
obedeció con docilidad y ambos se adentraron por un sendero entre los
naranjales. Sofía fue directa y le preguntó sin titubeos:
—Nano,
¿te habías acostado con Nina antes de venir a mi casa? ¡Dime la verdad,
porque sus padres tienen que saber quién ha dejado embarazada a su
hija!
Nano tuvo que hacer un gran esfuerzo para cumplir con la
promesa que había hecho a Nina, y contestó tratando de mostrar firmeza y
sin vacilación:
—¡Sí, es cierto, yo soy el responsable! Pero no creíamos que pudiera quedarse embarazada, no eran los días…
—¿Y qué piensas hacer?
—No lo sé. Supongo que debo hablar con su madre. Haré lo que deba hacer. Ya he dicho que soy el responsable.
—Su madre vendrá hoy mismo a recogerla. ¿Qué dice Nina sobre su embarazo?
—Está pensando en abortar.
—¿Y tú que opinas?
—¿Qué quiere que opine? Es su cuerpo el que tiene el embrión, no el mío. ¡Haré lo que ella decida!
—Todo esto es un desgraciado asunto…
—Sí, Nina lo está pasando muy mal. Ella no se esperaba esto.
Sofía
y Nano regresaron a la casa y se encontraron con Nina, que se había
recuperado y jugaba con los gatos sobre la gran mesa de la entrada. Al
ver venir a Sofía y Nano supuso que habrían estado hablando de su
embarazo:
—Nina, he sabido lo de tu embarazo —le dijo Sofía
mostrándose compasiva—. Debes sentirte muy mal. ¡Eres demasiado joven
para ser mamá!
Nina no contestó, bajó la cabeza avergonzada, y siguió jugando con los gatos, porque no sabía qué responder.
—Tu
madre vendrá hoy para llevarte con ella, y entre las dos decidiréis
qué hacer… Nano no se ha portado con mucha sensatez, ¡pero ya no tiene
remedio!
Nina cambió una expresiva mirada con Nano, y sintió
remordimientos, pero tenían que continuar con aquella farsa, porque
estaba determinada a abortar y no podía arriesgarse a que los padres de
Marc pusieran algún impedimento.
»Pobre Nano —pensó apesadumbrada—, ¡no sabe mentir!»
⦁ El té
Laura
recibió el mensaje de Sofía cuando estaba tomando el té con los padres
de Marc, y no pudo evitar un gesto de sorpresa y malestar.
—¿Malas noticias, querida?
Laura
no sabía qué responder, pero no quiso darle la noticia del embarazo de
Nina hasta no haber hablado a solas con su ex-marido.
—Sí, parece que mi anciano padre no está muy bien de salud y temen por su vida.
—¡Cuánto lo siento, querida! Yo también perdí a mi padre no hace mucho. ¡Sé lo que se siente!
—Ha
sido muy amable al invitarnos, pero tengo que despedirme para preparar
el viaje de regreso, mi madre me pide que vuelva lo antes posible.
—Es
una verdadera pena que tengas que dejarnos, pero un padre es más
importante que unas vacaciones. Sí, vaya; vaya con su padre lo antes
posible.
Cuando salieron de la casa, Laura estaba profundamente afectada, lo que alarmó a su ex-marido.
—Laura ¿qué ocurre?
—¡Lo que nos temíamos, Nina está embarazada!
—¡Con solo 15 años!
—¿Qué haremos ahora, Sergio?
—No lo sé, pero debemos ir en su busca ahora mismo. Nina necesita nuestra ayuda y tenemos que conocer su opinión.
—¿Y cuál es la tuya, Sergio?
—Nina no puede ser madre con 15 años, tal vez debemos considerar la posibilidad de un aborto, ¡si no es demasiado tarde!
—¿Pero sin consultar con el padre?
—Ese joven es un calavera, no sería capaz de asumir esa gran responsabilidad! No, Laura, es mejor que no sepa nada del embarazo.
—¡Nuestra
pequeña Nina embarazada de un joven irresponsable! ¿Cómo ha podido
suceder? ¡Pero yo soy la responsable! ¿Cómo puedo presentarme ante ella
sin sentirme culpable?
—No te atormentes. ¡Todos somos culpables!
Emprendieron viaje directamente desde la casa de los padres de Marc hacia la localidad de Sofía.
—Nina
debe saber que tú estas aquí —comentó Laura durante el viaje—, espero
que eso le sirva de consuelo. Se alegrará de verte. Pero creo que es
mejor que me encuentre primero yo sola con ella. Quiero saber si todavía
está resentida conmigo o si me ha perdonado. Después le daremos la
sorpresa de nuestra reconciliación. ¿Estás de acuerdo?
—¡Claro, Laura!
Cuando
llegaron al gran paseo marítimo donde estaba la casa de Sofía, Nina y
Nano ya habían regresado del caserío del naranjal y esperaban la llegada
de su madre en el jardín. Laura supuso que estarían allí y se detuvo a
una prudente distancia.
—Bájate aquí, Sergio, Nina puede estar
esperándome en el jardín de la casa. Espera quince minutos y te reúnes
con nosotras. ¡Nina se llevará una gran sorpresa!
Laura
prosiguió el viaje hasta la casa y se sentía profundamente inquieta por
saber cuál sería la reacción de su hija en el reencuentro. Aparcó el
coche frente a la puerta del jardín y se dijo a sí misma: «Bueno,
Laura, ha llegado el temido momento de recuperar o perder a mi hija».
Pero
apenas había salido de coche, Nina salió a su encuentro y para su
sorpresa, se abrazó a ella y, al borde del llanto, le susurró.
—¡Mamá, lo siento!
Laura
no supo cómo reaccionar ni qué contestar. Abrazó a su compungida hija y
permaneció en un emotivo silencio. «Sí, me ha perdonado!» —pensó,
haciendo un gran esfuerzo por evitar también ella el llanto.
Nina
seguía abrazada a su madre cuando llegó Sergio, que había contemplado la
emotiva escena. Se acercó a ellas, puso sus manos sobre el hombro de
Nina y le susurró al oído.
—Nina, hija, ya ves que tu madre te quiere. Me alegra que la hayas perdonado. ¡Todos hemos cometido errores..!
Nina se volvió sorprendida al escuchar la voz de su padre.
—¡Papá, estás aquí, con mamá! ¿Qué ha pasado?
—Nada, Nina, solo que tu madre y yo nos hemos reconciliado. ¡Y ha sido gracias a ti!
Sofía
y Nano habían contemplado también el feliz reencuentro de madre e hija,
pero temían que aquella momentánea felicidad tuviese un final amargo
cuando trataran el penoso tema del embarazo.
Cuando padres e hija se calmaron tras el emotivo encuentro, Sofía intervino, invitándoles a pasar al interior de la casa.
—Ha
sido un maravilloso reencuentro, y no saben cómo me alegra que Nina
haya superado su desafecto por usted y vuelvan a ser una familia unida,
pero ahora deben ser realistas y afrontar el embarazo de su hija. Me he
tomado la libertad de llamar a un ginecólogo amigo de la familia para
que la examine y nos diga cómo se encuentra su hija. No tardará en
llegar. Por suerte para ustedes el padre, aunque algo irresponsable,
está aquí y no pondrá impedimentos por la decisión que tomen respecto a
su hija.
Nano se sintió aludido y quiso disculparse ante los padres de Nina.
—Sí,
yo soy el culpable del embarazo de Nina, no me he comportado como
debía, lo siento, pero estaré de acuerdo con lo que decidan sobre ella.
Nina
escuchó aquella falsa acusación sin poder evitar un profundo
sentimiento de culpa, por haber pedido a Nano que asumiera su embarazo.
Pero los padres de Nina ya conocían el verdadero padre.
—Nano,
debes querer mucho a nuestra hija —respondió el padre de Nina—, porque
estás dispuesto a asumir una paternidad de la que tú no eres el
responsable.
Nina se inquietó por la respuesta de su padre.
—¿Qué quiere decir? —preguntó asombrada Sofía.
—Que
Nano no es el padre, sino Marc, su compañero de estudio de música. Lo
gestaron la noche del triunfo de Nina en el piano-bar. Se lo escuchamos
decir al mismo Marc.
Nina no pudo evitar el llanto por el descubrimiento de su engaño, y exclamó entre sollozos.
—Sí,
papá… yo le pedí que lo hiciera… Yo no quiero que Marc sepa de mi
embarazo… porque yo quiero abortarlo… y temo que los padres de Marc
pongan algún impedimento… Nano es muy bueno… Yo se lo he pedido.
Sofía estaba asombrada por aquella inesperada revelación, y se apresuró a disculparse al confundido Nano.
—¡Te pido mil disculpas, Nano, la verdad es que yo no lo podía creer. ¡Eres un gran amigo y una gran persona!
La oportuna llegada del ginecólogo puso fin a aquella dramática confesión.
—¿Qué sucede, Sofía? ¿Quién está enfermo? ¿Es tu hija?
—No, no es nadie de mi familia, es la hija de estos amigos míos. Quiero que la examines y nos digas cómo se encuentra.
—Está embarazada —intervino la madre de Nina.
—¿Esta jovencita embarazada?
Nina sintió nuevos deseos de llorar y se abrazó a su madre avergonzada.
—Estas cosas pasan… —comentó Sofía conciliadora.
—Está bien, ¿podemos usar una habitación?
—Ya conoces la casa. Usad el dormitorio de invitados.
—Vamos, pequeña. Veremos cómo esta ese embarazo:
Nina estaba tratando de serenarse y no parecía querer desprenderse de los brazos de su madre.
—Ve, hija, acompaña al doctor —insistió el padre —. Es mejor que sepamos cómo te encuentras antes de regresar a casa.
Nano también le sugirió que acompañara al paciente doctor.
—¡Ahora te toca a ti ser valiente!
Nina se desprendió de los brazos de su madre y secándose las lágrimas, acompañó al médico resignada.
—No
temas, niña, no te pondré ninguna inyección ni te pincharé para
hacerte un análisis de sangre. Solo vamos a ver cómo está ese embarazo.
Cuando salieron del salón, Sofía preguntó al afectado padre de Nina:
—¿Han pensado lo que harán?
El padre de Nina cambió una significativa mirada con Laura, que parecía estar confusa.
—La
verdad es que no sabemos qué hacer. Es una situación muy complicada.
Nina es demasiado joven para ser madre, pero un aborto podría causarle
un trauma de por vida. ¿Qué haría usted en nuestro lugar?
—Yo tampoco tengo la respuesta —contestó Sofía confundida —. Es un terrible dilema en el que no me desearía encontrar.
Guardaron un significativo silencio en el que todos parecían reflexionar sobre una posible respuesta.
—Creo que voy a preparar café, ¿o prefieren una cerveza?
Todos aprobaron el café y Sofía salió del salón, dejando solos a Nano con los padres de Nina.
—Nano,
Laura me ha dicho que eres un gran guitarrista. ¿Habéis hecho planes
Nina y tú sobre la música? —preguntó el padre de Nina al afectado Nano.
—Sí,
habíamos pensado que Nina compusiera suficientes temas para grabar un
compacto… Nina tiene un gran talento musical… pero... —Nano se
interrumpió, porque no quería reconocer que tal vez Nina era demasiado
joven para asumir los riesgos y las nuevas situaciones que podían
crearse ante un posible éxito.
—¿Pero qué, Nano? —preguntó Laura.
—Me
temo que Nina es demasiado joven para enfrentarse a un posible éxito…
Creo que sería mejor dejar pasar algún tiempo. Además, ahora con su
embarazo tendrá que olvidarse de todos los planes que habíamos hecho…
—Sí,
eso me temo —dijo el padre —, yo también pienso que Nina no está
emocionalmente preparada para asumir esa responsabilidad. ¿Has pensado
qué harás tú sobre Nina? ¿Sois algo más que amigos?
—No se preocupe por mí… Nina no está enamorada, solo me admira como músico. Se olvidará pronto de mí…
Sofía
llegó con el café interrumpiendo las dolorosas declaraciones de Nano.
Instantes después entraron en el salón Nina y el doctor. Para sorpresa
de todos, Nina apareció sonriente, y volvió a abrazarse a su confundida
madre.
—Y bien, doctor, ¿cómo se encuentra nuestra hija?
—¡Nunca había examinado a un paciente con mejor estado de salud. ¡Su hija está perfectamente bien!
—¿Y su embarazo? —preguntó Laura, sin salir de su asombro.
—¿Qué embarazo? ¡Su hija no está embarazada!
—¡Pero los síntomas…!
—¡Ah,
los síntomas! Su hija ha padecido lo que en la jerga médica llamamos
una pseuciesis, un embarazo psicológico. Tenía tanto miedo a haberse
quedado embarazada que ella misma se provocó los síntomas. Pero no estén
preocupados, no hay tal embarazo, pero podrá estarlo cuando ella lo
desee, porque goza de unas excelentes facultades físicas para la
maternidad, ¡Cuando le llegue el momento, claro está!
—Sí, mamá, ¡no estoy embarazada! —exclamó Nina eufórica de alegría.
—¡Gracias a Dios que todo ha sido un susto! —dijo el padre de Nina, sin ocultar su alegría por la feliz noticia.
Nano estaba también conmocionado y se sintió profundamente aliviado. Nina se acercó a él y le confesó emocionada.
—Nano,
nunca olvidaré tu noble gesto, pero creo que llevabas razón, ¡soy
demasiado joven para lo que nos habíamos propuesto! Ha sido un sueño
maravilloso, pero tengo que despertar y tú tienes que pensar en tí mismo
y en tu carrera. ¡Eres un gran músico y creo que no debes
sacrificarte por mí!
—¿Qué piensas hacer, Nina? —preguntó Nano tratando de contener su tristeza.
—No
lo sé, pero tengo necesidad de sentirme parte de mi familia, ahora que
mis padres se han reconciliado. Necesitaré algún tiempo para volver a
pensar en la música. Solo deseó regresar a casa con mis padres. No puedo
pensar en nada más.
—Lo comprendo.
—¿Y qué piensas hacer tú?
—Ah,
yo; tampoco lo sé, pero creo que aprovecharé una beca para estudiar
guitarra contemporánea en Londres. Me han notificado que he sido
admitido en una reputada institución musical…
—¡Qué interesante!
Nano intentó sonreír, pero su amargura se lo impedía.
—No estés triste, Nano, puede que el destino nos vuelva a unir, pero ahora nos tenemos que separar…
—Sí, Nina, supongo que debe ser así… Yo tampoco te olvidaré. Afortunadamente, me quedan tus canciones…
Nina besó a Nano y se reunió con sus padres.
Sofía se acercó al desconsolado Nano y le propuso que se alojase en su casa hasta que decidiera qué hacer, o a dónde ir.
—Comprendo
tu estado de ánimo, sé que quieres a esa chica, pero la vida da muchas
vueltas. ¡Quién sabe lo que os deparará el destino! Ahora Nina necesita
una familia. La música puede esperar… —Nano asintió con un resignado
gesto de cabeza—. Puedes quedarte en mi casa hasta que decidas lo que
quieres hacer.
El padre de Nina se acercó también a Nano y le ofreció un cheque:
—Nano,
quiero que aceptes esta ayuda, porque Nina te ha hecho perder tu empleo
y lo necesitarás para proseguir tus estudios de música.
—Gracias, pero no puedo aceptarlo; fue idea mía el escaparnos.
—¡No, Nano, fue mía! ¡Yo te pedí que huyéramos! ¡Acepta lo que te ofrece mi padre!
—Bueno, creo que ha llegado el triste momento de las despedidas —comentó Laura—. Tenemos que marcharnos ya.
Nina cogíó del brazo a Nano, y salieron juntos al jardín.
—Nano, nunca te olvidaré, porque siempre que contemple el mar me acordaré de ti, porque... «Tus ojos son del color del mar»…
—«Y
tus caricias como las olas que vienen y van» —continuó Nano. Poco
después veía a Nina alejarse en el automóvil de su madre, que le
saludaba con un enérgico gesto de despedida. Sofía se acercó a él y le
comentó:
—Hace dos años yo también despedía un ser querido, ¡pero él nunca regresó!
TERCERA PARTE:
EL REENCUENTRO
(Cinco años después)
⦁ La fama
Cuatro
años después de la reconciliación de sus padres, Nina cursaba su tercer
año en la Facultad de Derecho, obedeciendo a los deseos de sus padres,
que trasladaron su residencia a una tranquila urbanización situada en la
periferia. Nina habitaba en la ciudad, en un pequeño estudio bien
comunicado con la Universidad, y, además de una generosa asignación
mensual, disponía de un pequeño utilitario de una marca italiana, regalo
de su padre por haber seguido sus recomendaciones profesionales y
elegido su misma carrera.
Después del tercer año de carrera, Nina
volvió a sentir la llamada de su vocación musical y había conseguido
convencer a su padre para que le permitiera un año de pausa, durante el
que se propuso grabar una maqueta con las canciones que compuso junto
con Nano y enviarlas a varios sellos discográficos.
Acudió a su
antigua escuela de música para intentar encontrar algún músico que
quisiera ayudarla y coincidió con un Marc transfigurado. Gracias a su
vecindad en la localidad costera con el director de una importante
discográfica, había conseguido el cargo de asistente del director
artístico. Cargo que combinaba con la de representante de solistas
contratados por la discográfica.
Ella esperaba en la pequeña sala
reservada para los visitantes a que la directora estuviera libre para
exponerle su deseo. Estaba tan ensimismada en su petición, y en qué
músicos serían necesarios, que no se percató de la entrada de Marc en la
misma sala hasta que no escuchó su nombre.
—¿Nina?
Nina se
sobresaltó ante la inesperada presencia de quién había sido la causa
de muchos remordimientos, pero su transfiguración le decía que no era
el mismo Marc que conoció aquel agitado verano en la pequeña localidad
costera y reaccionó favorablemente.
—¿Marc?
—¡El mismo! Pero
¿qué ha sido de tu vida estos últimos años? ¡Desapareciste del pueblo
dejándonos a todos con la miel en la boca! Y ¿tienes idea de lo que pasó
con el guitarrista? Porque ¡también él desapareció!
—Es una larga
historia, prefiero no hablar de eso… Pero ¿qué ha sido de la tuya?
Tengo que confesarlo… estás muy cambiado. Creo que si me hubiera cruzado
contigo en la calle no te hubiera reconocido!
—¿Cambiado? ¿Para bien o para mal?
—No puedo adivinarlo, pero yo diría que para bien.
—Gracias, Nina. Sin embargo tú eres la misma de…, bueno ya sabes... de aquella noche…
Nina
se ruborizó, porque el recuerdo de lo sucedido entonces estaba todavía
vivo en su imaginación. Marc sintió que debía disculparse por lo que
sucedió, porque todavía se sentía culpable de su conducta posterior.
—¡Fueron
cosas de adolescentes! En aquellos días estábamos todos locos. No
teníamos ni idea de lo que estaba bien o mal. Solo sabíamos que estaba
bien lo que era divertido y mal lo que era aburrido. ¡Así de simple era
nuestro mundo! Siempre me he sentido culpable de lo que pasó aquella
noche… Me asusté y te rehuía para no encontrarme contigo y saber que
estuvieras embarazada. ¡Aquella idea me horrorizaba!
—¡Déjalo, Marc! No tienes por qué sentirte culpable, y puedes estar tranquilo, ¡porque no hubo embarazo!
—Entonces, ¿amigos?
—¡Claro, amigos!
Y juntaron la palma de sus manos, en un claro gesto de la amistad recuperada.
—Ahora
que volvemos a ser amigos, ¿puedo preguntarte qué ha sido de tus
preciosas canciones? ¿No formastéis un dúo Nano y tú? ¡Los dos erais
geniales!
Nina se sentía violenta, porque ahora que había conocido
al joven Marc se avergonzaba de su negativa a informarle de su
frustrado embarazo.
—Marc, lo que sucedió después me resulta difícil de contar. Creo que yo también tengo que pedirte disculpas por algo que…
—Nina,
tengo una idea. ¿Por qué no buscamos un lugar tranquilo donde podamos
beber unas cervezas y me cuentas todo lo que te sucedió después? Si
estás esperando para entrevistarte con la directora, creo que tardará en
recibirte, porque está reunida con los profesores. Tendremos tiempo de
tomar esas cervezas antes de que esté libre.
Nina creyó que contarle lo sucedido contribuiría a calmar su mala conciencia, por eso accedió a la propuesta de Marc.
No
fue fácil encontrar el lugar adecuado, pero al fin encontraron un
conocido café, al parecer frecuentado por escritores, poetas y gente de
letras de toda la ciudad.
Se acomodaron en una de las mesas más apartadas, pidieron dos cervezas y Marc propuso un bíblico brindis.
—Por el feliz reencuentro de dos pecadores arrepentidos.
Nina brindó también por lo que le parecía una buena definición de ella misma.
—Cuando quieras puedes empezar tu relato, porque estoy seguro de que será apasionante.
⦁ Nina recuerda
Nina
contó a Marc su escapada con Nano y el caudal de temas que le había
inspirado, y el falso embarazo, así como su intención de no hacérselo
saber, asumiendo Nano su supuesta paternidad, de lo que ahora se sentía
culpable, por esa razón también ella debía pedirle disculpas.
Marc
parecía afectado por las revelaciones de Nina, pero aceptó que ambos
habían obrado mal y por esa razón debían perdonarse mutuamente.
—Tú
tampoco tienes que disculparte, yo te puse en ese riesgo y tampoco
hubiera aceptado mi paternidad. Soy más culpable que tú. Y ya que hemos
hecho nuestra confesión sobre ese oscuro capítulo de nuestra pasada
relación, hagamos borrón y cuenta nueva y cuéntame qué ha sido de todas
esas maravillosas canciones que compusiste junto a Nano. ¿Qué ha sido de
ellas?
—Por deseo de mi padre, me he matriculado en la Facultad
de Derecho. Quiere que tenga alguna licenciatura, porque él cree que la
música no es una profesión, solo un entretenimiento. Muchas veces yo
pienso lo mismo…
—¿Tú, abogada? —interrumpió Marc—. No puedo creer
que estés hablando en serio. Tú llevas el veneno del arte en tu sangre y
no has nacido para defender pleitos de cosas mundanas, o la redacción
de un testamento o tramitar la denuncia por fraude de un comerciante sin
escrúpulos. ¿Es que no lo ve tu padre?
—Creo que sí lo entiende,
pero desconfía del mundo del arte y quiere que asegure mi futuro con
algo más sólido que las notas de una partitura. Pero mi padre me ha
permitido tomarme un año de pausa para que tenga la oportunidad de poner
a prueba mi vocación musical. Por eso estaba en la academia de música,
porque necesito algún músico que me ayude a grabar las canciones que tú
ya conoces.
Marc bebió un largo trago de cerveza, y permaneció unos instantes en silencio, sin poder evitar una expresión de asombro.
—Creo, Nina, que el destino está haciendo su jugada, porque me ha reunido contigo en el momento adecuado…
—¿Qué quieres decir?
—Que
yo puedo ser la persona que estás necesitando, porque soy el asistente
del director artístico de la discográfica más importante del país,
además de representante de algunos de nuestros mejores músicos. ¡Yo
puedo hacer realidad tu sueño si permites que te represente. Sé que tus
canciones tendrán un gran éxito. ¿Confías en mí?
Aquella era una
extraña jugada del destino, pero Nina aceptó poner en las manos de Marc
sus sueños y ambiciones, no solo porque ahora confiaba en él, sino
porque había una parte de los recuerdos de la noche que hicieron el
amor, que se había negado a aceptar hasta su fortuito reencuentro en la
academia de música: su irresistible atractivo físico, el enervante olor
de su bronceada piel y la sensualidad de sus manos acariciando sus
senos. Solo después de su reencuentro, Nina reconoció con un doloroso
sentimiento de culpa que Marc la había seducido por sus irresistibles
atractivos, que entonces no tenía Nano para ella, con quien solo le
unía su compartida pasión por la música. ¡Y Nano lo sabía!
⦁ La maqueta
Marc
había instalado en su apartamento un sencillo estudio de grabación,
donde grababan las maquetas de sus músicos representados para
presentarlas a la discográfica.
—Entonces —le dijo Marc sin
ocultar su alegría por la aceptación de Nina —prepara las partituras
porque grabaremos una maqueta en el estudio que tengo en mi
apartamento. No es muy bueno, pero servirá. ¿Qué músicos necesitas? Pero
mejor vemos juntos las partituras y decidimos los arreglos que les
convienen.
—Nano escribió también los arreglos, solo necesitamos
un guitarrista y un violinista —Nina sintió la nostalgia de su
desaparecido amigo, y le pareció que grabar las canciones en su
ausencia era como una traición, pero no podía negarse a esa oportunidad.
Quedaron al día siguiente, cuando Marc finalizase su trabajo en la discográfica, para preparar la grabación.
—Encargaré unas pizzas y cenaremos juntos. ¿Te gustan las pizzas?
—¡Claro! ¿A quién no le gustan las pizzas?
—Entonces,
acordado. Ya no necesitas ir a la academia, porque desde hoy soy tu
agente, y te puedo asegurar que serás aceptada en la discográfica y
tendrás un gran éxito con tus canciones.
Nina no podía ocultar su satisfacción por aquella optimista visión, pero una vez más echó de menos la ausencia de Nano.
—¡Lástima
que no esté mi amigo Nano en la grabación! Él sabía los arreglos que
necesitaba cada canción… ¡Lo voy a echar de menos!
—Sí, lo
comprendo, pero tienes que aceptarlo: si no se ha puesto en contacto
contigo en todo este tiempo es porque ya no tiene interés por mantener
tu amistad.
Como habían acordado, Nina y Marc se encontraron en el
apartamento de Marc. Nina llevaba todas las partituras de sus
canciones, con anotaciones de Nano para los arreglos. Marc se sentó al
piano del estudio e interpretó, una tras otra, las canciones de Nina, y
ella tarareaba sus letras.
—¡Fantásticas! —exclamó Marc,
convencido una vez más de su previsible éxito—. Y Nano ha dejado
suficientes notas para hacer los arreglos, será un trabajo fácil.
Nina
guardó las partituras en su mochila, mientras Marc hacía una llamada
para ordenar las pizzas. Mientras las esperaban, Marc volvió al piano y,
con un tempo más lento, trataba de interpretar una de las canciones de
Nina que había conseguido memorizar, mientras ella ojeaba una revista
musical sentada en el único sillón del estudio.
Marc detuvo su improvisación y sorprendió a Nina con una pregunta:
—Nina, ¿puedo hacerte una pregunta personal?
—Pero te contestaré según cómo sea de personal.
—¿Estabas enamorada de Nano?
La
pregunta cogió por sorpresa a Nina, porque nunca llegó a saber qué
sentía por él. En algunas ocasiones creía estar enamorada, pero en otras
solo sentía una profunda admiración por el músico y un gran afecto por
la persona, pero que no podía ser amor.
—¡No lo sé, Marc! ¿Cómo se sabe si estás o no enamorada..?
—Creo que es muy sencillo: cuando no puedes quitártelo de la cabeza y solo vives cuando estás a su lado.
—¡Muy
romántico! No sé, supongo que no estaba enamorada de él, aunque le eché
de menos, pero le quería… y todavía le quiero, a pesar de que es
posible que se haya olvidado de mí.
—¿Y cuál es la diferencia entre querer y amar?
—No
lo sé, no soy filósofa y no sabría explicarlo, pero yo creo que el amor
es posesivo y hasta egoísta y el cariño es generoso. Esa debe ser la
diferencia...
El sonido del timbre de la puerta interrumpió
aquella emotiva conversación. Nina se sintió aliviada, porque no sabía
cuál podía ser la intención de Marc con aquel interrogatorio.
—¡Las pizzas!
⦁ Las grabaciones
Los
días que siguieron a su primer encuentro en el estudio de Marc fueron
de una enorme intensidad y trabajaban hasta altas horas de la madrugada
cuando algo no salía bien. Marc consiguió reunir un guitarrista y un
violinista, y él mismo interpretaba los arreglos para piano o hacía la
percusión con bongos cuando el tema lo requería. En ocasiones, cuando
era necesario un coro, Marc había conseguido la colaboración
desinteresada de un trío de cantantes de color, muy populares en todos
los locales de Jazz de la ciudad, y que él representaba.
Tres
meses después de aquel exhaustivo trabajo, Marc presentó la maqueta a su
director artístico, quien, para su sorpresa, puso numerosas objeciones y
no parecía dar su aprobación.
—¿Pero quién es esa tal Nina?
—¡Qué importa quién es ella, lo que importa son sus canciones! ¿No le parecen buenas?
—No es suficiente con eso, tiene que tener algún atractivo; algo que enganche al público.
—¡Lo tiene, se lo aseguro!
—¡Oye, Marc, no será una de tus últimas amantes!
—¿Por qué no la entrevista? ¡Así lo comprobará por usted mismo!
Antes de que el escéptico director artístico le res
pondiera, entro al despacho el director gerente, quien había proporcionado el empleo de Marc.
—¡Ah, el joven Marc! —y dirigiéndose al director artístico, le pregunto:
—¿Cómo va el trabajo del joven Marc? ¿Se gana su sueldo?
—Creo que sí. ¡Últimamente está muy activo!
—¿Y en qué anda metido?
—Nos ha traído una exclusiva; una joven cantautora que él asegura que tiene un gran talento.
—Usted ya la conoce —intervino Marc—, la vio actuar en el piano-bar de donde tiene su residencia de verano…
—¿Nina..,
Nina…? ¡Ah sí, ya la recuerdo! ¿Pero no formaba un dúo con un tal Nano?
No parecían muy interesados en grabar, porque no acudieron a la cita
que les di. ¿Y tú crees que en solitario será interesante?
—Eso mismo le estaba comentando yo –intervino el director artístico—, pero él insiste que la chica promete.
El director gerente contempló unos instantes al espectante Marc y le preguntó:
—¿Estás seguro, hijo?
—¡Totalmente!
—Está
bien, le daremos una oportunidad al joven Marc. Si triunfa tendrás tu
ascenso, pero si fracasa, olvídate de tu ascenso los próximos dos años.
Que pase a grabación.
⦁ La oportunidad
Marc estaba
eufórico por la aceptación de su propuesta, y llamó a Nina para quedar
aquella misma tarde y hacerle saber la gran noticia cuanto antes.
—Sí, Nina, es importante, ven a mi apartamento esta misma tarde, encargaré dos pizzas y cenaremos juntos.
La
noticia inquietó a Nina, porque hasta ahora siempre había cantado para
sus amigos o pequeños grupos de gente, pero no estaba segura de poder
subirse a un escenario ante cientos de personas que esperaban la
presencia de su ídolo.
—Lo lograrás, Nina, tienes que empezar a
mentalizarte que ya eres su ídolo y que te imitarán en todo lo que
hagas, vistas o, incluso, lo que bebas o comas, por lo que tendrás que
elegirlo con cuidado.
—No había pensado en esta responsabilidad; no sé si me gustará ser un ídolo.
—¡Te gustará!
—¿Y qué será de mi libertad? ¡Me perseguirán los periodistas! ¡No podré estar tranquila en ningún sitio!
—Te
acostumbrarás, y yo estaré siempre a tu lado para protegerte; ¡seré tu
agente y tu guardaespaldas! En cuanto a la libertad, si conoces a
alguien que sea libre, abandonaremos todo y tú te harás abogada, pero si
no, es mejor perder la libertad siendo alguien, que siendo un don
nadie. Y sobre la prensa del corazón, bastará con ganar un par de
demandas por violación del derecho de privacidad para que te dejen
tranquila, al menos dentro de tu hogar.
—Está bien, confío en ti, haré lo que tú me digas ¡Eres mi agente!
—Quiero
que vengas mañana mismo al estudio de grabación para que conozcas a los
músicos que te acompañarán en las grabaciones. Todos son
profesionales, podrás pedirles que hagan lo que creas conveniente.
—Pero yo nunca he estado en un estudio de grabación. Estaré muy nerviosa.
—Lo
aprenderás pronto, no es muy complicado, solo necesitas un buen oído
musical y tener muy claro cómo quieres que suenen tus canciones, y tú lo
sabes muy bien, porque ya hemos hecho varias grabaciones en mi estudio
con las ideas muy claras. El resto lo hacen los técnicos de sonido. ¡Te
sorprenderá lo que son capaces de hacer con las tomas de grabación!
—¡Lástima que no estuviera Nano en el estudio! ¡El sabía hacer los arreglos que convenía a cada canción!
—Nina, tienes que acostumbrarte a vivir sin Nano. Tú eres Nina, y tienes tu propia personalidad. ¡Descúbrela!
Las sesiones en el estudio de grabación fueron agotadoras. Nina estaba nerviosa y cometía frecuentes errores.
—¡Nina, Nina, concéntrate! Tenemos que repetir la toma otra vez. ¡Has entrado a destiempo en el último compás!
—Marc,
¡no puedo más! ¡La he repetido ya seis veces, estoy agotada; no saldrá
bien. Tal vez yo no sea capaz de grabar mis propias canciones…
—No,
Nina, tenemos que conseguir una toma perfecta esta misma noche, porque
mañana este estudio estará ocupado con otras grabaciones.
—¡Si Nano estuviera aquí todo sería distinto, con él no cometía errores! —insistió la angustiada Nina.
—Pero Nano no está aquí, solo estoy yo, y he puesto mi futuro profesional en tus manos y sé que no me defraudarás.
—Perdona, Marc, yo no quiero que…
—Nina, no te sientas culpable, solo te pido que te concentres y no pienses en nada más que en tu canción.
—Está bien, Marc, lo volveré a intentar.
Finalmente
hicieron una toma de voz satisfactoria, y podían empezar a hacer las
mezclas. Tres meses después terminaron de grabar todas las canciones del
compacto, y la discográfica preparó su lanzamiento.
El primer
compacto de Nina tuvo el éxito esperado por Marc, y pronto se situó a la
cabeza de las principales listas de las revistas especializadas. Las
críticas eran unánimes: había nacido una nueva estrella en el firmamento
musical.
⦁ El gran concierto
El director gerente estaba reunido con sus directores con un solo tema en la agenda: Nina.
—Parece
ser que el joven Marc se ha ganado un ascenso, tuvo un buen olfato. Esa
chica puede ser un filón de oro. Quiero que organicéis un gran
concierto y que llene un estadio. Esa joven tiene carisma. La
convertiremos en el nuevo ídolo de los adolescentes. Contratar a los
mejores teloneros, que atraiga a los más jóvenes. No escatiméis en
gastos, que tenga una buena campaña de promoción. Yo le conseguiré que
la inviten a los programas musicales de la televisión. ¡Ah, y que le
hagan un buen video! Elegir del director más creativo, sin que importe
el precio. ¿Habéis anotado todo?
Los directores asintieron al unísono.
—¡Pues entonces poneos a trabajar!
Cuando finalizó aquella lacónica reunión, el director gerente hizo venir a Marc a su despacho.
—Bueno,
jovencito, te has ganado tu ascenso, ya no serás asistente, sino
adjunto al director artístico. Si quieres llegar lejos en esta casa
tienes que ascender peldaño a peldaño, y si tienes tesón y paciencia, en
unos cuantos años podrás ser uno de mis directores en el Consejo, pero
yo prefiero llamarlos «Mis empleados de confianza». Tu nuevo despacho de
adjunto estará listo en un par de días. Si sigues así no me extrañaría
que algún día ocupes mi cargo. Estamos viviendo en un mundo en plena
revolución de las nuevas tecnologías, pero también de las conciencias.
Cada día hay algo nuevo. Los viejos ya no nos podemos adaptar. Esta
industria tiene que renovarse con directores que conecten con todas
estas innovaciones.
Marc soportó aquel paternalista discurso, porque deseaba saber qué habían decidido en el Consejo sobre el futuro de Nina.
—Dará un gran concierto en algún estadio rebosante de fans!
—¿No es un proyecto excesivo para una joven sin experiencia? —se atrevió a replicar Marc.
—Nina
es joven, y la juventud puede con todo. No temas, en estos temas yo
nunca me equivoco. ¡Arrasará! Bien eso era todo lo que deseaba decirte.
Adiós, muchacho, que tengas muchos éxitos en tu nuevo cargo.
Y
condujo a Marc hasta la puerta de su despacho. Marc tenía muchas
preguntas sobre los planes concretos que tenían previsto para su
promoción, pero era evidente que el director gerente no estaba
habituado a dar explicaciones de sus órdenes.
⦁ La promoción de Nina
Al día siguiente Nina recibió una llamada de la discográfica a primeras horas de la mañana, cuando todavía estaba somnolienta.
—Señorita
Nina, soy el chófer de la discográfica. Dentro de 30 minutos pasaré a
recogerla, porque hoy tiene usted una sesión fotográfica.
—¿Una sesión fotográfica? ¡A mí nadie me había dicho…!
—Señorita
Nina, yo no puedo darle más explicaciones, solo me han ordenado que la
traiga a los estudios. ¿Estará preparada dentro de media hora?
—¡Claro, pero…!
—Entonces hasta luego, tocaré dos veces el claxon —interrumpió el chófer, colgando después el teléfono.
Nina
estaba desconcertada y enfadada, porque nadie le había consultado sobre
una sesión fotográfica. Llamó a Marc, porque él debería saberlo y
haberla advertido.
—No, Nina, no tenía ni idea, pero ese es su
estilo: deciden algo y lo llevan a cabo sin contar con la opinión de los
interesados. Hay algunos apartados del contrato que firmaste que te
obligan a aceptar todas las iniciativas que puedan tener para tu
promoción.
—Está bien, Marc, supongo que me acostumbraré y unas
cuantas poses no matan a nadie, ¡pero podían haber esperado siquiera una
hora más, porque estoy muerta de sueño!
Apenas tuvo tiempo de tomar una ducha rápida y terminar de vestirse, cuando llegó el chófer.
—Buenos
días, señorita Nina, tenemos que apresurarnos, porque hay un cambio de
planes, no harán las fotos en los estudios, sino en una chatarrería en
las afueras de la ciudad…
—¿En una chatarrería?
—Bueno, no exactamente; en uno de esos terrenos donde se amontonan los autos viejos para el desguace.
—Y qué pretenden, ¿desguazarme a mí también?
—¡Ja, ja, tiene usted un gran sentido del humor!
—¡Es que no me lo puedo tomar en serio, porque es para llorar!
Recorrieron
algunos kilómetros por la autopista del norte, hasta que, a escasos
metros de la carretera, divisaron un gran espacio donde se amontonaban
pilas de automóviles accidentados o demasiado antiguos para permitirles
circular.
—Aquí debe ser —comentó el chófer.
Nina se
preguntaba quién había podido elegir aquel sucio escenario para
promocionar sus canciones, en la mayoría románticas. ¿Por qué no en las
playas, que no estaban muy lejos de allí, o en algún cuidado jardín.
Pronto tuvo oportunidad de saberlo. En la entrada del recinto había una
caravana aparcada, y un pequeño grupo de personas sentadas en sillas
plegables. Cuando vieron llegar el automóvil con Nina, el que debía ser
el fotógrafo, se adelantó para recibirla.
—Buenos días, Nina,
encantado de conocerte. Soy Remi, tu fotógrafo. ¡No te rías si te digo
que Remi viene de Remigio! ¡En qué estarían pensando mis padres! Ven,
siéntate aquí y te explico lo que quiero hacer. ¿Quieres un café?
Todavía debe de estar caliente —Nina asintió con un gesto de cabeza,
porque el fotógrafo encadenaba un tema con otro sin dejar de hablar ni
un instante. —¡Chico, trae una taza de café para Nina! Pues, como te
decía, he elegido este sitio porque mi idea es crear unas imágenes que
impacten a los más jóvenes; que les impresione la imagen de lo vivo y lo
muerto; lo bello y lo feo; lo activo y lo pasivo. ¿Lo entiendes, Nina!
¡El contraste! ¡Ya me entiendes!
Nina no lo entendía, pero sabía que no esperaba conocer su opinión.
—Ahora
que sabes lo que quiero, mientras preparamos la iluminación, Adela te
enseñará tu vestuario en la caravana. Espero que sea de tu talla.
Nina quedó horrorizada por lo que debía vestir para aquella extraña sesión.
—¡Pero
estas prendas son para un thriller de mujeres guerreras! —exclamó Nina
visiblemente contrariada —. ¡Además, posaré prácticamente desnuda!
—Hable con el fotógrafo, señorita, yo solo soy encargada del vestuario, pero no los elijo.
—Creo que, si me deja hablar, le haré unas cuantas preguntas.
Nina
protestó por la elección de aquel vestuario, pero el fotógrafo no
estaba acostumbrado a que rechazaran sus ideas estéticas, y apenas le
dejó terminar su pregunta.
—Mira, Nina, no soy un fotógrafo
barato. Con mis imágenes se han vendido miles de productos. Yo sé lo que
conviene. Nina, tú eres cantante y entenderás de música, que es lo
tuyo, pero no entiendes de imágenes, que es lo mío. Con ese vestuario y
este fondo daremos la imagen de una joven luchadora en las peores
condiciones, que vence la adversidad por una combinación de belleza y
fuerza. ¡Esta imagen seduce a cualquier adolescente!
Nina intentó replicar, pero el fotógrafo la interrumpió.
—¡No,
no digas nada! Todo está acordado. Piensa en lo que ganarás gracias a
mis imágenes por las ventas de tus canciones cuando lancen la
promoción. Eso te animará Pero si insistes, lo dejamos, pero tendrás que
enfrentarte a una legión de buenos abogados que te demandarán por
incumplimiento de las clausulas del contrato que firmaste, y tienes muy
pocas posibilidades de ganar los pleitos. ¿Lo comprendes, Nina? Venga,
sé realista, ves a la caravana y ponte esa ropa. ¡No tenemos todo el
día!
Nina estaba furiosa, pero el fotógrafo había sido muy claro y no tenía otra opción que ceder.
«¡Marc me ha traicionado! ¡No me advirtió de todo esto!» —pensó airada.
Su
estado de ánimo no era el más adecuado para una sesión fotográfica y
tuvo que repetir una y otra vez poses que ella consideraba ridículas,
entre restos de automóviles desguazados sucios y grasientos. Pero el
fotógrafo parecía entusiasmado con la expresión natural de su enfado.
—¡Así, Nina, así está perfecto! ¡Eres una luchadora, y las luchadoras no sonríen!
⦁ La entrevista
Después
de varias agotadoras horas que duró la sesión fotográfica y de haber
tomado cientos de imágenes, de las que solo elegirían una, Nina pudo
recobrar la calma y el exigente fotógrafo parecía complacido.
—¡Magnífica
sesión, Nina, te has portado maravillosamente bien. Tendrás mucho
éxito, ya te lo digo yo, que he fotografiado a todas las cantantes de la
discográfica!
Pero Nina no contestó, empezaba a ser consciente
del elevado precio que tendría que pagar por la deseada fama. Estaba
furiosa con Marc porque no había sido claro y haberle prevenido sobre
todo aquello que humillaba su dignidad. Apenas descendió del automóvil
que la trajo de regreso, llamó a Marc para reprocharle su
comportamiento.
—Nina, cálmate, comprendo que estés furiosa
conmigo, pero yo tampoco sé cómo funciona todo este mundo de las
discográficas, solo hace seis meses que trabajo aquí y hasta ahora he
sido prácticamente el chico de los recados del director artístico.
Ahora, al menos me permiten asistir a ciertas reuniones. Tú has sido la
primera iniciativa que he presentado y que han aceptado, pero ignoro
tanto como tú cómo funciona esta fábrica de ídolos.
—Está bien, Marc, acepto tus excusas, pero ¿que más querrán que haga en contra de mi voluntad?
Nina
tuvo pronto la respuesta, y fue el mismo director gerente quien le
informó de la entrevista que debía conceder a un conocido presentador de
un popular programa de música pop.
—Jovencita, no la veo muy
animada —comentó el director gerente apenas la introdujo el propio Marc
en su despacho —¡Estabas más animada en aquel piano-bar de la costa!
Nina intentó forzar una sonrisa, pero apenas se quedó en un leve gesto.
—¿No
estás contenta del gran éxito de tu primer compacto? Si hay algo que no
te guste dímelo y lo arreglaremos. Quiero que te sientas bien en esta
casa…, pero pasemos a otro tema. Te hemos acordado una entrevista en el
programa musical de más audiencia entre los adolescentes. El productor y
yo somos amigos desde la infancia y hará lo que le pida. Aquí tienes
el cuestionario de las preguntas que te harán y tus respuestas. Es mejor
que te tomes el resto del día de descanso y te aprendas las
respuestas. ¡Mañana te pasaremos a buscar e iremos juntos a los
estudios de la televisión, quiero saludar a mi viejo amigo, y darle
algunas ideas de cómo debe ser la entrevista. ¿Lo has entendido bien?
Nina
volvió a asentir con un resignado movimiento de la cabeza, porque para
ella todo lo que sucedía a su alrededor ¡eran solo mentiras!
Cuando salieron del lujoso despacho del director—gerente Nina no pudo evitar hacer a Marc una airada pregunta:
—Marc, ¿no hay alguna manera de librarme de todo esto?
—Me temo que no, Nina, solo la muerte o una grave enfermedad es una justificación para rescindir el contrato...
Al
día siguiente como estaba previsto el director—gerente recogía en su
lujoso automóvil a una Nina estresada y con claros síntomas de haber
pasado la noche en vela, por las incertidumbres que padecía. El
director—gerente se alarmó.
—Nina, no tienes buen aspecto. ¿Has
pasado una mala noche? ¿Te inquieta la entrevista? Ya lo había supuesto,
por eso he convencido a mi buen amigo productor para que la grave y la
emita en diferido, así es que no tienes porqué preocuparte. Todo saldrá
bien. ¿Te has aprendido el cuestionario? —Nina asintió con un gesto de
cabeza —¡Magnífico! Nina, no eres muy habladora, pero es preferible a
que seas una charlatana. Está bien, pongámonos en marcha, porque esta es
la peor hora del día y podemos encontrarnos algún atasco.
En los
estudios de la televisión el propio productor del programa acudió a una
concurrrida sala de visitas para saludar a su viejo amigo, el director
gerente.
—¡Querido amigo, hacía tiempo que no te veíamos por esta
casa! —y dirigiéndose a Nina le dijo exagerando sus gestos —¡Ah, tú eres
Nina, la revelación de este año! ¡Mis hijos te adoran! Pero vamos a mi
despacho, allí estaremos más tranquilos.
Nina conoció al popular presentador que debía entrevistarla, quien trató de calmar su creciente nerviosismo.
—No
estés preocupada, Nina, haremos la grabación sin público, y podremos
editarla si algo no sale bien. Ya sabes lo que te preguntaré y cuáles
deben ser tus respuestas. No cites nombres de personas ni marcas o
productos, y tendrás que alegrar un poco esa expresión de preocupación
—Nina sonrió, por complacer al presentador——¡Así está mejor! Tienes que
dar la imagen de una chica fuerte y segura de ti misma, pero sonriente y
alegre. Eso es lo que esperan tus numerosos fans. ¡No puedes
defraudarles!
«¡Yo soy la que está defraudada!» —pensó Nina, indignada, pero sin abandonar su forzada sonrisa.
Nina superó aquella nueva prueba, pero sintió que traicionabas Nano cuando le hicieron la pregunta que más temía:
«—Nina,
a simple vista se puede ver que eres una joven atractiva, además de
alegre y divertida, y, por si esto no fuera suficiente, eres la estrella
musical del momento. Ya tienes miles de fans que te adoran, y tú les
trasmites a cambio toda la energía positiva de tus canciones, pero ¿y tu
corazón? ¿A quién has abierto tu corazón?
A lo que estaba obligada a responder:
«—¿Mi
corazón? Mi corazón es libre como un pájaro, pero desea encontrar a
alguien amable, alegre y divertido, para hacer un nido.»
Una hora
después de la emisión de la entrevista, el correo electrónico del canal
de la televisión se bloqueó con cientos de correos con el mismo tema en
el campo «Asunto»: «el corazón de Nina», y lo mismo sucedía en el
«Messenger». En Twitter apareció un nuevo hashtag: «#elcorazondeNina».
⦁ Los carteles
No
pasaba un solo día sin alguna sorpresa para Nina. Un día después de
aquella indigna entrevista comenzaba a ser consciente de lo que la
discográfica se había propuesto: utilizarla para crear el ídolo que
convenía a sus intereses, sin tener en cuenta sus sentimientos o sus
opiniones. La confirmación de sus sospechas la tendría aquella misma
mañana. En la vorágine en que se vio envuelta los últimos días apenas
tuvo tiempo de ocuparse de tareas domésticas, como fregar los cuatro
platos de las últimas comidas o ir al supermercado para reponer en una
nevera que solo contenía algún yogur con la fecha de caducidad pasada.
Por
primera vez nadie la había importunado con llamadas a horas
intempestivas. Trató de olvidarse de los últimos acontecimientos,
decidida a comportarse como una persona normal, entró en un
supermercado con una pequeña lista en la que había anotado lo más
importante. Por alguna razón inexplicable se sentía relajada y
despreocupada. Recorrió varias secciones, seleccionando lo que deseaba.
Pero empezaba a notar algo extraño en el comportamiento de los otros
compradores, dejaban de hacer sus compras y la contemplaban como si se
hubiera olvidado de quitarse los rulos, o llevase la cremallera del
vestido abierta. Comprobó que todo era normal, pero cada vez eran mas
los compradores que la observaban descaradamente. En medio de aquella
angustiosa sensación de acoso, se acercó a ella una adolescente con un
móvil en la mano y pregunto a la asombrada Nina:
—¿Nina, me dejas que me haga una foto contigo? ¡Estás cool en la foto del cartel!
—¿En el cartel? ¿Qué cartel?
—Pues
qué cartel va a ser: ¡el tuyo, en el que anuncias tu concierto, que yo
no me lo pierdo! ¿Me dejas que me haga una foto contigo? En el Instituto
van a flipar, y cuando la suba en Facebook y en Twitter me van a llover
los «me gusta».
No pudo continuar hablando con la adolescente
porque se había formado un denso corro en torno a ella fotografiándola
con sus móviles. Alguien salió del corro con una botella de vino en una
mano y un rotulador en la otra.
—Por favor, Nina, firmarme un autógrafo en esta botella de vino, ¡la guardaré como recuerdo de este encuentro!
Nina
se sentía como si fuera un animal acorralado. Abandonó la cesta con lo
que había seleccionado y se abrió paso entre el denso corro y salió
precipitadamente a la calle, y allí mismo, en el espacio dedicado a la
publicidad de la marquesina de la parada de autobús, estaba el cartel
que le mencionó la adolescente: una de las muchas imágenes que le tomó
el fotógrafo de la discográfica en el desguace de automóviles.
Aparecía
en una pose agresiva, cubierta con dos escasas prendas de estilo
mitológico. Pero lo que simulaba ser un golpe de viento, levantaba su
escasa falda mostrando parte de sus glúteos.
Nina se sintió
terriblemente avergonzada. Si la hubiesen consultado, ella no hubiera
autorizado aquella imagen. No solo se habían propuesto humillarla, sino,
además, ¡corromperla!
La adolescente había salido tras ella, porque insistía en fotografiarse con Nina.
—¡Está cool la imagen, eh, Nina! ¿No hacemos la foto ahora?
Nina
deseaba ocultarse, volver a su apartamento y no salir hasta que fuera
de noche cerrada para que nadie la reconociera. Sabía que aquella
insistente adolescente la seguiría hasta conseguir lo que se había
propuesto. Se juntó ella y le urgió:
—¡Haz rápido tu foto y déjame en paz!
—¡Si te vas a poner así, pues no hago la foto y en paz, pero en Internet se van a enterar del mal genio que gastas!
—¡Disculpa, me has cogido en un mal momento! Venga haz la foto que tanto deseas.
Apenas
la adolescente tuvo su ansiada fotografía, sonó su teléfono móvil, y
Nina tuvo el presentimiento de que se avecinaba una tormenta. En efecto
era su padre y parecía muy contrariado.
—¡Nina, cómo has consentido que te hicieran esa foto? ¿Es para eso que querías un año de pausa?
Nina
estaba al borde del llanto y era observada por un grupo de curiosos que
habían relacionado la imagen del cartel con ella. Mientras su padre
seguía reprochándole su conducta se alejó con rapidez de aquel
concurrido lugar, subió precipitadamente las escaleras sin esperar el
ascensor, abrió con torpeza la puerta de su apartamento y, una vez
dentro, se dejó caer sobre la cama profundamente abatida. Mientras su
padre reclamaba insistente su atención.
—¡Nina, ¿me escuchas?
—¡Sí, papá, te escucho!
—¿Y qué tienes que decir?
—Me obligaron, papá; me amenazaron con demandarme por incumplimiento del contrato...
—¿Y por qué no me lo consultaste?
—No tuve oportunidad… todo fue muy rápido…
—Está bien. Envíame una copia del contrato.
—Pero, papá, es que lo tiene Marc… y es mi agente…
—¿Marc? ¿Nina, no será el mismo Marc que…?
—Sí, papá, es el mismo en el que tú piensas.
—Nina,
hija, creo que has perdido la cabeza y debes abandonar cuanto antes tus
sueños de grandeza y volver a la Facultad. ¡Ese mundo no está hecho
para ti!
—¡Pero, papá»..!
—¡No hay «peros», hija, has
demostrado tener poca cabeza. Mañana mismo me entrevistaré con el
abogado de la discográfica y veré si podemos rescindir tu contrato, y
puedas volver el curso que viene a la Universidad.
⦁ Cuestiones legales
Como
había prometido a su hija, el padre de Nina se presentó en la
discográfica, solicitó entrevistarse con su abogado, y entregó a la
secretaria de recepción su impresionante tarjeta de visita con la
mención de «Fiscal del Estado» en letras doradas. La recepcionista se
alarmó y decidió informar de su inesperada visita directamente al
director-gerente.
—¿Un fiscal del Estado? Pregúntele cuál es el motivo de su visita.
Instantes después le informó que era el padre de Nina, y que deseaba entrevistarse con el abogado…
«—¿El
padre de Nina fiscal del Estado? ¡Nunca lo hubiera imaginado! Los hijos
de los abogados del Estado normalmente estudian la carrera de Derecho,
pero nunca son parte del show business»
—Está bien, dígale que yo
mismo vendré a recibirle en unos instantes ordenó su despacho y retiró
todos los informes y otros documentos y salió a su encuentro.
—¿Es usted el padre de Nina? ¡Es un placer conocerle! Pero vamos a mi despacho y me cuenta cuál es el motivo de su grata visita.
El
padre de Nina estaba confundido, porque no esperaba ser recibido con
tanta cortesía, estaba seguro de que ya deberían saber cuál era el
motivo de su visita.
—Aquí no nos molestará nadie, ¿le apetece
beber algo, una cerveza, un refresco, o tal vez una copa de coñac, pero
si lo prefiere puedo ofrecerle un café, nos lo traerán en unos
instantes. Pero tome asiento, por favor, siéntase como en su casa.
No, gracias, no deseo nada, pero quiero ir al asunto que me ha traído aquí…
—¿Y bien, cuál es ese asunto? No creo que tengamos ningún litigio pendiente con el Estado.
—Se
trata de mi hija, Nina, creo que su empresa ha cometido un delito de
abuso de autoridad, y tengo intención de demandarles si no rescinden su
contrato inmediatamente y retiran esos indecentes carteles de mi hija.
—¡Cálmese,
está usted muy excitado. Somos personas civilizadas y podemos discutir
las cosas sin acalorarnos. Usted es fiscal del Estado y puede hacernos
mucho daño, pero nosotros también tenemos buenos abogados, recurriríamos
cualquier resolución condenatoria y el caso llegaría al Tribunal
Superior de Justicia, después de estar enredados en mil gestiones
burocráticas y judiciales. No creo que eso no nos beneficia a ninguno de
los dos. Usted quiere recuperar a su hija y yo quiero recuperar lo
invertido. Supongo que lo encuentra razonable. ¿Se imagina lo que
pasaría si tuviésemos esas pérdidas? Pues que bajaría nuestra cotización
en la bolsa y nuestros más modestos accionistas, familias que nos han
confiado sus ahorros para tener una jubilación digna, se llevarían un
gran disgusto. ¿Sabe usted lo difícil que es mantener la rentabilidad de
una empresa como la nuestra? Con lo que perdemos por la piratería
podríamos pagar la nómina de un año, ¡y no hablo de sueldos
tercermundistas! En cuanto a la fotografía de su hija, yo me opuse en un
primer momento pero los argumentos de mi director artístico me
convencieron. La idea de lo que es inmoral en los jóvenes no coincide en
absoluto con la de nuestra generación. Se bañan en top-less, se bañan
desnudos en sus fiestas en las playas, incluso algunas jóvenes se
atreven a ir desnudas por algunos lugares de veraneo y solo suscitan
curiosidad, pero nadie ya se escandaliza. La foto de su hija es cool,
como ellos lo llaman. Toda esa pornografía que invade Internet no les
llama la atención, la consume nuestra generación. En cuanto a los que
nos acusan porque fabricamos ídolos no lo niego, pero si no hay ídolos
naturales no tenemos otra opción que fabricarlos, porque la gente
corriente necesita modelos para imitar, Role models, como dicen los
ingleses. Su hija se estaba convirtiendo en uno de esos modelos y no veo
nada censurable que un artista, que ya es un personaje público sea,
además, un buen modelo a imitar.
El padre de Nina parecía estar
reflexionando sobre los argumentos que el director—gerente esgrimía en
su defensa, y no tenía motivos para intervenir.
—Yo mismo fui
—continuó el director-gerente— quien acepté a su hija para que publicara
sus canciones en nuestro sello sin el visto bueno del director
artístico, pero no lo hice por su hija, que apenas conocía, sino por dar
una oportunidad al joven Marc para ganar su primer ascenso, porque
creo que ese joven llegará muy alto en esta empresa…
—¿Se refiere al joven que veranea en la misma localidad que usted?
—¡El
mismo, yo personalmente le contraté y no me ha defraudado! Nos trajo a
su hija, a quien representa. Nina tiene talento, pero no más que otras
muchas jóvenes que harían cualquier cosa por tener la misma oportunidad
que ha tenido su hija. Por otro lado el gran éxito de su Nina no se
debe a sus canciones, que no digo que sean malas, sino a los magníficos
arreglos que escribió un tal Nano, quien está afincado en Londres, y
según mis colegas ingleses, se lo disputan las orquestas sinfónicas para
que interprete como solista temas para guitarra de compositores
españoles, en los que se ha especializado, sobre todo el Adagio del
Concierto de Aranjuez.
El padre de Nina empezaba a sentirse
culpable por lo equivocado que estaba sobre los juicios de Nina al
elegir a Marc como su agente, y después de escuchar la visión de la
moral de esa generación, se daba cuenta de que la había juzgado con los
prejuicios morales de su generación.
—Creo que aceptaré el café que me ofreció antes.
—Enseguida
nos los traerán. Yo le acompañaré con la misma bebida. ¡El café
estimula el entendimiento y compartido favorece la amistad. ¿No le
parece?
—Sí, también yo creo que es así.
—Usted es un
destacado miembro del Estado y yo de la empresa privada, ¿no cree que
deberíamos tomar café juntos con más frecuencia?
—Tal vez sería conveniente…
—Las
empresas somos la sangre del Estado, si no fluye sin obstrucción, el
Estado no tiene buena salud y las empresas tampoco. Las grandes empresas
de hoy, como Amazon, Google o Apple empezaron como aquel que dice en un
garaje y el Estado no intervino hasta que fueron mayores de edad y
capaces de valerse por sí mismas… ¡Ah, aquí llega el café! Y volviendo a
la razón de su visita. Usted nos exige, bajo amenazas de posibles
demandas que dejemos libre de sus compromisos a su hija, retiremos la
campaña y suspendamos el concierto y sin una compensación. ¿Le parece
razonable? No, supongo. Yo le propongo un acuerdo más razonable: que su
hija cante en el concierto, recuperamos la inversión, y el día
siguiente rescindimos el contrato. ¿No le parece más razonable?
El
padre de Nina reconoció que su agresiva actitud inicial no tenía ya
justificación, y no tendría más opción que aceptar su propuesta.
—Me
hago cargo de su situación, de sus decisiones depende el bienestar de
muchas familias. Comprendo que mi negativa tendría graves repercusiones.
Yo puedo estar de acuerdo, pero no sé si mi hija lo aceptará…
—Hágaselo ver con buenas razones. Supongo que ella tendrá confianza en usted. ¡Es su padre!
—Me
temo que la haya perdido. Juzgué su comportamiento en todo lo que ha
sucedido muy a la ligera, y no le di la oportunidad de defender su
inocencia. ¡Ha sido un grave error, que me costará su afecto.
—Tal vez yo podría convencerla.
—¡Sí, cualquiera menos su padre!
⦁ La segunda escapada
Nina
empezaba a temer que si no se serenaba, aquel impremeditado viaje podía
terminar en tragedia. No había dejado de sollozar en silencio desde su
partida y las lágrimas le enturbiaban la visión, haciendo penosa la
conducción. En aquellos angustiosos momentos no pudo entender cómo había
permitido que la manipularan. Y en cuanto a su padre, siempre lo había
considerado una persona justa y tolerante. Entonces ¿por qué no le había
dado la oportunidad de justificar su elección? ¡Él también le había
decepcionado!
Circulaba por la misma autopista del sur por la que
hacía cinco intensos años lo hiciera en compañía de su madre, pero
ahora viajaba sola y conducía su propio automóvil. No tenía intención
de disfrutar de unas relajantes vacaciones en la misma pintoresca
población costera de tan gratos recuerdos, porque no tenía ningún plan
en concreto. Simplemente huía orientándose por la dirección que le
señalaba su corazón. Ni siquiera había reservado habitación en el único
hotel de la pequeña localidad.
Había tomado la decisión de hacer
aquel viaje en un arrebato de su profunda depresión y la añoranza de
aquellos días vividos junto al desaparecido Nano, en los que componer
bellas canciones era tan sencillo como respirar, porque gozaban de una
generosa libertad.
Ahora todos la habían tratado como si fuera la inocente adolescente de hacía cinco o seis años.
«¡Pues
bien, sí, yo soy la misma adolescente —murmuró angustiada—, y me vuelvo
a escapar, como entonces, pero no de mi madre, sino de mi padre! ¡Solo
Nano me hubiera respetado y comprendido! ¡Cómo te echo de menos, Nano!
¿Dónde estás?
Tampoco el tiempo acompañaba. Incomprensiblemente,
la segunda quincena de agosto había comenzado con un cielo plomizo y
fuertes vientos racheados, las menos adecuadas para unas divertidas
vacaciones.
Nina era consciente de su deplorable estado y
circulaba a una velocidad excesivamente lenta para una autopista, para
exasperación de los vehículos que la seguían. Había decidido emprender
ese inesperado viaje a última hora de la tarde y ya era noche cerrada,
lo que hacía más penosa la conducción. La humedad del aire presagiaba
lluvia, y empezaban a estrellarse en el parabrisas diminutas gotas de
agua, que fueron haciéndose más intensas hasta convertirse en la
esperada lluvia, perdiendo prácticamente la visibilidad del asfalto.
Activó el limpiaparabrisas y recuperó la visibilidad, pero no podía
continuar en aquellas lamentables condiciones y decidió dejar la
autopista en la próxima salida, buscar un lugar donde relajarse y
decidir si aquel alocado viaje tendría alguna utilidad que mereciese
aquel riesgo.
Unos kilómetros más adelante encontró por fin una
salida hacia una población que desconocía, pero ninguna luz indicaba que
estuviera próxima a la autopista, y se sintió desolada y desorientada
en medio de aquella opresiva oscuridad. Solo unas débiles luces sugerían
la posible existencia de un surtidor de gasolina, en el que tal vez
hubiera un bar donde detener aquella angustiosa carrera hacia un pasado
que ya estaba muerto y olvidado.
Afortunadamente, junto al
surtidor había un hotel de carretera, uno de esos establecimientos
situados en medio de la nada, donde solo los empleados permanecen más de
24 horas, con clientes de expresiones fatigadas y movimientos lentos,
con los músculos todavía entumecidos por largas horas de inactividad.
Nina
se sintió aliviada, aparcó lo más cerca que pudo de la entrada del
providencial hotel, y cuando apagó el motor, cesó todo movimiento y se
hizo un absoluto silencio, solo roto por el golpear de una lluvia
debilitada en el techo y el esporádico paso de algún vehículo por alguna
carretera secundaria próxima al hotel. Se dejó caer abatida sobre el
volante, como si fuera la única superviviente de un naufragio.
Unos suaves golpes en el cristal empañado de su automóvil puso fin a su abatimiento.
—Señora, ¿le sucede algo? ¿Está usted bien?
Nina
reaccionó, intentó serenarse y aparentar normalidad. Salió del
automóvil y tranquilizó al que debía ser el vigilante del aparcamiento.
—Sí, estoy bien, gracias. —espondió contrariada, porque lo consideró como una intromisión intolerable en su privacidad.
—¿Viene usted de muy lejos? ¡Parece que está muy cansada!
Nina
no tenía ningún deseo de proseguir aquella conversación, y se dirigió a
la entrada del hotel sin responder al despechado vigilante, quién creyó
vengarse con una noticia que podía contrariarla.
—Si está
buscando habitación tendrá que ir a otro hotel, porque en este está todo
ocupado. Pero dudo que encuentre una habitación libre en toda comarca,
porque, no sé si lo sabrá, pero en esta localidad estamos en fiestas.
Nina
comprendió la intención vengativa de su advertencia y no le hizo ningún
caso. No quería ser reconocida y antes de entrar se cubrió los ojos
con unas exageradas gafas de sol que aseguraban su anonimato y entró en
la sala de recepción del hotel. En uno de los lados estaba el
restaurante, de donde salían los familiares sonidos de los cubiertos y
el rumor de las conversaciones cruzadas. Tenía hambre y hubiera entrado
en el restaurante, pero se sentiría violenta cenando sola, por lo que
optó por un pequeño bar situado en el lado opuesto de la sala. Pidió un
café solo bien cargado, porque estaba decidida a continuar aquel
nostálgico viaje y le ayudaría a mantenerla despierta. Se sentó junto a
un gran ventanal desde donde se divisaba el aparcamiento, y se propuso
pensar con menos pasión la utilidad de aquel inesperado viaje.
Sorbía
lentamente su café con un fuerte sabor amargo, mientras la sala del bar
se llenaba de los clientes que habían terminado de cenar. Se sentía
incómoda e incapaz de concentrarse en sus angustiosos pensamientos.
Allí no tenía ninguna oportunidad de reflexionar sobre su confusa
situación y decidió proseguir el viaje, porque, al menos estaba
absolutamente segura de que no deseaba regresar. Había cesado de llover
y se retiraban los negros nubarrones, dejando entrever una brillante
luna entre jirones de nubes con escasa humedad, que se movían con
rapidez empujadas por el viento.
Se disponía a salir cuando un
cartel adherido a la puerta acristalada del hotel llamó su atención.
Anunciaba la actuación de la Orquesta Sinfónica provincial que
interpretarían el «Adagio» del famoso «Concierto de Aranjuez», de
Joaquín Rodrigo. Pero lo que le causaba una intensa emoción era el
nombre el solista de guitarra: «Fernando M.», porque su intuición le
decía que aquel guitarrista podía ser Nano.
«Sí, es él; estoy
segura. ¡Me lo dice el corazón! ¡Es Nano!» —se dijo a sí misma,
sobrecogida por la emoción de aquel asombroso descubrimiento.
La
actuación estaba programada para ese mismo día y apenas faltaba algo más
de una hora para que diera comienzo el concierto. Salió
precipitadamente del hotel y se encontró en el zaguán de la entrada con
el despechado vigilante del aparcamiento, que al verla de nuevo, hizo
el ademán de alejarse, pero Nina le detuvo:
—¡Espere, no se vaya! ¡Le pido disculpas por mi comportamiento! ¿Cuántos kilómetros hay hasta la capital?
El sorprendido vigilante aceptó sus escusas, porque después de todo, era una clienta, y era su deber ayudarle.
—Diez kilómetros, siguiendo estas misma carretera.
—¿Conoce usted bien la ciudad?
—¡Como la palma de mi mano! Allí he nacido.
—¿Podría indicarme donde está el Auditorio?
—¿El aitorio? ¿Qué es eso?
—Es... un sitio donde se ofrecen conciertos de música.
—¡Ah,
usted debe referirse a la casa rara que ha construido el Ayuntamiento,
donde está ahora la banda municipal, porque antes estaba en mi barrio, a
dos pasos de mi casa.
Nina estaba a punto de perder los nervios.
—¡Sí, sí; ésa debe ser!
—Pues
no tiene pérdida, porque está en el barrio de los ricos. Cuando llegue a
la ciudad encontrará un semáforo. No, ese no es, es el tercero. En el
tercero gire usted a la derecha y allí lo encontrará. Pero ponga mucha
atención en el paso a nivel no vaya a pasar cuando llegue un tren,
porque a veces se avería la barrera. ¡Ya hemos tenido más de una
desgracia en ese maldito paso a nivel!
Nina ya estaba arrancando
el motor del automóvil cuando el vigilante terminó de darle sus
detalladas informaciones. Abrió la ventanilla, ofreció al vigilante un
billete de cinco euros, y arrancó con tanta potencia que hizo patinar
las ruedas del automóvil sobre el humedecido asfalto. Instantes después
desapareció por la carretera que le había indicado el empleado.
—¡Qué mujer más loca! —exclamó el sorprendido vigilante, con el billete de cinco euros todavía en su mano.
Nina
circulaba a gran velocidad por una carretera afortunadamente desierta, y
confiaba en llegar a tiempo para asistir a aquel concierto, donde
estaba segura que actuaba Nano.
Trató de imaginarlo cinco años
después, convertido en una estrella, vestido con un elegante frac negro
con pajarita, siendo largamente ovacionado por un público puesto en pie y
enardecido por su magistral interpretación; ¡porque ella no dudaba de
su gran talento musical!
Nina reconoció con un gesto de triste
resignación que tal vez Nano se había olvidado ya de ella, pero no
entendía por qué razón, porque entre los dos no había sucedido nada
para justificar su olvido.
«—¿Por qué Nano no me ha enviado un
simple email diciéndome dónde está y qué está haciendo? —se preguntó,
cuando ya divisaba el primer semáforo, como le había indicado el
vigilante. Pero justificó su ausencia porque debía estar concentrado en
sus estudios de guitarra, que le habían llevado a ser el guitarra
solista de una orquesta sinfónica. ¡No había otra explicación! Su
corazón se agitó violentamente, ¡porque estaba ya tan cerca de Nano!
A
pocos metros del tercer semáforo Nina encontró el paso a nivel, como le
había advertido el vigilante, pero ¡con las barreras bajadas! Al otro
lado de las barreras divisó lo que debía ser el Auditorio, un edificio
vanguardista, «raro», como lo había descrito el empleado del hotel.
Bajo su gran marquesina se concentraba un grupo de gente que se
disponía entrar en la sala de conciertos. Nina consultó angustiada su
reloj. ¡Solo faltaban diez minutos para que diera comienzo el concierto!
«—¡Ábrete;
ábrete de una vez, maldita barrera! —murmuró airada. Unos angustiosos
momentos después ya no había nadie bajo la gran marquesina. Nina estaba
desesperada, y por un momento pensó aparcar el coche y continuar a pie
hasta el cercano Auditorio, pero instantes después llegaba el tren que
había causado el inoportuno cierre de las barreras. Por fin llegó hasta
el Auditorio y pudo confirmar que su corazonada no le engañaba: en otro
cartel anunciador de la velada estaba la fotografía de Nano.
«¡Lo sabía, es Nano; sí, mi querido amigo Nano!»
Entró
en el desierto hall del Auditorio y se dirigió como poseída por una
fuerza sobrenatural a la ventanilla de venta de localidades.
—¡Lo sentimos, pero está todo el aforo vendido!
La inesperada noticia la sumió en una profunda desazón. Todo parecía ponerse en contra de su deseo de encontrarse con Nano.
—¡Por
favo! —insistió Nina—, ¿no hay alguna anulación? Necesito asistir a
este concierto... ¡Tiene que haber alguna localidad todavía disponible,
no me importa el precio!
—No, ya le he dicho que no quedan localidades. Se han agotado hace una semana. ¡De veras que lo sentimos!
Nina
no insistió. Se sentía profundamente desconsolada. Le parecía ser
víctima de un sortilegio que le impedía que pudiera reencontrarse con su
amigo y, para ella, salvador. Pero estaba decidida a encontrase con
Nano y esperaría a que finalizase el concierto, con la esperanza de que
no abandonase el edificio por alguna otra salida y no se pudieran
encontrar.
Cuando ya resignada se disponía a salir, entró una pareja de aspecto estrafalario, que discutían acaloradamente.
—¡Ya sabía yo que llegaríamos tarde —exclamó airado el hombre—. ¡Una hora para arreglarte, ni que fuéramos a visitar al rey!
—Si
ese cacharro de coche tuyo no se hubiera descompuesto, hubiéramos
llegado a tiempo. ¡No puedo caminar más deprisa con estos tacones!
—¿Por qué tenías que ponerte esos zapatos con una cuarta de tacón?
—Tú siempre serás un zafio que no sabes nada de la vida. ¡A un concierto hay que venir elegante!
—¡Tú tienes de elegante lo que yo de cura!
—¡Grosero! ¡Qué sabes tú lo que es la elegancia!
Nina pensó que tal vez le quisieran vender sus localidades, y se acercó a la airada mujer para preguntárselo.
—Perdone
que me entrometa en sus conversaciones de familia, pero como ya ha
comenzado el concierto, tal vez quiera venderme su localidad.
—¿Venderle mi entrada después de lo que me ha costado arreglarme? ¡No guapa, no está en venta!
Pero el hombre parecía interesado en la oferta de Nina.
—Si
nos compra las dos, ¡suyas son! Con esta parienta no se puede ir a un
concierto, es capaz de discutir con el director de la orquesta.
—¡De eso nada, monada! ¡Yo me he arreglado para este concierto y no me vuelvo a casa sin haberlo visto!
—¡Tú calla y haz lo que te mande! ¿Está de acuerdo, señorita?
Nina
les compró las localidades y recobró el ánimo por la renovada
esperanza de encontrarse con Nano. Pero parecía como si el sortilegio
continuaba dejando su negativa influencia. Ya se escuchaba la
melancólica introducción del clarinete cuando llegó a la entrada de la
sala de conciertos, pero la puerta estaba cerrada. Una empleada
encargada de la entrada le explicó la razón:
—¡Lo siento, señorita, ha llegado usted muy tarde! No puedo abrir la puerta hasta que no finalice el concierto.
Nina
volvía a estar desolada, pero en ese instante escuchó los primer
arpegios de guitarra interpretados por Nano y, estremecida por la magia
de la melodía y la fuerza de la interpretación de Nano, no pudo evitar
hacer una confidencia a la empleada:
—¿Sabe? ¡Ese guitarrista es mi mejor amigo!
La cuidadora de la puerta no parecía haber escuchado la confidencia de Nina, porque concentraba su atención en alguna duda.
—A lo mejor meto la pata, pero ¿no es usted Nina, la cantante?
Nina asintió con leve gesto de cabeza y una amable sonrisa.
—¡Mis
dos hijas gemelas la adoran, tienen su habitación prácticamente
empapelada con fotografías suyas, y no se cansan de escuchar sus
canciones! ¡Qué noticia cuando les diga que la he conocido en persona!
¡Pero no me creerán sin una prueba! ¿Me permite que le haga una foto con
el móvil?
—Haremos algo mejor: nos fotografiaremos las dos juntas, así sus gemelas la creerán.
Se
tomaron una instantánea las dos mujeres, y la emocionada encargada de
la entrada a la sala de conciertos comprendió que debía hacer algo a
cambio.
—Si no le importa quedarse de pie en el pasillo, haré una
excepción con usted y le dejaré entrar. ¡Espero que mis jefes no anden
por aquí!
—¡No puede imaginar lo que se lo agradezco! —le dijo Nina, sin poder ocultar su emoción.
La
mujer entreabrió sigilosamente la puerta y Nina entró por fin a la sala
de conciertos. ¡Y ahí estaba Nano, rodeado por los músicos de la
orquesta sinfónica, junto al conductor, interpretando uno de los más
difíciles temas clásicos escritos para guitarra!
⦁ El mensaje de Nano
«¿Es
este el chico de las hamacas que yo conocí aquel mágico verano? —pensó
Nina todavía sobrecogida por la impresión que le causó la visión de un
Nano transfigurado, y no pudo evitar que le invadiera una súbita
tristeza, porque empezaba a darse cuenta de que aquel ya no era el Nano
que buscaba su camino y que contagiaba ese mismo afán de búsqueda de la
belleza, la armonía y la verdadera esencia del arte, sino un joven que
ya estaba abriendo su propio destino.
Nina se preguntó qué
interés podía tener un brillante músico por una mala estudiante de
tercer año de Derecho? A esas horas el contrato con la discográfica ya
estaría rescindido. Ya no era Nina la cantautora, sino la estudiante de
Derecho, con un carné de estudiante número tal, para distinguirse del
resto de los estudiantes de Derecho, y comprendió que no le quedaba otra
opción que obedecer a los deseos de su padre. Terminar la carrera y
después tocar la guitarra en el parque o en la fiesta de algún amigo.
Comenzaba a resignarse y aceptar que aquel alocado viaje ya no tenía
sentido, lo más que podía esperar de Nano era el recuerdo de una vieja
amistad, con quien había compartido unas excitantes aventuras de
adolescentes.
Oculta en la penumbra del pasillo, la contemplación
de un Nano responsable y seguro de sí mismo, que había encauzado con
éxito su vocación, le causaba una profunda sensación de inseguridad.
El
concierto proseguía y Nano estaba haciendo una interpretación
magistral, mientras ella, siempre oculta en la oscuridad, seguía
descarnando su alma, y dando respuestas a muchas de sus muchas dudas del
pasado.
El concierto estaba llegando a su fin, con las notas de
guitarra finales en descrescendo hasta no ser perceptibles. Instantes
después toda la gran sala de conciertos prorrumpió en un efusivo
aplauso, acompañado de espontáneos «Bravos». Nina contemplaba la escena
sumida en una angustiosa mezcla de alegría por aquellos aplausos y de
tristeza por haber tomado la decisión de no reunirse con Nano.
«Nano ya tiene todo lo que deseaba, mi presencia solo serviría para crearle una innecesaria inquietud».
Los
aplausos continuaban sin decaer en intensidad, pero se hicieron
atronadores cuando el director y Nano, cogidos de la mano saludaron con
un respetuoso gesto al público. Después el director invitó a Nano a que
avanzara él solo sobre el escenario, y la gran sala puesta en pie,
acompañada de inumerables «bravos», aplaudía con renovada energía.
Querían premiar la maestría de la interpretación de aquel joven
guitarrista, prácticamente desconocido. Nina no pudo evitar que la
emoción de aquella imagen humedeciera sus ojos hasta provocar las
lágrimas.
«Sí, querido Nano, estoy llorando; lloro de alegría por
tu merecido éxito, y de tristeza por mi merecido fracaso!» Volvió a la
penumbra del pasillo, para secarse las lágrimas y recuperar el
suficiente ánimo como para regresar al mismo lugar de partida, pero con
una Nina de la que solo quedaba el nombre y poco más.
⦁ La renuncia
No
había comido nada desde su salida y no se sentía con fuerzas para
conducir. Buscó el bar del Auditorio. Después de encubrirse con sus
desproporcionadas gafas de sol, pidió varios canapés y una bebida sin
alcohol, y buscó el lugar más apartado de la sala. Tenía la desagradable
sensación de que todos aquellos acontecimientos pasados serían
visibles, y su aspecto debía ser horrible. Sintió la necesidad de
desahogar su amargura por su renuncia escribiendo algo con el móvil que
expresara su decaído estado de ánimo. Lo tituló «Canta conmigo»
Si estás triste y deprimido,
si no encuentras tu camino,
si no tienes un amigo.
Si has perdido la esperanza,
si te falta la confianza,
si crees que todo te amenaza,
canta conmigo esta canción,
y recobrarás la perdida ilusión.
Canta conmigo esta canción,
y volverá a latir tu corazón.
Somos jóvenes e inexpertos y los mayores nos dicen lo que debemos hacer, pensar o creer,
pero nosotros sabemos que podemos hacer el mundo mejor, pensar sin maldad y creer en libertad.
Si te crees insignificante.
si dudas constantemente,
si te asusta la gente.
Si piensas que no tienes futuro,
si te sientes inseguro,
si tu porvenir está oscuro,
canta conmigo esta canción,
y recobrarás la perdida ilusión.
Canta conmigo esta canción,
y volverá a latir tu corazón.
Los mayores creen que no se puede confiar en los jóvenes,
pero los jóvenes sabemos que no podemos confiar en la confianza de los mayores.
Si te sientes perdido,
si tienes el corazón herido,
si tus sueños han huido.
Si ya no crees en nada
si tu mente está agotada,
si crees haber llegado a tu última parada,
canta conmigo esta canción,
y recobrarás la perdida ilusión.
Canta conmigo esta canción,
y volverá a latir tu corazón.
Creyó
que podía ser un mensaje que solo Nano lo entendería y un buen regalo
de despedida. Copió la letra y algunos apuntes sobre la frase principal
de la melodía en una servilleta y se la entregó al camarero, con el
ruego de entregársela a Nano si venía al bar.
—Seguro que vendrá, tengo puestas a enfriar cuatro botellas de cava para los músicos.
Poco
tiempo después el bar se llenó con los asistentes al concierto. Nina se
sintió agobiada y temía que la reconociesen en aquel lamentable estado.
Salió del Auditorio con la sensación de que algo suyo se hubiese
quedado dentro. Arrancó y se dispuso a desandar el camino que le había
llevado donde creyó que estaba su felicidad.
⦁ Lali Boon
Al
sobrepasar el último semáforo, Nina vio que alguien estaba haciendo
auto-stop. Por un momento pensó en recogerle, porque le haría más
distraído aquel triste viaje de regreso, pero dadas las altas horas de
la noche, tuvo miedo de que pudiera ser alguien peligroso. Pero al
llegar a su altura vio que era de una joven, posiblemente una
adolescente, que, además de una gran mochila, ¡cargaba con una guitarra
en su funda! Nina se vio a sí misma cinco años antes en su escapada con
Nano. Frenó bruscamente e invitó a la sorprendida joven a que subiera.
—¡Gracias! ¡Hace más de una hora que estoy aquí, ya me estaba quedando dormida!
—Hola, yo no hubiese parado si no es porque he visto la guitarra. ¿Dónde vas?
—¡A donde vayas tú! ¡Me da igual un sitio que otro!
—Está
bien, sube, ya me contarás por el camino por qué te has escapado de
casa. Pon tus cosas en el asiento trasero y ponte el cinturón.
Nina
arrancó y esperó a que la sorprendida adolescente confirmase su
impresión, que parecía reflexionar una respuesta. Tenía la expresión de
un carácter jovial y divertido y el cabello, recortado a la altura de la
nuca, era rubio, con rizos naturales.
—¡Sí, me he escapado, para qué te lo voy a ocultar! ¡Pero tengo mis motivos!
—No es necesario que me los cuentes, ¡te creo! Pero ¿cómo te llamas?
—Lali; Lali Boon.
—¿Lali Boon? ¡Qué original!
—Es mi nombre artístico, mi verdadero nombre es Eulalia.
—¿Y lo de Boon?
—Pues eso, que exploto; ¡que soy dinamita! ¿Y el tuyo?
—Ni… eves, ¡me llamo Nieves!
Nina
ocultó su verdadero nombre, porque la Nina cantautora ya no existía y
tal vez debería de adoptar ese nuevo nombre que acababa de inventar.
Nieves le parecía adecuado para probar su nueva identidad.
—¡Nieves, buen nombre para el mes de agosto! ¿Es que nevaba cuando tú naciste?
—No lo sé, Lali, ¡era muy pequeña para darme cuenta!
—Ja, ja, qué graciosa… Sabes, Nieves, cada vez que te miro me recuerdas a una cantante.
—Sí, a Nina, ¡todo el mundo me lo dice! ¡Es una lata, incluso algunos me piden autógrafos! ¿Y a ti que te parece Nina?
—No es mi estilo, pero me gustan sus arreglos, ¡son geniales! ¡Esa chica tiene talento!
—¿Y las canciones?
—¡Ah,
las canciones! No es para el bombo que le han dado a su primer álbum,
pero esa que abre el compacto se pega al alma, sobre todo por la pasión
con que la canta. Es como si fuera autobiográfica.
Nina pensó que aquella joven debía ser una sensible artista, porque había descubierto el secreto más oculto de su canción.
Circulaban a pocos kilómetros de donde Nina descubrió el paradero de Nano.
—Lali, supongo que tendrás hambre, ¡yo estoy desfallecida! Cenaremos algo en este hotel.
Cuando
el vigilante reconoció su automóvil, se deshizo en gestos indicándole
dónde podía aparcar. Y cuando aparcó se apresuró a abrirle la puerta con
un gesto servicial.
—¿Encontró el editorio con facilidad, señorita Nina?
Nina se sobresaltó, pero reaccionó con rapidez.
—¿Lo
ves? ¡Otro que me confunde! Perdone, pero no soy esa Nina. Me llamo
Nieves y no tengo ni idea de música, y mucho menos de cantar. Me
confunde con ella por mi parecido. ¿Está todavía abierto el
restaurante? —preguntó Nina, con la intención de cambiar el tema de
conversación.
El vigilante estaba seguro de que era ella, porque, salvo que fueran gemelas, no era posible dos personas tan idénticas.
—Si
usted lo dice… Pero yo diría… ¿El restaurante? No, no; ya está cerrado,
pero en el bar le pueden hacer unos bocadillos o algo así… Pues sigo
pensando…
Las dos mujeres dejaron al vigilante en sus dudas, pero
para la desagradable sorpresa de Nina, donde hacía unas horas había un
cartel del concierto de Nano, ahora había uno de su concierto. Lali
también lo vio, y al igual que el vigilante, ella también creía que la
que se hacía pasar por Nieves era, en realidad, la misma Nina del
cartel, pero decidió seguirle el juego. Nina sabía que Lali descubriría
su engaño, pero antes de descubrir su verdadera personalidad, quería
conocer más opiniones sobre ella y sobre la misma Lali.
—Lali, ¿qué te pare el cartel? ¿No lo encuentras un poco... escandaloso?
—¿Escandaloso?
¡A mí me parece muy actual! Lo que daría yo por estar en ese cartel! Ya
me has dicho antes que no quieres que te cuente mis motivos.
—Si te sirve de desahogo, ¡cuéntamelos!
—Mis
padres no paran de pelearse por culpa del dichoso dinero, porque mi
padre perdió su empleo el año pasado, y con el paro no les llega a fin
de mes. Cuando trabajaban los dos invirtieron mucho dinero en mi
educación musical, y ahora que tanto lo necesitan me gustaría
devolvérselo… No es por hacerte de menos, pero hubiera sido mágico que
la primera noche de mi aventura me hubiera encontrado con la verdadera
Nina, porque tal vez me hubiera podido echar una mano entre colegas
—dijo Lali, esperando su ración, pero Nina no quería revelar su
verdadera personalidad hasta no estar segura de qué podría hacer por
ella. La presentaría a Marc y confiaba que mostrase el mismo interés que
por ella. Por otro lado, no sabía si todavía era Nina o esa nueva
personalidad inventada de Nieves. Al menos la compañía de Lali le
distrajo de sus tristes pensamientos, y le mostraba que no solo ella
tenía problemas emocionales.
—Lali, debemos continuar el viaje,
porque si no llegaremos tardísimo. Supongo que no tienes donde dormir.
Por esta noche te puedes quedar conmigo; es un estudio pequeño, pero nos
apañaremos.
—¡Gracias, Nieves; ha sido una suerte encontrarte!
Entraron
en la autopista y en algo menos de dos horas divisaban las luces de la
ciudad. Aparcó el coche y subieron al estudio. Nina estaba agotada y no
tenía ganas de conversar, solo deseaba dormir.
—Los que vamos por la vida con el alma en la mano, tenemos una protección especial.
Se dejaron caer sobre la única cama del estudio y se quedaron profundamente dormidas, sin tiempo para desvestirse.
⦁ El retiro
Apenas las dos mujeres habían podido conciliar el sueño cuatro horas cuando sonó el móvil de Nina.
—Nina, ¿dónde has estado? ¡Te he buscado por todas partes y tu móvil estaba desconectado!
—¿Qué ocurre, Marc? Solo he dormido cuatro horas, y estoy muy cansada… ¿no puede esperar lo que sea?
—El director gerente quiere hablar contigo…
—¿El director gerente? ¿No han rescindido ya mi contrato?
—¿No, Nina, y es sobre eso de lo que quiere hablar contigo. Te vendré a recoger dentro de media hora.
—¿Por
qué todos me dais media hora para ducharme y vestirme? Está bien, Marc,
pero recogerás a dos pasajeros, porque quiero que conozcas a Lali… Lali
Boon, ¡tu próximo ascenso!
—¡Lo sabía, sabía que tú eras Nina!
—Sí,
Lali, pero ahora no es el momento de charlas, tenemos que estar
arregladas en 30 minutos, porque vas a conocer a tu futuro agente, ¡y
puedo asegurarte que pronto podrás ayudar a tus padres!
Una hora más tarde, Nina se encontraba en el lujoso despacho del director-gerente, y Lali en el de Marc.
—Buenos
días, Nina. Tienes unas terribles ojeras —observó el director-gerente—,
¿has tenido una mala noche? Yo también padezco de insomnio. ¡Nadie sabe
lo largas que son las noches en vela! Pero no te he hecho venir para
hablar de mí, sino de ti. Tu padre quiere hacer de ti una buena abogada,
y probablemente lo consiga, pero a costa de Nina, la artista. No es mi
intención inmiscuirme entre padre e hija, pero llevo los suficientes
años en este negocio para reconocer el artista que hay en una persona, y
los desastrosos resultados cuando se les niega la oportunidad de
expresar su arte —el director-gerente guardó unos instantes de silencio,
y prosiguió—. Dentro de una semana tendrás la gran oportunidad que
cientos de buenos artistas nunca tendrán, la de mostrar a los demás,
pero sobre todo a ti misma, que no se puede privar del canto a las aves
ni de los colores a las flores ni de su arte a los artistas. Tú sabes
mejor que nadie lo que significan para ti tus canciones. Seguro que cada
una te traerá esos gratos momentos de cuando las compusiste. Y esa es
la felicidad que trasmitirás a los miles de jóvenes que probablemente
acudan a tu llamada, en esos carteles que tanto te disgustan, —hizo una
nueva pausa y prosiguió en un tono más conciliador—. He acordado con tu
padre que rescindiremos tu contrato después de tu actuación y podrás
decidir entre el Arte o el Derecho. ¿Cantarás, Nina?
Nina estaba profundamente impresionada, y solo pudo confirmarlo con un leve gesto de cabeza.
—¡Gracias,
Nina! A veces los viejos debemos rebajar nuestro orgullo de sabios y
expertos, y aprender de la honestidad e inocencia de los jóvenes. Nina,
tengo un acogedor bungalow en la Sierra que está desocupado en verano,
solo lo utilizamos durante la temporada de esquí, y había pensado que
sería el lugar ideal para dejar pasar los días hasta el concierto sin el
estrés del teléfono, la televisión o Internet. ¿Qué te parece mi idea?
—Me parece genial, pero me parecería todavía mejor si me acompañara mi amiga y colega, Lali Boon.
¿Lali Boon,... Lali Boon? No conozco ninguna cantante con ese interesante nombre.
Pues si le parece interesante y quiere conocerla, está aquí, en el despacho de Marc.
El director gerente se dirigió al interfono y llamó a su secretaria.
—Llama a Marc y que venga a mi despacho con su invitada, Lali Boon.
—Me gusta el nombre, esperemos que también lo demás.
—¡Le gustará!
Unos instantes después entraba Marc, seguido de una nerviosa y excitada Lali.
El
director gerente fue directamente hacia ella y le extendió su mano con
la intención de saludarla. Después dirigiéndose a Marc le pregunto:
—Y bien, Marc, ¿qué nos tienes que decir de esta jovencita?
—Simplemente ¡que es sensacional!
El director-gerente contempló unos instantes en una actitud pensativa a Lali, y finalmente exclamó:
—Está bien, le daremos una oportunidad para que haga valer su nombre. ¡Que salga de telonera en el concierto de Nina!
La excitada Lali no pudo evitar un grito de alegría. Pidió disculpas y se abrazó a Nina.
—¡Gracias, Nina! Mis viejos se van a sentir orgullosos de mí.
⦁ La víspera del concierto
Nina
recuperó su vitalidad perdida en el frescor y los impresionantes
paisajes que se podían divisar desde el bungalow. En ocasiones cruzaba
el cielo alguna majestuosa águila, oteando desde aquella altura su
posible presa: una descuidada liebre o una nerviosa garduña. Lali, por
su parte ensayaba, una y otra vez, los dos temas que debía interpretar,
pero no podía contar con bajos ni percusión, porque no tenía la
posibilidad de ensayarlos.
Por las noches, después de cenar en el
restaurante local, volvían al bungalow, extendían dos tumbonas en el
jardín y contemplaban en un emotivo silencio la inmensidad de un cielo
estrellado, como solo se puede contemplar en la montaña.
Lali rompió el silencio con una pregunta para la que ninguna de las dos tenía respuesta.
—Si como me dijiste tú nuestro encuentro había sido fruto del destino, ¿dónde está escrito el destino?
—No lo sé, Lali, pero dicen que todos tenemos una de esas estrellas, donde debe estar escrito…
—Nina, ¿tú crees que existe Dios?
—Si
me lo hubieses preguntado en la ciudad te hubiera dicho «no sé», pero
si me lo preguntas aquí, contemplando este cielo estrellado, sería una
estupidez negar que existe.
—¿Estás preocupada por el concierto?
—Sí, estoy asustada, ¡todavía no estoy segura de si podré subir al escenario!
—¿Por
qué, Nina? ¡Yo estoy deseando que llegue el día! Lo que me asustaría
sería tener el auditorio vacío. A mí me gusta la fama, y no me
importaría que me parasen en la calle y firmar autógrafos ¡hasta que me
doliera la mano!
—Me gustaría tener tu temperamento y tu energía, pero no la tengo…
—A lo mejor te hace falta una buena motivación… Nina, ¿puedo preguntarte si estás enamorada de alguien?
—¡Es la segunda vez que me lo preguntan!, ¿por qué será?
—Debe
ser por tu mirada… es solo una opinión, pero está siempre triste y, a
la vez, añorante. Es como si hubieras perdido algo muy querido, pero
sigues teniendo la esperanza de volverlo a encontrar…
—¿Has leído eso en mi alma?
—¿Quién es él? ¡Cuéntame lo que te entristece y después seguro que te sentirás más aliviada!
—No es mi amante, es solo un querido amigo…
—Nina, creo que te estás engañando a ti misma, porque tu mirada es la de una mujer enamorada.
—¿Es posible amar a un amigo?
—¡Más fácil que ser amiga de un amante!
—Entonces yo debo estar enamorada de mi querido amigo Nano…
—¿Nano, quién es Nano?
—¡Hace
cinco años sabía quién era, ahora no estoy segura de saberlo. Hace solo
dos días que debo estar enamorada de él, porque ya no solo era el
viejo amigo de mis recuerdos, sino el joven de quien podía enamorarme.
—¡Ya te lo he dicho, tienes todos los síntomas de esa terrible enfermedad que es el amor! ¿Y dónde está él?
—¡En las nubes, y yo no sé volar!
—Nina, ¡no te entiendo!
—Si
lo hubieras visto en un escenario, acompañado de toda una orquesta
sinfónica, interpretando con su guitarra el «Adagio» del «Concierto de
Aranjuez», lo comprenderías.
—Pues sigo sin entenderte, porque ese no es un motivo para....
—Dentro
de una semana yo seré «Nieves», una estudiante de cuarto año de
Derecho. ¿Qué puede haber de interesante en alguien así para un músico
en plena euforia del éxito? La noche que te recogí en la carretera,
Nano daba un concierto en el Auditorio, y me di cuenta de que yo sería
un estorbo en su carrera y me fui decidida a apartarme de él para
siempre.
—¿Pero no puedes apartarle de tus pensamientos!
—¡No, no puedo! ¡Desde la noche en que le vi en el escenario del Auditorio, su imagen me asalta cada momento. ¿Es eso amor?
—¡Pregúntaselo a tu corazón!
⦁ El concierto
Llegó
el día señalado del concierto. Desde primeras horas de una radiante y
fresca mañana, con el relente del amanecer todavía brillando en las
plantas, las dos mujeres aguardaban la llegada del automóvil de la
discográfica, que debía transportarlas hasta el estadio, donde se había
instalado un gran escenario profusamente iluminado. El tiempo parecía
colaborar en el éxito del evento. Las previsiones anunciaban tormentas
de verano para el día siguiente.
Al llegar al estadio les recibió Marc, que había sido nombrado director y coordinador de aquel gran evento.
—¡Buenos días, supongo que vendréis relajadas despues de vuestro retiro en las montañas.
—Sí, Marc, ojalá el concierto se pudiera celebrar allí arriba.
Nina y Lali se apresuraron a subir al enorme escenario, mientras los técnicos de luz y sonido probaban las instalaciones.
—¿No
es un cuento de hadas madrinas y de brujos encantadores, que ayer yo
estuviera poco menos que durmiendo en una cuneta y hoy esté en el
escenario del concierto más popular del verano? ¿Se puede ser más
dichosa? —exclamó Lali, y recorrió a grandes zancadas el amplio
entarimado, como si estuviera ensayando los movimientos de su actuación.
Pero
Nina no compartía su entusiasmo y trataba de imaginarse aquel inmenso
espacio lleno de cientos de jóvenes que estarían allí solo para verla y
escucharla a ella, ¡la futura estudiante de cuarto año de Derecho!
También le angustiaba el cometer algún error y fuese abucheada por
cientos o tal vez miles de asistentes. A medida que se acercaba la hora
del concierto aumentaba su miedo y nerviosismo.
A media tarde
estaban ya instalados y comprobados todos los equipos de sonido de los
grupos que harían de teloneros. Algunos saxofonistas ensayaban escalas;
otros afinaban sus guitarras y probaban los teclados. Los técnicos de
iluminación y efectos especiales aprovechaban que ya iba decayendo la
claridad del día y ya eran más visibles, para probar sus sistemas.
Marc
estaba profundamente preocupado por el estado de ánimo de Nina, que
parecía empeorar a medida que se acercaba la hora del concierto.
—Nina, estoy preocupado por tu estado…
—No estés preocupado, Marc, ¡subiré a ese escenario cuando llegue mi turno!
—Si necesitas algo...
—No, Marc, estoy bien, solo un poco nerviosa. ¡Y no me pongas tú más nerviosa con tus cuidados!
—De acuerdo, disculpa, pero debes tener en cuenta que ¡soy el responsable de que todo salga bien!
Media
hora antes del inicio del concierto llegó el director-gerente, que
parecía satisfecho, porque ya habían vendido la mitad del aforo
disponible, y fuera del recinto había largas colas en las improvisadas
taquillas.
—¿Cómo va todo, Marc; cómo se encuentra Nina?
—Ella dice que está bién, pero yo no lo creo. Si quiere verla está con Lali en el caravana-camerino, que trata de darle ánimos.
—No,
la pondría más nerviosa todavía. Yo sé lo que le sucede a esa joven: la
escuché hace cinco años en un piano-bar de la costa y tuve la
sensación de que formaban un dúo indisoluble y ahora se confirma, por
eso dudaba de si sería lo mismo ella en solitario. Para interpretar esas
canciones compuestas entre los dos tendrían que estar de nuevo los
dos. Ella debe creer que traiciona a su amigo si triunfa en solitario.
He llamado a mis colegas de Londres y me han informado que Nano estaba
aquí, en un gira de actuaciones por todo el país. Finalmente lo hemos
localizado en el pueblo de la costa donde conoció a Nina, sin duda que
esperaba encontrarse allí con ella, y se ha puesto en camino
inmediatamente. Si no se retrasa el vuelo, puede estar aquí dentro de
una hora. Mi chófer ya está en el aeropuerto. ¡Dios quiera que llegue a
tiempo!
A la hora prevista dio comienzo el concierto. Se habían
superado las previsiones de asistencia, pero el estado de ánimo de Nina
era deplorable. Se había encerrado en la caravana y no respondía ni a
los ruegos de su nueva amiga Lali.
Comenzó su actuación el
primero de los dos grupos previstos de teloneros. Lali Boon tenía
prevista su intervención previa a la de Nina. El director-gerente
consultaba obsesivamente su reloj de pulsera, pero permanecía sereno.
Marc, por el contrario, se había venido abajo, porque le aterrorizaba la
idea de la anulación del concierto, del que se había hecho responsable.
El vuelo de Nano llegó a la hora prevista, pero los numerosos atascos retrasaban su marcha dramáticamente.
Había
comenzado la actuación del segundo grupo y se escucharon algunos
silbidos. Mientras tanto Nano continuaba atascado. En su desesperación
vio que un motorista se abría paso entre los automóviles inmovilizados
y, sin meditarlo dos veces, salió del coche, se interpuso
delante
del motorista, le mostró un billete de cien euros y le dijo:
—¡Es suyo si me lleva al estadio en 15 minutos, y 50 más si me lleva en diez!
El motorista creyó que aquella era una magnífica oportunidad para demostrar sus habilidades, y aceptó encantado la oferta.
—¡Suba y agárrese fuerte a mí o saldrá volando!
El
motorista se abrió paso entre los automóviles, y cuando no era posible,
invadía la acera de peatones o tomaba cualquier otro atajo posible.
Mientras tanto, en el concierto la situación era desesperante, porque llegaba el turno de Lali Boon.
—Creo
que tengo una idea para ganar tiempo, pero necesito un delantal, un
cubo y una fregona. El vigilante del estadio tenía lo que necesitaba y
Lali se transformó en una mujer de la limpieza. Salió al escenario e
hizo ver que lo estaba limpiando.
—¿Qué miráis con cara de no
haber ganado el Gordo por un número? ¿Es que no habéis visto nunca una
mujer de la limpieza? Me han dicho que friegue el escenario porque está
hecho un asco de bemoles y negrillas, que no se puede dar un paso sin
resbalar. Yo soy una pobre chica de pueblo, que no sirve más que pa’
fregar suelos, pero lo que me gustaría ser…, lo que de verdad me
gustaría ser, es … ¡cantante!
Lali se desprendió con un gracioso
gesto del delantal, cogió una guitarra preparada del escenario y cantó
su canción «Quiero ser cantante». Como no había tenido oportunidad de
ensayarla con los músicos del estudio de la discográfica, se acompañaba
solo con su guitarra.
Yo quiero ser cantante,
aunque se ría de mí la gente,
¡Ye, ye, yeah!
Cuando era una adolescente quería ser cantante,
pero mis padres me lo quitaron de la mente,
y tuve que aceptar un empleo sin aliciente,
como hace la gente corriente.
Pero yo quiero ser cantante,
aunque se ría de mí la gente.
¡Ye, ye, yeah!
De joven seguía queriendo ser cantante,
y mis amigos me decían: Lali, quítatelo de la mente,
y búscate un empleo decente,
como hace la gente corriente.
Pero yo quiero ser cantante,
aunque se ría de mí la gente,
¡Ye, ye, yeah!
El
ritmo de la canción de Lali era tan vivo y simple que fue fácil al
batería del grupo de Nina incorporarse espontáneamente a su canción.
Hizo lo mismo el bajista. Instantes después lo hizo el guitarra solista y
los teclados. Lali estaba asombrada del resultado de aquella
improvisación, y repetía una y otra vez las frases y los estribillos.
También el público empezaban a contagiarse del resultado y participaban
de la improvisación haciendo palmas, siguiendo el ritmo. Por último se
incorporaron las tres cantantes de color con impresionantes coros estilo
Góspel, que aplaudieron los asistentes y les permitía ganar el tiempo
que necesitaban.
A pesar del carácter reposado, el
director-gerente empezaba a inquietarse y perder la esperanza de que
Nano pudiera llegar a tiempo. La última llamada que hizo al móvil del
chófer, le informó de la imprevista opción del motorista, porque él
estaba encontrando grandes dificultades, por causa del denso tráfico, y
comentó desolado con Marc:
—Va a ser difícil cerrar este ejercicio sin pérdidas. ¡Mi instinto me decía que Nina no podía funcionar sin Nano!
—La culpa es mía y ya me he resignado a que no merezco ascensos en los próximos dos a…
Marc
no terminó su frase, porque en esos momentos entraba en el recinto del
estadio un motorista con un esperado pasajero, deteniéndose con un
brusco frenazo:
¡Toma —dijo Nano al motorista—, te has ganado
los 150 euros, pero yo no volveré a montarme en una motocicleta lo que
me reste de vida, y doy gracias a Dios que todavía la conservo! —y
dirigiéndose al director-gerente, le preguntó:
—¿Cómo está Nina?
—¡Muy deprimida!
—¿Cuánto tiempo disponemos?
—¡Muy poco. Lali no puede seguir improvisando mucho tiempo más!
—¡Necesito una guitarra!
Marc se apresuró a contestarle:
—No tenemos ninguna acústica, solo eléctricas, y están conectadas a los equipos de sonido del estadio.
—¡Mejor,
así creerán que es el preámbulo de su actuación. Traerme la guitarra,
pero en silencio, que Nina no sepa que estamos haciendo. ¡Tiene que ser
una sorpresa! Le trajeron la guitarra conectada hasta la puerta de la
caravana, donde Nina permanecía encerrada. Y resonaron en todo el
estadio los armoniosos arreglos para dos guitarras que escribió Nano
para su primera canción «Tus ojos son del color del mar».
Al
escuchar aquellos acordes, Nina parecía despertar de una pesadilla a un
dulce sueño, porque sabía que solo Nano los interpretaba de esa manera.
Su dolorido corazón volvía a latir con fuerza inusitada otra vez. Se
incorporó de donde había estado postrada por una profunda depresión,
entreabrió la puerta de la caravana y su corazón pareció que se
desbocaba. Solo pudo pronunciar su nombre y se arrojó a sus brazos.
—¡Nano!
Él la acogió y le susurró:
—Nina, siempre te he querido, pero hasta hoy no había podido decírtelo…
—¿Decirme qué, Nano?
—¡Que te quiero, Nina!
Los
que estaban pendientes de la recuperación de Nina, prorrumpieron en un
caluroso aplauso por aquella emotiva declaración, sellada con un
apasionado beso. Sin dejar de estrecharla, le volvió a susurrar:
—Nina, ahí afuera hay cientos de personas a las que les gustaría participar de nuestra felicidad, ¡no les hagamos esperar más!
Nina pareció despertar de una amnesia y reaccionó con una inesperada vitalidad.
—¡Oh,
el concierto, casi lo había olvidado! ¿No creerás que podía cantar
nuestras canciones yo sola? He cometido solo un grave error en mi vida:
¡no compartir el primer éxito contigo! No podía cometer otra vez el
mismo error! ¡Estaré lista en cinco minutos, ya pueden anunciarnos!
—¡Lo haré con sumo gusto! —respondió aliviado el presentador del concierto.
Subió al escenario y trató de calmar el enfado:
—¡Estimados
y pacientes amigos de Nina! Sé que estáis algo enfadados por esta
demora, pero os aseguro que ha valido la pena. Hoy ha concluido
felizmente una extraordinaria historia de amor que comenzó hace cinco
años, con una canción que marcó el destino de dos músicos adolescentes
en una de las más bellas e inspiradoras localidades de nuestro litoral, y
ahora se ha producido el feliz acontecimiento de su rencuentro después
de todos estos años, en los que se han convertido en dos fulgurantes
estrellas de este maravilloso mundo de la música…
Mientras el
animador hacía esta emotiva presentación Nina se vistió con las mismas
prendas que llevaba durante la sesión fotográfica, y que todavía estaban
en la caravana.
Cuando Nano la vio, exclamó:
—Nina, estás encantadoramente sexy, pero ¿no es un poco provocativo?
— No, Nano, es cool!
Y, cogidos de la mano, subieron al escenario.
⦁ Unidos por una canción
Cuando los fans de Nina la vieron aparecer en el escenario con el mismo
vestuario que en el cartel de la promoción, la acogieron con un
sonoro aplauso, y el animador terminó de hacer la presentación:
—¡Estimados
amigos y amigas, con vosotros… Nina y... Nano, protagonistas de una
bella historia de amor, que hoy concluye en este escenario!
Nina fue la primera en dirigirse a sus entusiasmados admiradores.
—¡Hola,
hola a todos, ya estoy aquí! Tengo una buena razón para este retraso:
¡Nano! Sin él no hubiera podido cantar aquí esta noche, porque lo que
voy a cantar son nuestras canciones...
—Eso no es completamente cierto, Nina —interrumpió Nano—, son tus canciones…
—¡Pero tú me las inspiraste —interrumpió a su vez Nina.
—No, Nina, no fui yo, fueron la ilusión y la inocencia de dos músicos adolescentes…
—¡Nano, eres un filósofo!
—Y tú, Nina, eres una artista, y cuando la filosofía se junta con el arte surge la belleza.
La
reflexión de Nano fue acogida con un nuevo aplauso. Cuando todavía
resonaba la ovación, Nina y Nano iniciaron el concierto con los temas
del compacto de Nina, que fueron acogidos con gran entusiasmo, hasta que
llegó el momento de la canción más esperada del concierto. Nano propuso
una interpretación especial.
—Esta canción es para Nina y para
mí la qué marcaría nuestros destinos, cada una de sus tres estrofas han
sido los tres momentos decisivos de nuestras vidas, por eso vamos a
cantarlas tal como sucedieron. La primera estrofa la cantará Nina y yo
la acompañaré como la cantó por primera vez, hace cinco años, en un
pequeño piano-bar de una bella localidad de la costa. La segunda estrofa
la cantará Nina en solitario, nuestra separación, y la tercera y
última, la cantaremos todos, porque es la de nuestro feliz reencuentro…
Nano
inició la primera estrofa con sus arreglos para dos guitarras cambiando
una nostálgica mirada con Nina, que le respondió con una emotiva
sonrisa. Al escuchar esos populares arpegios el auditorio le dedicó un
caluroso aplauso. Nina se sentía transportada al pequeño escenario del
piano-bar, donde la cantó por primera vez. Se sentía inmensamente feliz
por cómo el destino había hecho su extraño trabajo y comenzó a cantar
transmitiendo al auditorio esa misma felicidad:
«Hoy he soñado que tus brazos me abrazaban, como abraza una barca el temporal.
Que tus labios me besaban, como besa la luna llena el mar.
Que tu sonrisa me cautivaba, como cautiva la aurora boreal.
Tus ojos son del color del mar,
tus caricias como las olas que vienen y van.»
El siguiente verso lo cantó a capella, sin guitarras, lo que producía una emotiva sensación de soledad.
«Hoy he soñado que te hundías en el mar y me hiciste llorar.
Que te habías desvanecido, como se evapora el agua del mar.
Que éramos dos extraños, como la montaña y el mar.
Que solo me quedaba esta canción, donde antes tenía un corazón.
Tus ojos son del color del mar,
tus caricias como las olas que vienen y van.»
El
público reaccionó encendiendo mecheros y cantando el estribillo junto
con Nina. Al finalizar un sonoro redoble del batería sobrecogió al
auditorio, seguido de la incorporación de las guitarras, teclados y el
coro de las cantantes de jazz, en una apoteosis de sonido para repetir
varias veces el estribillo hasta que una eufórica Nina cantó el último
verso:
«Hoy he soñado que te devolvía el mar, y me hiciste recordar,
que ayer nos amábamos, como ama la lluvia el mar,
que hoy nos encontrábamos, para no volvernos a separar.
Que volvía a tener un corazón, donde antes solo tenía una canción.
Tus ojos son del color del mar,
tus caricias como las olas que vienen y van.
Tus ojos son del color del mar,
Tus caricias como las olas que vienen y van.»
Tuvieron
que hacer varios bises, por que el auditorio no cesaba de aplaudir
pidiéndoles un nuevo bis. Finalmente Nina se despidió del público, con
una noticia que sorprendió a todos:
—Queridos amigos, yo no he
nacido para ser aclamada, ni me atrae la fama o la popularidad. Yo he
nacido para ser como sois muchos de vosotros: personas sencillas que
llevan una vida sencilla. Yo solo deseo tener un lugar al que llamar
hogar, donde esté rodeada de todo lo que me gusta y es entrañable para
mí, y, si pudiera ser, con dos o tres escandalosos diablillos a los que
cuidar y asegurarles el derecho a la felicidad. Por eso este será el
primer y el último de mis conciertos —un intenso rumor de queja se
extendió por todo el estadio—. Sí, amigos y amigas, me retiro de los
escenarios…
—Entonces —interrumpió Nano—, tal vez aceptes este
anillo de compromiso. Lo compré en el aeropuerto, y no sé si te vendrá
bien. Me he basado en el recuerdo de cuando, cogidos de la mano,
caminábamos por la playa, en silencio, entregados cada uno con nuestros
propios sueños de adolescentes.
Nina reaccionó sorprendiendo una vez más a su entregado público con una inesperada respuesta:
—¡Claro que sí, Nano! Pero ¿qué pensáis vosotros, debo aceptar?
Un clamoroso «sí» resonó en todo el estadio.
—Entonces, Nano, ¡no tengo más remedio que aceptar ese anillo!
Nano abrazó a una emocionada Nina, y ratificó sus deseos:
—Sí,
mis queridos amigos y amigas, creo que aquí termina esta maravillosa
historia solo de amistad entre dos músicos adolescentes y comienza la de
dos jóvenes amantes. ¡Un beso inmenso para todos vosotros y gracias por
estar aquí… Pero no estéis tristes, porque os dejamos una magnífica
sustituta: ¡Lali Boon! –dijo Nano, abrazando también a la emocionada
Lali. Después los tres, cogidos de la mano, abandonaron el escenario
entre una ovación que no parecía tener fin.
⦁ La despedida
El director-gerente no podía estar más satisfecho con los resultados del concierto y fue el primero en felicitar al dúo.
—Gracias,
Nina y Nano, nunca olvidaré este gran concierto. Los patrocinadores
están encantados, por la positiva imagen que habéis dejado. En cuanto a
ti, Nina, perdemos una gran cantautora, pero ganamos lo que más cuesta
conseguir en este negocio: el prestigio de haber grabado a las mejores
artistas. Cuando en nuestro negocio pasan cosas como estas es cuando
recordamos que el prestigio y los beneficios suelen ser malos compañeros
y peores amigos, pero no podemos renunciar a ninguno de los dos. ¡Ya
eres libre, y no necesito preguntarte qué has decidido!
Marc también la felicitó, pero le comunicó algo que turbó la felicidad de aquel mágico momento:
—Nina,
fuera de este recinto están tus padres, que han asistido al concierto
confundidos entre el público, y quieren felicitarte, pero temen que no
desees recibirlos, porque sienten haberte defraudado…
Nina se
disculpó con Nano por ausentarse unos minutos, sin darle una razón y se
encaminó a la salida del recinto. Y allí estaban sus compungidos padres,
sentados en un solitario banco, en medio de los envases vacíos, restos
de comida y otros objetos dejados tras el concierto.
—¿Papá, mamá? ¿Por qué no habéis entrado al recinto? ¡El guarda os hubiera dejado pasar!
—Nina, hija —respondió el padre—, no estábamos seguros de si nuestra presencia te alegraría… ¡Los dos te hemos defraudado!
—Sí,
es verdad, siempre me he sentido sola e incomprendida, pero ha sido la
soledad la que me hizo encontrar mi camino. ¡Mamá, papá, no os sintáis
culpables; todos hemos cometido errores! Al fin y al cabo, somos humanos
y ¡nadie es perfecto! Os debo a los dos algo más importante que mi
vocación y mi triunfo: ¡os debo la vida, y en esto no me habéis
defraudado!
A la mañana siguiente del concierto,
Nina y Nano, desayunaban en la terraza del hotel donde se alojaba Nano.
Nina leía las críticas y notas de prensa sobre el concierto, y leyó una
en voz alta:
«Nina se retira de los escenarios en la cúspide de su fama.
La
cantautora Nina, revelación del año, declaró al finalizar su concierto
que se retira de los escenarios musicales, para casarse con Nano, «Un
amor de dos jóvenes, surgido de la amistad de dos adolescentes —según
sus propias declaraciones—. He vivido una extraordinaria experiencia
personal que me ha enriquecido —declaró a los medios presentes—. He
comprendido lo importante que es proteger la integridad mental y moral
de la adolescencia, porque es durante esta difícil edad cuando toman
forma nuestros grandes ideales y nuestro comportamiento de adultos.»
La
popular cantautora anunció su inminente matrimonio con el guitarrista
Fernando M., conocido en el mundo de la música como Nano, especializado
en temas clásicos para guitarra de autores nacionales. La feliz pareja
residirá en Londres, ciudad que contribuyó de manera decisiva en su
formación musical y donde imparte un máster de guitarra clásica
española. ¡Adiós, Nina y Nano, os echaremos de menos!»
—¿Y qué dicen sobre el concierto?
—Prácticamente
todas coinciden en los elogios, pero esta es la más interesante: «El
mismo sello discográfico que lanzó a la fama a Nina, ha firmado un
contrato con Lali Boon, la divertida cantautora que se dio a conocer
como telonera de Nina. Según su director-gerente. «Lali Boon será, sin
la menor duda, ¡la cantante revelación del año!»
—Espero que sus padres sean felices y deje de pelearse. ¡Bravo, Lali! Esta chica debió nacer en un escenario.
Después de beber el último sorbo de café de su desayuno, Nano hizo a Nina una inesperada proposición:
—Nina,
cuando me entregaron la servilleta con tu canción, «Canta conmigo», no
sabía que ibas a celebrar este concierto y supuse que estarías de camino
hacia la pequeña localidad donde nos conocimos y allí fui en tu
búsqueda, pero solo encontré los evocadores lugares donde habíamos
estado juntos. Ahora recuerdo que cuando el autobús en el que huíamos
remontó la loma y perdimos de vista el pueblo, tú me dijiste que algún
día volveríamos a ese lugar sin estar huyendo de nadie —Nina sonrió
melancólica, por el recuerdo de aquellos difíciles pero creativos
días—. Creo que este es el mejor momento para cumplir nuestro deseo.
—¡Nano, nada me haría más feliz!
—He alquilado un coche, cuando termines de desayunar podemos emprender este nostálgico viaje!
Cuando
solo quedaba un tenue resplandor de un sol oculto detrás de las suaves
colinas del paisaje, remontaban la loma que daba acceso a la bahía donde
estaba situada la pequeña localidad costera que tanto añoraban.
—Ah,
Nina, había olvidado decirte algo. La última vez que estuve aquí,
recorrí los lugares que me traían tu recuerdo, y en la terraza del
apartamento donde te conocí, había un letrero anunciando su venta. Yo no
soy rico, pero esta última gira ha sido muy lucrativa. Creí que este
era un magnífico lugar para descansar y relajarse después de una
agitada gira de conciertos. Hablé por teléfono con mi banco de Londres,
y... —Nano sacó de uno de sus bolsillos una llave unida a un llavero en
forma de guitarra y dijo a la asombrada Nina—. ¡aquí tienes la llave de
nuestro apartamento!
Nina no podía creer lo que estaba escuchando.
—Nano,
por fin volvemos a estar solos tú y yo, y en nuestro propio…. ¡No es
posible! —exclamó sorprendida, porque al aproximarse a la playa había
colgada una gran pancarta que les daba la bienvenida, que decía
«¡Bienvenidos Nina y Nano!», y un grupo numeroso de vecinos y
veraneantes que, al parecer, les esperaban. Pero lo asombroso era que
entre ellos estaba Marc con Lali y el director gerente de la
discográfica.
Cuando sorprendidos salieron del automóvil, el director-gerente les puso al corriente de lo sucedido:
—Creo
que todos hemos tenido la misma idea: descansar aquí unos días para
quitarnos el estrés del concierto: La pancarta ha sido idea del
piano-bar. Alguien del hotel en que te alojabas conocía tu intención de
venir aquí, debió avisarles, y ya se han anticipado anunciado vuestra
actuación, ¡estará muy concurrida!
Lali se acercó a Nina y le dio otra inesperada noticia:
—Nina,
no te extrañe que esté también yo aquí, son las cosas del destino,
¡Marc y yo nos hemos prometido, así queda todo en familia!
Las dos amigas se abrazaron entre sonrisas por la alegría del inesperado encuentro y la noticia.
Detrás del grupo de gente que rodeaba a los recién llegados estaban los padres de Nina, cuando los vio, exclamó sorprendida:
—¡Papá, mamá, también estáis aquí!
—Sí,
hija, nos invitó el director-gerente a pasar unos días en su casa de la
ladera y no podíamos rechazar su generosa invitación.
—¡Entonces, estamos todos!
—Sí,
eso creo —dijo el director gerente—, y hemos acordado celebrar este
encuentro con una inmensa y sabrosa parrillada de pescado. Supongo,
Nina, que te gustará el pescado, ¿o prefieres la carne?
Nina intercambió una mirada de complicidad con su madre y exclamó divertida.
—Todavía
me pesa en la conciencia el haber dejado en el plato sin probar la
última parrillada de pescado a la que me invitó mi madre. ¡Qué
desperdicio, no me lo perdonaré nunca!
—¡No, hija —interrumpió la
madre, cambiando otra mirada de complicidad con Nano—, hice que me la
envolvieran para el gato y ¡esa fue la cena de Nano de aquel día!
—Entonces
ya está todo decidido —exclamó el director gerente—. ¡Así es como
trabajamos en nuestra fábrica de estrellas! Mañana, después del
mediodía, que estaréis descansados del viaje, nos reunimos en este
restaurante, y al atardecer, cuando refresque, Nina y Nano, nos pueden
deleitar con sus nuevas canciones, pero no será en el piano-bar, que no
cabríamos todos, sino al aire libre, en la playa, en el pequeño
escenario preparado por ellos. ¿Están de acuerdo los jóvenes músicos?
Nina y Nano hicieron un gesto de aprobación con el dedo pulgar.
—Entonces hasta mañana —y dirigiéndose a los padres de Nina, les dijo:
Si lo desean pueden quedarse con su hija y volver a mi casa cuando quieran. Supongo que tendrán mucho de qué hablar.
—No,
creo que después del concierto Nina nos dijo todo lo que tenía que
decirnos. Ellos desearán estar solos. Ahora nuestra hija ya tiene quien
la cuide y la proteja. Nina ya no nos necesita. Si no le importa, nos
retiraremos con usted. ¡Mañana será otro día!
Después de la
inevitable firma de autógrafos, por fin pudieron verse libres del acoso
de la fama, y se encaminaron hacia su nuevo apartamento caminando por el
lado de la playa. A esas horas de la tarde el quiosco de la playa
estaba cerrado y las hamacas recogidas. La entrada al piano-bar estaba
iluminada, y se escuchaba el sonido de un piano, que interpretaba “Para
Elisa”, de Beethoven.
—Nano, parece que hay alguien tocando el piano…
—¡Y con buena técnica y sensibilidad! —añadió Nano sorprendido.
—¡Me muero de curiosidad por saber quién es!
El
reducido local estaba desierto y prácticamente en penumbra. Tan solo
estaba iluminado con un haz de luz sobre las partituras de quien estaba
sentada al piano. Al sentir la presencia de Nina y Nano, dejó de tocar y
se volvió hacia ellos sorprendida.
—¡No, por favor, sigue tocando! —rogó Nina.
La pianista era la joven que solía acompañar al director-gerente.
—¡No,
no; soy malísima! Pero ¿no sois Nina y Nano? Disculparme que no he ido
con los demás a recibiros… Recuerdo la noche que tú, Nina, cantaste aquí
tu canción que a mi padre le encantó…
—¿Tu padre? Entonces, tú eres la hija del director gerente de la discográfica?
La joven asintió con un gesto de cabeza, pero con una expresión melancólica.
—Tu padre debe sentirse feliz de tener una hija pianista…
—Desgraciadamente
sucede todo lo contrario, no quiere verme sentada ante un piano… Cree
que no tengo talento para la música, y que seré una gran empresaria,
como es él, y creo que tiene razón.
—¡Qué gran paradoja! Tu padre
es capaz de reconocer el talento musical de los demás, pero no el de su
propia hija —exclamó Nina contrariada—. ¿Por qué no te sinceras con tu
padre y le haces ver que está equivocado?
La joven parecía haber aceptado su situación con resignación.
—¡Ya
es demasiado tarde! Para llegar a ser un pianista que destaque es
necesario comenzar tu carrera cuando todavía eres una adolescente, como
creo que es vuestro caso. Si el destino no decide lo contrario, cuando
termine la Universidad, dentro de dos años seré una nueva ejecutiva de
la empresa de mi padre.
—Lo siento, no hay peor sentimiento que trabajar en algo que no te gusta.
—Ya lo he asumido. Al menos me queda el consuelo de que seré responsable de los nuevos lanzamientos.
—¡Estoy segura de que harás un magnífico trabajo! —y se despidieron de la joven pianista frustrada sin ocultar su tristeza.
—Parece
ser algo inevitable —comentó Nina, una vez fuera del piano-bar—, que
todos los padres ven a sus hijos como su reencarnación y se empeñan en
que sigan sus mismos pasos. Para ser artista la primera gran dificultad
es vencer la resistencia de tus propios padres, que toman grandes
medidas sobre tu futuro cuando apenas eres consciente del mismo futuro y
no te puedes oponer. Todo lo demás es más fácil.
Cuando llegaron
al lugar junto a la terraza donde se conocieron, Nano exclamó, sin
evitar la emoción de aquel fortuito encuentro.
—Fueron unos
segundos, en que nuestras miradas se encontraron, pero suficientes para
saber que habíamos nacido el uno para el otro. Pero tú por entonces no
necesitabas un amante, sino un amigo. Por desgracia tú misma lo pudiste
comprobar! Porque de la amistad al amor hay un paso, pero del amor a la
amistad con frecuencia hay un abismo.
⦁ La celebración
Nina
y Nano se habían despertado a tiempo para contemplar desde su terraza
el nuevo amanecer, como hizo Nina el primer día con su madre, pero el
tiempo no era tan caluroso como entonces y tuvieron que abrigarse para
contemplar aquel sublime espectáculo.
—Sabes, Nano, cada nuevo amanecer siento como si me llenara de nueva energía y presiento lo que me traerá el nuevo día…
—¿Y qué presientes que nos traerá este nuevo día?
—¡Paz, mucha paz! —respondió Nina sin titubear.
—¡Una pequeña palabra para un gran significado! —agregó Nano.
—Paz
en la mente, paz en el alma, paz en el cuerpo, paz con tus vecinos, paz
en las calles de tu ciudad, paz en tu nación, ¡paz en el mundo! ¡Qué
hermoso sería un mundo en paz!
—Lo presiento, Nina, estás a punto de crear una nueva canción. Vuelves a tener la misma expresión ausente de hace cinco años.
—Sí, Nano, escucha:
«Dos ángeles bajaron del cielo con una difícil misión,
traer la paz al mundo y devolver a los hombres la razón.
Preguntaron a un hombre herido cuál era la razón,
y respondió: es la guerra, no hace falta una razón.
Le preguntaron al enemigo cuál era su razón,
y respondieron: Son enemigos de nuestra nación, no necesitamos una razón.
Preguntaron a una niña que lloraba cuál era la razón,
y respondió: mi papá ha muerto en la guerra y mi mamá no sabe por qué razón.
Los dos ángeles regresaron al cielo con gran desazón
y le preguntaron a Dios que lo consentía, por qué razón,
y respondió: porque Yo tampoco tengo una razón.
Di a los hombres la libertad de acción para que se guiasen por la razón,
pero han preferido la sinrazón.
—Nano, ¿crees que podemos ponerle música para poderla cantar esta noche?
—Este lugar debe tener alguna magia especial para ti…
—No, Nano, lo que me inspira no es el lugar; ¡son tus ojos del color del mar!
Todo
estaba preparado para el gran encuentro en el restaurante de la playa.
Los primeros en llegar fueron el director-gerente y los padres de Nina,
mientras los jóvenes disfrutaban de un refrescante baño en la playa. El
director-gerente les hizo señas con los brazos indicándoles que deberían
ir ya al restaurante, porque todo estaba preparado.
Nano se acercó y comentó:
—¿No
podemos esperar un poco más? Hemos invitado a una persona muy especial,
y no me gustaría comenzar sin ella. No creo que tarden mucho en llegar.
No tuvo ocasión de responder el director, cuando Nano vio llegar el automóvil de Sofía, que aparcaba justo a la playa.
—¡No
hace falta esperar más, ya están aquí! —y se apresuró a ir al encuentro
de quien les salvó de un posible desastre en su escapada adolescente.
—¡Bienvenida a este pequeño paraíso, Sofía!
—¡Tú debes ser un impostor, no puedes ser el Nano que conocí una calurosa noche en la playa frente a mi casa!
—¡El tiempo no es justo: a unos los rejuvenece y a otros los envejece!
—Ah, Nano, creo que ya conoces a mi acompañante.
—Sí, usted es el ginecólogo que atendió a Nina en su falso embarazo…
—El
mismo, pero ahora no es solo el amigo de la familia, sino también mi
marido —interrumpió Sofía, cogiéndole afectuosamente del brazo—. La
vida sigue, Nano…
—Mi más calurosa felicitación, pero ahora hay
que acudir al restaurante, porque lo que encargamos ya está a punto y no
debemos hacerles esperar.
Nina se reunió con ellos y Sofía la recibió con un caluroso abrazo.
—¡Nina, estabas preciosa en el cartel de tu concierto, un poco subidita de tono, pero como dicen mis hjos: es cool!
Finalmente
el grupo se reunió alrededor de una gran mesa montada, con un
inmaculado mantel blanco en cuyo centro había una gran bandeja con un
variado surtido de los pescados más sabrosos que se capturaban por aquel
litoral, y para acompañarlo varias botellas de vino blanco de buena
crianza y una botella de cava, con la que el director general hizo un
emotivo brindis:
—Quiero brindar por Lali, nuestra nueva estrella, porque su divertida actuación salvó el concierto.
Pero Lali rechazó amablemente el brindis.
—Creo que quién merece este brindis es Nina, a la que debo el estar sentada aquí con gente tan maravillosa...
—De ninguna manera —protestó a su vez Nina—. Si alguno de nosotros merece este brindis es Nano.
Pero Nano también lo rechazó.
—Quien realmente lo merece es Marc, que creyó en el talento musical de las dos. ¡Él hizo posible el concierto!
—Eso
no es justo, Nano, —comentó Marc, dirigiéndose al director-gerente—.
Nada hubiera sido posible sin la confianza que puso en mí al aceptar a
Nina.
—Ya veo que finalmente el brindis vuelve a mí —exclamó el
directo-gerente—. Creo que nos hemos olvidado de alguien, que ha sido la
verdadera artífice de todo lo sucedido: la amistad. ¡Brindo por la
amistad, en especial de los artistas y los empresarios, que haga
posible la armonía entre el arte y los negocios.
Todos aceptaron el brindis.
Nina fue la primera en servirse el sabroso pescado.
—¡Mamá,
no sucederá como la otra vez! ¡Hoy no tendrás que pedirle al camarero
que te envuelva los restos de pescado para el gato!
⦁ La última canción
Mientras
prácticamente toda la población parecía desierta por el tiempo de
siesta, Nina y Nano trabajaban en la música y los arreglos de la última
canción pacifista de Nina.
—Nina —comentó Nano asombrado—, tus
últimas canciones no son como las románticas de la Nina que yo conocí
cuando era el chico de las hamacas. ¿Qué ha sucedido?
—Tal vez,
que la de antes era una adolescente que descubre la vida, y ahora sea
una joven, que descubre el mundo, con toda sus violencias, injusticias y
falsedades…
—Sí, eso debe ser… Entonces ¡bienvenida al confuso mundo de los adultos! ¿Podrá sobrevivir nuestra inocencia?
—Si
perdemos nuestra inocencia solo nos quedará la desconfianza, y ¿cómo
será posible la paz si desconfiamos los unos de los otros? Yo no tengo
la respuesta, ¡solo tengo mi canción!
Después de múltiples
propuestas desechadas, encontraron la melodía con el tono desgarrador
que necesitaba y, después de cantarla varias veces, la dieron por
concluida.
Al atardecer, cuando las sombras cubrían ya la ladera y
los acantilados se dibujaban con el destello rojizo de los últimos
rayos de sol, los dos músicos se encaminaron al lugar de la playa donde
estaba previsto que darían el último concierto antes de fijar su
residencia en Londres. Prácticamente todos, eventuales turistas o
veraneantes, de la pequeña localidad ocupaban ya un sitio, sentados o
tumbados sobre la cálida arena de la playa. Cuando llegaron Nina y Nano
les recibieron con un cálido aplauso y después se hizo un respetuoso
silencio a la espera de su actuación
Nina presentó sus dos nuevas canciones:
—Yo
tuve una abuela filósofa, aunque apenas había asistido a la escuela.
Ella me animó a ser cantautora, porque sabía leer los deseos de mi
corazón. Pero me advirtió: “Niña, la felicidad no está en el éxito, sino
en los sueños de éxito que se tienen en el camino hasta conseguirlo.
Cuando llegues a la cumbre, vuelve a bajar al llano y búscate otra
cumbre distinta para seguir caminando.” Las dos canciones que os vamos a
cantar hoy, están compuestas durante el camino de una nueva cumbre y me
hacen feliz. La hemos titulado: «Canta conmigo» y «La razón de la
sinrazón».
Y cantaron sus dos nuevas canciones dejando a
todos los asistentes algo desconcertados, porque en aquel paradisíaco
lugar era fácil olvidarse de que en alguna parte del planeta hay una
niña que llora porque su papá ha muerto en una guerra y que su mamá no
sabe cuál es la razón.
Fin de esta historia.
En Berlín, un 25 de julio de 2019.
⦁ Agradecimientos
⦁
La mayoría de los escritores, entre los que me incluyo yo, no sabemos
corregir nuestros manuscritos. Cada nueva lectura en la que intentamos
corregirlos, nos dejamos llevar por la acción y no prestamos atención a
la redacción, por eso pasamos por alto, una y otra vez, las erratas del
texto que no son muy evidentes.
Por suerte yo he contado para
esta novela con una correctora excepcional, Alba Castilla Baiget, una
extraordinaria lectora a quien estoy profundamente agradecido, tanto por
la exhaustiva revisión del texto, como por sus acertadas sugerencias
sobre algún pasaje polémico.
Todos los escritores desearíamos
contar con lectoras como Alba, que saben elogiar tus aciertos pero
también criticar tus muchos errores, lo que me ha hecho bajar de la nube
y reconocer que estoy a años luz de merecer el premio Nobel. Creo que
las críticas estimulan y los halagos adormecen, ¡pero los dos son
necesarios! ¡Gracias, Alba!
Y a mi entrañable amigo y tocayo,
Jaime Nubiola, a quien debo más aprecio del que merezco, por su fiel y
constante apoyo y estímulo, por lo que en agradecimiento le dedico esta
novela. ¡Gracias, Jaime!